jueves, 29 de enero de 2015

enero 29, 2015
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Adivinanza: ¿Qué es una cosa que entra seca y sale mojada, que mientras más la dejas dentro más fuerte se pone, y que tanto el hombre como la mujer disfrutan en la cama? Respuesta: la bolsita del té. Babalucas se casó. Al llegar al hotel donde tendría lugar la noche de bodas su flamante mujercita le pidió en voz baja: “No vayas a decir que somos recién casados”. A la mañana siguiente, cuando bajaron a desayunar, el personal del hotel los recibió con una sonrisa picaresca. La muchacha se apenó. Le reclamó a Babalucas entre dientes: “Te pedí que no dijeras que somos recién casados”. “Y lo hice -se defendió el badulaque-. Les dije que somos nada más buenos amigos”. Esta chica llamada Facilda Laséstas es tan activa sexualmente que cada una de sus rodillas piensa que es la única. Mañana aparecerá aquí el relato intitulado “Sentimiento de una madre”. Digno de execración y vituperio es ese chascarrillo, a pesar de su nombre. Las personas pudibundas deben abstenerse de leerlo. Yo, que no soy precisamente un puritano, pasé por él los ojos, y su extremada sicalipsis me escandalizó. ¡No se lo pierdan!... He aquí dos historietas relacionadas una con la otra y con la reflexión que sigue. Se iba escoger entre los diputados al que presidiría la Comisión de Estadística. A fin de seleccionarlo se les aplicó a los aspirantes una prueba matemática difícil: a todos se les preguntó cuántas son 9 por 9. Al terminar el examen los sinodales le informaron al diputado Estagnación Patané que él era el elegido. “¿Cómo es posible? -se asombró éste-. Cuando salí averigüé que 9 por 9 son 81, y yo puse que son 73”. “Efectivamente -admitió uno de los jurados-. Pero usted fue el que más se acercó”. Dos mexicanos bebían su cerveza en la cantina de un pueblo de Texas. Estaban ahí cuatro  rudos sujetos de la localidad. Uno de los paisanos le dijo al otro: “Voy a hacer una encuesta. Les preguntaré qué piensan de nosotros los mexicanos”. Fue hacia ellos, en efecto, y les hizo la pregunta. Ninguno de los texanos hablaba español, de modo que los cuatro le hicieron la obscena seña consistente en mostrarle el dedo medio. Regresó el paisano a la barra, y su amigo le preguntó: “¿Qué te dijeron?”. Respondió el otro muy contento: “Todos opinan que somos el número uno”.. Hay un nuevo Gran Elector en la política de México: las encuestas. Ahora muchos candidatos a un puesto de elección no son escogidos por su capacidad para desempeñar el cargo, sino por su popularidad. Ese mérito, de dudosa valía algunas veces, es el que determina quién será el candidato -o candidata- a tal o cual cargo de autoridad o representación. Lo que importa es obtener el triunfo a como dé lugar, y luego ya se verá. He aquí uno de los riesgos de la democracia: el dedazo lo dan ahora las encuestas. Se me dirá que éstas son el reflejo de la voluntad general, y que por tanto el método basado en ellas es un procedimiento democrático. Sólo que esa voluntad puede ser influida fácilmente: un político dadivoso, simpático y de buena presencia será más popular que otro que no tenga esas características, aunque sea mejor. Cosas son éstas del tiempo que vivimos, y debemos afrontarlas como parte que son de nuestra realidad. Nos corresponde entonces vigilar la actuación de quienes ocupan puestos públicos, y hacer que se oiga nuestra voz de ciudadanos cuando ese comportamiento no se apegue a la ley o a la razón. Y esto no lo digo yo: lo dice una encuesta. Usurino Matatías, hombre avaro y cicatero, tenía una granja. Cierto día llevó a su esposa con el médico de una clínica gratuita, pues la señora sufría de agotamiento. Después de un breve examen el galeno le preguntó a la señora: “¿Cuántas veces a la semana hace usted el amor?”. Respondió ella: “Dos veces con mi esposo; dos con el peón de la granja; dos con el ordeñador de las vacas; dos con el encargado de los gallineros; dos con el que cuida los cerdos; dos con el almacenista y dos con el veterinario”. El galeno hizo la cuenta y exclamó luego con asombro: “¡Catorce veces a la semana! Eso explica su cansancio, señora. En adelante haga el amor solamente con su esposo”. “¡Ah no! -protestó con vehemencia Matatías-. ¡Si no lo hace con los trabajadores después ellos van a querer que les paguemos!”. FIN.