domingo, 22 de febrero de 2015

febrero 22, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Dulcilí, muchacha ingenua, se iba a casar. Su mamá, señora chapada a la antigua, le dio un consejo: "Nunca dejes que tu marido te vea completamente desnuda. Cuando vayas a la cama con él siempre ponte algo". Pasaron tres meses de la boda. Una noche el maridito de Dulcilí le dijo: "Mi vida: hay algo extraño en ti que no comprendo, y me gustaría que me lo explicaras. ¿Por qué siempre que nos vamos a acostar te quitas todo y luego te pones ese sombrerito?". ¿Qué es negro-blanco, negro-blanco, negro-blanco? Una monjita rodando por la escalera del convento. Doña Anfisbena, mujer de fea catadura y áspero carácter, había oprimido siempre a su infeliz esposo don Sufricio. Enfermó la tremenda señora, y sintió llegado su último día. Con voz débil le dijo a su marido: "Sé que nunca has querido a mi mamá. Prométeme, sin embargo, que  cuando me lleven al cementerio irás en el mismo coche con ella". "Está bien -refunfuñó don Sufricio-. Pero eso me va a arruinar el día". La madre de Jack el Destripador le preguntó: "¿Por qué nunca sales dos veces con la misma chica?". Un individuo pidió trabajo en la farmacia de don Asclepio. Le dijo que tenía mucha experiencia en el ramo, y se jactó: "Con sólo ver al cliente puedo adivinar lo que va a pedir". En ese momento iba entrando una señora. El farmacéutico retó al solicitante: "A ver: ¿qué va a pedir esa clienta?". Respondió el tipo sin dudar: "Viene en busca de aspirinas". Llegó la señora al mostrador y dijo: "Quiero un frasco de aspirinas". Don Asclepio quedó asombrado. Entró en seguida un maduro caballero. "¿Qué va a pedir?" -le preguntó don Asclepio al vendedor. Contestó él: "Pedirá algo para evitar la disfunción eréctil". En efecto: el añoso señor pidió Viagra. El asombro de don Asclepio creció también. En ese momento llegó a la farmacia una mujer joven. "¿Qué va a pedir ella? -le preguntó el dueño al solicitante-. Si acierta usted, el empleo será suyo". Dijo el tipo: "Esa señorita viene a comprar toallas sanitarias". En el mostrador dijo la mujer: "Me da un supositorio". "¡Ja! -le dijo don Asclepio, burlón, al individuo-. ¡Se equivocó usted!". "Sí -admitió el sujeto-. Pero por muy poquito". Frase poco célebre: "Si quieres que tu esposa escuche con profunda atención lo que estás diciendo, habla dormido". La jefa de personal entrevistó a la linda chica que pedía el puesto de secretaria. Le preguntó: "¿Tienes alguna habilidad especial en la que destaques particularmente?". "Sí -respondió ella-. Soy buenísima para hacer el amor". Tosió la encargada de personal y aclaró luego: "Quiero decir, alguna habilidad especial en el trabajo". "Precisamente -replicó la chica-. Siempre hago el amor en horas de trabajo". En la relación hombre-mujer la mujer espera que el hombre le satisfaga todos sus deseos. El hombre, en cambio, espera que la mujer le satisfaga un único deseo. Un tipo hacía fila para comprar los boletos del cine para él y su esposa. De pronto sintió que el hombre que venía atrás de él empezó a frotarle vigorosamente la espalda. "¿Qué diablos hace usted?" -le preguntó, indignado. "Perdone -respondió el otro, confuso-. Soy masajista profesional, y me dio la impresión de que usted está algo tenso. No resistí la tentación de darle un masaje". Dijo el otro: "Ésa es la disculpa más idiota que he oído en mi vida. Yo soy auditor de Hacienda, ¿y acaso me ve follándome al señor que va delante?". Babalucas comentó: "Estoy mal de la vista. Veo puras manchas". Le preguntó alguien: "¿Has visto algún doctor?". "No -replicó el badulaque-. Puras manchas". Tres hombres llegaron al mismo tiempo al Cielo. San Pedro, el portero celestial, le preguntó al primero: "¿Cómo te llamas?". Contestó el recién llegado: "Etelvino". "Lo siento -le dijo el apóstol de las llaves-. No puedo admitir en el Cielo a alguien cuyo nombre evoca la idea del vino". Llamó al segundo y le hizo la misma pregunta: "¿Cómo te llamas?". Respondió éste: "Eudoro". "Tampoco puedes entrar -le  informó San Pedro-. Alguien cuyo nombre evoca al oro no es digno de estar en la morada célica". El tercer tipo se volvió a los que venían atrás de él en la fila y les dijo: "Estoy en problemas. Me llamo Próculo". FIN.