sábado, 3 de enero de 2015

enero 03, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Don Poseidón, ranchero acomodado, fue a la gran ciudad y entró en la barbería de un hotel de lujo. Pidió servicio completo: corte de pelo, rasura y manicure. Se acomodó bien en el sillón y dejó que el barbero lo cubriera con su lienzo para empezar a trabajar. Abrió muchos los ojos el granjero, pues se percató de que la joven y bella manicurista era dueña de un pródigo, ubérrimo, magnificente busto exuberante, muy visible además, pues la muchacha lucía un escote que dejaba ver hasta la punta del dedo gordo del pie izquierdo. Todo el tiempo que la muchacha duró haciendo el manicure el boquiabierto granjero no pudo apartar la vista de aquel generosísimo tetamen. La chica, concentrada en su labor, advirtió que el granjero traía en una uña uno de esos llamados padrastros, pellejitos que causan molestia, y aun dolor. Levantó los ojos y le dijo a don Poseidón al tiempo que esgrimía sus tijeras: “Le voy a cortar eso”. Exclamó con espanto el vejancón: “¡No, por favor, señorita! Este alzamiento que ve es involuntario. Si se cubre usted un poco, se me pasará solo”. Dos comerciantes se encontraron en la calle. Uno le preguntó al otro: “¿Cómo  te ha ido?”. Dice el otro: “No muy bien. Me estoy rigiendo por la ley de la oferta y la demanda”. Opinó el amigo: “Todos en el comercio nos regimos por esa misma ley”. “Yo más -replicó el comerciante-. No vendo si no pongo todo en oferta, y no cobro si no le pongo al cliente una demanda”. En efecto: este año, según los entendidos, se agravará la crisis económica bajo la cual hemos vivido los mexicanos desde la época de la Conquista. No hay ningún signo que permita abrigar ni siquiera el menor grado de optimismo. Lo bueno es que ya no hay devaluaciones: hay sólo “flotación cambiaria”. Lo bueno es que no hay ya aumentos de precios: hay solamente “ajustes”. Lo bueno es que no hay desplome petrolero: hay nada más “inquietud en los mercados”. México es el país de los eufemismos: cuando nos está llevando la chingada decimos que estamos atravesando por una variable adventicia de carácter intertemporal. Y sin embargo la inquietud social que ahora vemos no tiene causa política: es el reflejo de la dura situación económica que afronta la inmensa mayoría de los mexicanos. Decía José Martí: “Ganado el pan el verso sale solo”. Cuando no es posible allegarse lo indispensable para la vida surge la maldición, y luego la violencia. Es una pena comenzar el nuevo año bajo el signo ominoso del pesimismo, pero hay veces en que el optimismo es imposible, y se impone con todo su peso esa terca señora llamada realidad. Tocaría a los mexicanos apretarse aún más el cinturón si no fuera porque ya lo han vendido o empeñado. Una vez ante un médico famoso llegose un hombre de mirar sombrío. Le dijo: “Sufro un fuerte nerviosismo”. El facultativo le dio ciertas instrucciones a su guapa enfermera; la chica llevó al paciente a un cuarto adjunto donde había un canapé, meridiana, diván, chaise longue u otomana, y ahí dio buena cuenta no sólo de la tensión nerviosa del señor, sino también del señor mismo. Quedó éste más relajado que las costumbres de hoy. Un mes después el individuo volvió al consultorio. En esta ocasión, sin embargo, el médico le dijo escuetamente: “Para su tensión nerviosa  pase al cuartito de al lado -el del canapé, meridiana, diván, chaise longue u otomana- y satisfágase usted mismo”. El paciente, asombrado, se quejó. Dijo molesto: “El tratamiento de la vez pasada fue muy diferente”. “Es cierto -admitió el médico-. Pero en la ocasión anterior venía usted como paciente particular; ahora me lo envía el Seguro”. Usurino Matatías, el avaro más ruin de la comarca, iba borracho por la calle, cae que no cae, en la madrugada de Año Nuevo. Un amigo se lo topó y le dijo: “¡Caramba, Usurino! ¡Qué borrachera tan linda te pescaste! Tu dinero te debe haber costado”. “No me costó nada -respondió Matatías con tartajosa voz-. Nada más me puse a dar vueltas en una puerta giratoria”. Afrodisio Pitongo, hombre proclive a la concupiscencia de la carne, le propuso a Dulcilí, muchacha asustadiza e ingenua: “Vamos al jardín. Quiero darte un beso en lo oscurito”. “¡Ah, no! -protestó ella-. ¡Si quieres besarme tendrá que ser en los labios!”. (No le entendí)... FIN.