miércoles, 7 de enero de 2015

enero 07, 2015
Carlos Loret de Mola Álvarez / 7-I-15

Bastaba verles las caras para concluir que no hay química, ni mucho interés por tenerla. Enrique Peña, de semblante serio, como en funeral. Barack Obama, aburrido, hasta somnoliento.

Quizá uno pensaba en que tiene que regresar a su país a iniciar el año con las mismas sospechas de corrupción, el interminable grito de Ayotzinapa y la economía estancada.

Quizá el otro estaba de malas porque era el Gran Día de sus odiados del Partido Republicano, que desde ayer controlan las dos cámaras del Congreso. Y encima de todo, esperar la traducción del español al inglés.


Quedó claro en la conferencia de prensa conjunta. Los presidentes Peña y Obama no tienen buena química, me lo han aceptado fuentes de alto nivel. Pero la relación binacional no es de amigos o cariño, es de intereses complejos e interdependencia.

Peña inicia el año en su punto de mayor debilidad por la inseguridad y los conflictos de interés. Sabe que tener a Obama, tener a Estados Unidos de su lado, puede ayudarle mucho: avalando las investigaciones de los desaparecidos, atrayendo inversiones para implementar las reformas y empujando hacia la salida del estancamiento económico (ahora que EU crece al 3%), en darle vuelta a la página de las casas.

Tras dos años de gestión, Obama invita por primera vez a la Casa Blanca a su homólogo mexicano. La convocatoria tardó, pero le llegó al priísta en el momento ideal.

México es el segundo mejor cliente de Estados Unidos, sólo debajo de Canadá. Por algo a la Casa Blanca le urge estabilidad, seguridad y crecimiento en su vecino del sur.

Sin embargo, Obama y Peña están atorados en pensar que la seguridad de los mexicanos es combatir a los cárteles y arrestar a los capos. El asunto va más allá: es combatir la impunidad, fortalecer la procuración de justicia, fortalecer las instituciones encargadas de ello.

Además, para Obama, un gobierno mexicano exitoso en la lucha contra el crimen desarticula las críticas de sus opositores a la apertura migratoria que decretó, en una de las poquísimas cosas que ha podido hacer.

Ya sin contar que a más de un analista de inteligencia del gobierno de Estados Unidos le preocupa la que, en cambio, es una gran relación personal y una creciente sociedad binacional: la de México con China.

Quizá por la gran química entre Peña Nieto y Xi Jinping, por las similitudes entre el PRI y el Partido Comunista de China, y hasta por la identidad entre las primeras damas.

Para el autoritarismo chino no hay mansiones que incomoden ni desaparecidos que obstaculicen, siempre que en México haya un tren bala por construir, una industria energética en la cual invertir, una mina de dinero.

En el gobierno federal mexicano me aseguran que quieren darle cada vez más peso a la relación con China. Me imagino que a China le fascina la idea de estar más en México, cerca de su gobierno, penetrar al país con sus intereses y mirar más cerca a la gran potencia a la que sueñan con desbancar.

SACIAMORBOS. Divina paradoja esta de la izquierda cabildeando a favor del más rico del mundo.

carlosloret@yahoo.com.mx