miércoles, 4 de febrero de 2015

febrero 04, 2015
Cuando alguno de sus rivales es señalado, aunque sea nebulosamente, de haber cometido cualquier asomo de acto indebido, Andrés Manuel López Obrador es implacable, intransigente. Le prodiga todo tipo de adjetivos infamantes y exige el mayor de los castigos.

Pero si surgen evidencias contundentes de malos manejos o incluso delitos entre alguno de los suyos, el caudillo tiende su manto protector y se queja de una conspiración —el compló, que le llama—, una persecución política ordenada por la mafia del poder. 


Son dos medidas. Para sus amigos, impunidad y gracia. Para sus enemigos, justicia y asedio.


¿Por qué López Obrador es tan flagrante en no medir con la misma vara?

Algunos que han estado cerca de él lo atribuyen a una reacción instintiva por evitar que la responsabilidad de cualquier conducta reprobable llegue a él directamente. Otros encuentran en este manto protector del caudillo la explicación de que se produzca entre su gente una lealtad fanática que deriva en que dentro de su partido político todos responden a coro a sus instrucciones, y rechazan con vehemencia ya no digamos alguna acusación, sino hasta la menor crítica a López Obrador.

Si él condena, los suyos acatan la señal y hacen lo propio con fiereza. Si absuelve, también. Ejemplos sobran:

Cuando Marcelo Ebrard hizo pública su intención de disputarle la candidatura presidencial de la izquierda, el lopezobradorismo se volvió de inmediato antiebrardista y el entonces jefe de Gobierno capitalino recibió todo tipo de acusaciones. Ahora que Marcelo está a la vera de López Obrador, Ebrard es digno de defensa y todas las irregularidades en la Línea 12 del Metro son una invención de Los Pinos para descarrilar los proyectos políticos de Marcelo (¿cuáles?).

A partir de eso, el discurso de los seguidores de Morena es en defensa del ex jefe de Gobierno. Si hay sustancia o no en las acusaciones, si existen evidencias firmes o no, es lo de menos. La señal está dada.

Cuando estalló el caso Iguala, López Obrador fue incapaz de hacer, no digamos una condena, sino un deslinde claro de Lázaro Mazón, su operador en Guerrero, y padrino político y financiero del alcalde criminal Abarca y su esposa. Mazón perdió la candidatura a gobernador que le había otorgado el líder, pero nunca hubo una sola declaración de López Obrador por lo menos para exigirle explicaciones.

Ebrard, Mazón, Bejarano con sus ligas de dinero, Ponce en Las Vegas a quien le dio justo el tiempo suficiente para que escapara, las denuncias contra Bartlett por presuntos actos criminales ante las que se tapa los ojos, los fraudes electorales de Guadarrama, Encinas que ayudó a escapar a un diputado acusado de crimen organizado, los dineros de Anaya y Dante… la lista es larga.

Gozan de la protección del líder. Y responden de igual manera. Lealtad por lealtad. Impunidad por impunidad. Saben también que si el momento lo exige, puede venir de él una condena, implacable. También es larga la lista de quienes la han padecido. Si eran culpables… es lo de menos.

SACIAMORBOS. Y hoy se van a exhibir… de nuevo.

carlosloret@yahoo.com.mx