Reportaje de Luis Ángel Fuente, estudiante de la Facultad de Ciencias Antropológicas de la UADY.
La palabra tatuaje proviene del samoano «tátau», que significa ‘marcar o golpear dos veces’ se incorpora al español a través del francés, tatouage. Los marineros que viajaban por el océano Pacífico encontraron a los samoanos, y quienes quedaron fascinados por sus tatuajes equivocadamente tradujeron la palabra «tatau» como tatuaje.
La concepción y práctica del tatuaje en la sociedad occidental son aspectos que se han ido expandiendo en la sociedad, considerándolo por un lado una práctica prohibida, para delincuentes, que marca de por vida física y socialmente a la persona en cuyo cuerpo se puedan observar los trazos permanentes de tinta, mismos que pueden ser considerados un arte, símbolos con significado para quien los lleva y la justificación del dolor de este proceso.
La razón por la cual lo tatuajes se vuelven inmutables en la piel es que la tinta se asienta en la capa de la dermis, situada bajo la epidermis (superficie de la piel). La epidermis renueva constantemente sus células, el metabolismo de la dermis no implica este tipo de renovación celular y, por lo tanto, la tinta no se elimina.
En sus inicios, el tatuaje era considerado un elemento característico de los marineros, e incluso piratas. Se tiene la creencia de que de ahí surge la relación entre el tatuaje y la delincuencia, en la época de los 60 y 70, el tatuaje surge una metamorfosis al ser adoptado por la comunidad hippie, quienes le estamparon su estética y simbolismo, llevándolo a un nivel artístico y sentimental que perdura en nuestro tiempo. Al presente es común observar tatuajes en personas y figuras públicas como modelos, deportistas, músicos, escritores, etc. El tatuaje requiere pertenecer a una clase o grupo social en particular, mucho menos de la edad (aunque en algunos países, practicar el tatuaje en menores de edad es ilegal).