miércoles, 25 de febrero de 2015

febrero 25, 2015
Pedro Echeverría V.

1. Carlos Monsiváis escribió: “Desde 1919 (la fundación del Partido Comunista Mexicano) a nuestros días, sí es evidente una expresión dominante, única en los momentos de crisis se vuelve única. Lo homogéneo viene de la profesión de fe marxista, de la creencia en la versión soviética del socialismo, del culto a la Revolución. En los veinte y en los treinta la meta es la condición del bolchevique, recio como el acero, abnegado, dispuesto a darlo todo por el Partido (así, a secas) que es la vanguardia de la humanidad, el depositario –a través del centralismo democrático– de la sabiduría colectiva. Son numerosos los testimonios de entrega, de interpretación religiosa de la militancia. De modo obvio, el sectarismo es preocupación religiosa por la ortodoxia, por el acatamiento estricto de la doctrina del materialismo histórico”.

2. La realidad es que es difícil separar la fe y la razón, ¿es tener fe, es una simple creencia, luchar por la destrucción del capitalismo y tratar de poner las bases para la construcción de una sociedad igualitaria? ¿Es por esta “creencia religiosa” por la que millones de seres humanos salimos a las calles a protestar y muchas veces a enfrentarnos contra las fuerzas armadas que defienden el poder gubernamental o empresarial? Es probable que el intelectual Monsiváis tenga la sabia razón, pero ¿qué pensamiento puede separarse de los deseos “religiosos” y de la razón real o científica? Yo desde los 19 años, cuando el marxismo me convenció, eché en saco roto todas las religiones, pero nunca he tenido dudas de que mis convicciones de lucha por la igualdad –aunque naveguen en lo científico- puedan tener mucho de convencimiento religioso.

3. Escribe Monsiváis: “En las variantes nacionales cuenta muchísimo la personalidad de los líderes. En el caso de México las figuras primordiales del periodo 1919-1988 son, sin duda, Hernán Laborde, Valentín Campa, Vicente Lombardo Toledano, Dionisio Encinas, Demetrio Vallejo, Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros, José Revueltas, Heberto Castillo y Arnoldo Martínez Verdugo. Son dirigentes inflexibles, encarnaciones del dogma, heréticos e inquisidores, artistas, intelectuales, luchadores sociales. Viven la marginalidad sin prestigio, y la marginalidad que se reconoce pese a todo. Son internacionales y son despiadadamente localistas. Adoran a Stalin, así algunos se den el lujo de admirar a Trotsky, y su idolatría les hace renunciar a la autocrítica y a su visión moral”. No me cabe duda que Monsiváis estaba grueso al escribir este párrafo.

4. No me sorprendió que el intelectual Carlos Monsiváis escribiera –para denigrar a los militantes de izquierda y socialistas, que “Que desde 1919… homogéneo viene de la profesión de fe marxista, de la creencia en la versión soviética del socialismo, del culto a la Revolución”. Sin embargo esto explica al mismo tiempo porque Monsiváis no tuvo militancia política y, lo más grave, que nunca se haya comprometido o participado en movimiento social alguno de protesta; pero también que haya desautorizado fuertes manifestaciones de luchas estudiantiles como las de 1968 y 1999 en la UNAM. Mucha gente le respetó a Monsiváis sus posiciones políticas de rechazo al radicalismo, a las “provocaciones”, a los “dogmas de fe”, pero fueron condenadas sus declaraciones que dañaban a los movimientos sociales para quedar bien con las clases dominantes.

5. La realidad es que las posiciones políticas que denuncia Monsiváis en cuanto a los “inquisidores”, a los “difusores de dogmas”, los “adoradores de Stalin y de la URSS” no tienen mucho que ver con el haber profesado la fe marxista; fueron más bien razones políticas “científicas” y muy pragmáticas; la voluntad de acatamiento de órdenes que venían de la Tercera Internacional y Moscú por oportunismo político. No fueron dogmas sino conveniencias de los dirigentes políticos para quedar bien con el comité central. Sí hay muchos registros de dogmatismo y de fe entre los militantes de partidos; pero más que fe religiosa lo que debe denunciarse más es el seguidismo a las líneas partidarias y de pensamiento por conveniencias políticas, particularmente de sus dirigencias.

6. Monsiváis fue un distinguido personaje que escribió, reflexionó y opinó en la segunda mitad del siglo XX, por ello fue colmado como un intelectual muy destacado e inteligente. Como él muchos más escritores con sus obras han llenado librerías, salas de conferencias y la televisión con sus entrevistas y declaraciones. Pero no todos los intelectuales, escritores o artistas han tenido la oportunidad, han podido, buscado o querido destacar; hay otros miles en el país, con más o menos el mismo nivel literario de él, que se mueven en otros campos, con otros intereses y relaciones. Desafortunadamente en México la enorme mayoría de los “intelectuales” oficiales o de mafia, han estado moviéndose alrededor de los premios, salarios, becas, negocios, viajes, que ha ofrecido el gobierno y los medios de información a su servicio.

7. Las batallas entre la pasión y la razón políticas no dejarán de estar presentes en las luchas sociales. No pueden dejar de amargarnos o de entrar en cólera por las represiones, invasiones y asesinatos de que son víctimas los pueblos del mundo por el imperio; pero tampoco podemos dejar de alegrarnos o apasionarnos cuando los trabajadores obtienen victorias en su beneficio. Los seres humanos somos emoción, entusiasmo, pasión, aunque al mismo tiempo usamos la reflexión buscando razones aunque éstas no sean de la profundidad que se exige. ¿Cómo no entusiasmarnos cuando los pueblos de Cuba, Venezuela, Bolivia, Argentina logran ganar batallas en beneficios de sus pueblos y cómo no repudiar con razón los bombardeos yanquis en el mundo? (20/II/15)