sábado, 6 de diciembre de 2014

diciembre 06, 2014
Gilberto Avilez Tax

A los dignos muchachos del Movimiento Estudiantil de la UQROO

Este pequeño artículo no tiene la intención de ser objetivo, está plagado de subjetividades, y no se ciñe al canon de lo “científica” o políticamente correcto, y menos se trata de un ensayo que pretende un prurito literario. Más bien, podría adjetivarse y verse como un pastiche, un ucase, o una diatriba apasionada. Y la que fue mi alma máter en licenciatura y maestría, la UQROO, me apasiona en demasía.


Antes de lanzar mis consabidas peroratas, expongo mis cartas credenciales: nunca fui un alumno ejemplar ni me interesé por eso que se dice “vida universitaria”, aunque viví casi 10 horas del día durante 5 años de licenciatura y 2 de maestría en la biblioteca Santiago Pacheco Cruz, aunque he escrito un deleznable capítulo de libro y un artículo no menos deleznable, bajo el sello de la UQROO, así como dos que tres poemas en una tal Revista Cartapacio, que dan cuenta de mi paso silencioso por esa universidad.

Conocí, también de cerca, los grupos y los cenáculos malsanos de poder dentro de esa universidad, pues al serme publicado el capítulo del libro de marras, los coordinadores no tuvieron ni la gentileza de indicarme sobre su publicación, pero en las prensas oficiales de Quintana Roo mi nombre aparecía con el sambenito de “profesor investigador”, algo que nunca he sido, ni tengo el deseo o la imbecilidad de serlo.

Pues bien, ¿qué me inspira, me impele o motiva, a mí, un egresado e incluso alejado de Chetumal para siempre, como para escribir o para interesarme por esa universidad y sus cenáculos infames y sus mafias cancerígenas de dentro y de afuera de sus muros universitarios? Sin estar signado por el sentimiento de un mal escritor de boleros, diré que únicamente el amor desinteresado de un historiador por su universidad primera es lo que mueve el teclado de mi vieja lap: escribo sobre aquella universidad que me dio las bases librescas para hacerme de un capital cultural; hablo de esa universidad en la que, a pesar de sus profesores, intenté llevar, más allá de los lugares comunes y del pensamiento tropical, la crítica más despiadada de todo lo posible y la investigación sin cortapisas de un autodidacta que se encuentra entre los suelos y entresuelos de la literatura, de la historia, la antropología y el derecho.

Hoy sostengo, sin sombra de duda, que sí, es cierto que la UQROO naufraga en un mar de simulacros, de adocenamientos y adormecimientos colectivos (sin qué decir del adoctrinamiento oficial de algunos de sus miembros más conspicuos de su profesorado), de “academismo” encapsulado entre las batallas de mis cotas de poder y mi negación tremenda de la realidad (ver mi artículo “Losunamistas y los ágrafos de la UQROO”).

También, sin empacho, sostengo que el naufragio-navegación de esa universidad, se escora hacia la desesperanza. Y no lo digo por decir. Hace cosa de unos pocos meses, algunos nos enteramos de que esa Universidad tropical era catalogada como una de las diez peores del país. Y tal vez esto no sea desde tiempos recientes, sino que el grado de incompetencia universitaria pudiera ser que se engendró posterior al periodo de Efraín Villanueva Arcos, es decir, desde tiempos de los ex rectores Francisco Rosado May y José Luis Pech Várguez, hasta llegar con la “maestra” Elina Coral Castilla, la cual desde luego que radicalizó esa indigencia universitaria, poniendo a la UQROO en el camino que lleva ahora, entrampada entre el autoritarismo de unos, y la conchudez asqueante de muchos. Hablo de esa universidad gobernada, o desmadrada, por figuras cercanas a uno de los peores ejemplos –el más rupestre, tal vez- del PRI nacional, el que se destila entre “la Isa de las Golondrinas” y “la Ciudad de los Curvatos”: Cozumel y Chetumal.

Recordemos que con Villanueva Arcos, aunque este último es cercano al sistema que gobierna cuasi-dictatorialmente Quintana Roo, podemos decir que la UQROO tuvo su mejor época en cuanto a producción académica se refiere. Como antropólogo que es, Villanueva Arcos estaba convencido de la importancia del rescate de la historia, la antropología y los estudios regionales, y es así que de ese periodo vienen los trabajos pioneros para la historiografía quintanarroense y peninsular, escritos por Martín Ramos, Lorena Careaga, Carlos Macías Richard, Luz del Carmen Vallarta Vélez, etc. Este grupo pionero de historiadores y antropólogos fundadores de la Universidad de Quintana Roo, a pesar de no ser originarios de la península, sentían y sienten a la Península y a los asuntos peninsulares como si de su solar paterno se tratara. Con más de 12 años después de que Luz del Carmen Vallarta Vélez escribiera su bello libro sobre los payoobispenses, no ha habido otro trabajo de peso historiográfico y antropológico que se le compare, y es que a partir del año 2002 hasta en la actualidad, la parca, parasitaria (refritos de tesis aburridas), y adormilada producción académica se ha reducido a poco más que artículos deshilvanados mal escritos por las pequeñas mafias que infectan esa universidad.[1] Salvo en algunos trabajos en el que el CIESAS Peninsular ha participado, toda la producción posterior a 2002 se puede catalogar como de pérdida académica, pérdida institucional, y pérdida económica para la UQROO: no hay aportes académicos que valgan la pena leer. Por el contrario, en la UQROO se fabrican a centenas textitos que no dicen nada ni para los mercachifles de los puntos para el SNI, como son casi todos los trabajos basura de Francisco Güémez Ricalde o la no menos producción basura insectívora de la doctora de la Lumumba (¡qué horror!), Magdalena Vázquez; o se demuestra a las claras que la antropología que se destila en la UQROO es más literatura y oralidad mal oída que ciencia profunda, cuando leo los trabajos con el estilo mal imitado de Laura Restrepo, de Eliana Cárdenas. O bien, si analizo las aportaciones “jurídicas” de Luis Geraldo Samaniego, encargado de hacer la historia jurídica de bronce del podrido poder de la oligarquía quintanarroense; o desde luego, se discute hasta la nausea los lugares comunes del turismo y los mayas en un librito que no me acuerdo el nombre, escrito por un tal Yuri Balam. Desde luego, esta indigencia investigativa dice mucho de esos profesores acostumbrados a vivir entre la holganza discursiva y teorética, y el coctel tropical chetumaleño. No quiero ni hablar de dos casos de influyentismos que se dan en ese gremio, basta ver los apellidos Marín y “Ballestas”, que se repiten en la nómina, para comprobar mi aserción. Todo este desbarrancadero de la UQROO que he referido a grandes rasgos, se dio a partir de los tres rectorados posteriores a Villanueva Arcos. Esos tres rectorados contribuyeron para hacer de la UQROO lo que es ahora: una especie de bodrio, una veinteañera triste que se levanta todos los días con ganas de cambiar, pero que no puede ni fructificar su razón ni trascender su cultura.

Lo peor de esos tres rectorados post Villanueva Arcos, es que detrás de las fiebres autoritarias de un Rosado May, o de un Pech Várguez, así como el indigesto y vomitivo “culto a la personalidad” de Coral Castilla (véase, en estos momentos, el portal de internet de la UQROO para refrendar mi dicho), se encontraban individuos que defendían a morir su tren de vida de nuevos ricos de pueblo, como un cubano que fue secretario general en tiempos de Pech Várguez y que reprodujo el “modelo cubano” de dirigir a lo que fue considerado en tiempos habaneros un cortijo de secretaría general de la UQROO, y que dio pasto para la cubanización de dicha universidad. Entre la cubanización más abyecta, también la UQROO se pintó de roja y se puso el traje de luces con los trinquetes y triquiñuelas de la españolidad a todo lo que da, como un intento de segunda conquista, etcétera. Pero, sin duda, lo que más ha defenestrado a esa universidad, creo yo que estriba en la peor de todas las mafias: la mafia guachinanga (remito de nuevo a mi hipotético lector al artículo precitado), donde hasta una profesora de antropología se da el lujo de traer a una de sus hermanas a laborar sin experiencia académica, avalada únicamente por su grupo de poder yucateco.

Hace cosa de pocos meses, vuelvo a repetir, en diversos portales y medios digitales, haciendo eco de un documento extraído de la QS Top Universities, la Universidad de Quintana Roo fue señalada como una de las diez peores universidades del país (el universo fue de 300 universidades latinoamericanas), y los indicadores de esa mala evaluación estribaban en los pocos doctores con que cuenta en las aulas, la raquítica o deficiente actividad investigativa, las estadísticas enanas de sus egresados que han cursado estudios de postgrado, o los cuerpos académicos representando a la universidad mediante foros, ponencias internacionales, artículos en revistas de prestigio, etc. La UQROO, hoy por hoy, dirigida por una funcionaria de gobierno que en realidad es una jefa de colonias de la oligarquía quintanarroense, con una secretaria general que se jacta de su tren de vida en Facebook comiendo en los mejores restaurants del DF o haciéndola de turista en hotel de 5 estrellas en la Riviera Maya, es pasto para la crítica tanto de sus bien como de sus malquerientes. Una crítica, desde luego, justificadísima.

Esto es lo menos malo que ocurre en la UQROO. No he hablado de cómo se “pepenan” profesores con grado de simples licenciados –el requisito único, la familiaridad o cercanía con un mesías o con un miembro de una de las distintas mafias de una de las carreras-, ni he hablado de otras estulticias que es preciso callar por ser algo de sobra sabido (se da casos de profesores de tiempo completo que dirigen tesis sin jamás haber hecho una pinchurrienta tesina, como es el caso de varios profesores de derecho). Lo más grave de todo es que la UQROO, aparte de que cuenta con un rectorado con nula vocación democrática, se encuentra en una crisis sistémica de ilegitimidad frente a una nueva generación estudiantil más lúcida, más crítica, más política (en el buen sentido de la palabra, que significa la participación en los asuntos que nos competen a todos), y acaso la generación en la cual yo hubiera querido formar parte: esa generación estudiantil que se encuentra muy alejada del Colegio de Estudiantes (Colest), que siempre fue y será drenado por los intereses partidistas. Y aquí doy dos ejemplos de la condescendencia perruna del Colest con la jauría autoritaria: se ha señalado que en 2012, el presidente del Colest apoyó al candidato del PRI a la presidencia del país, algo aberrante. Algo no menos aberrante, sucedió en mis épocas de estudiante. En 2006 o 2007, el ganador para dirigir el Colest, fue uno de extracto indígena nacido en José María Morelos, un tal Felipe Huchim. Al mes de ganar, Huchim salió de la UQROO y le cedió el cargo a su secretario, alguien cercano al priato. El Colest, desde luego, no es un órgano creíble y confiable para los estudiantes independientes, pues sigue siendo parte del aparato de poder autoritario de la UQROO.

Contrario al Colest, esta generación estudiantil de la cual hablo con orgullo, es la que se encuentra en torno al Movimiento Estudiantil (como indica en su página de Facebook, “un movimiento por México y para México”), una organización de jóvenes universitarios de la UQROO que, acicateados por una genuina reacción de indignación contra el crimen de Estado acaecido en Ayotzinapa el 26 de septiembre de 2014, decidieron solidarizarse con los padres de los jóvenes normalistas desaparecidos de Guerrero, y mediante la marcha y la protesta -esa protesta social que, en estos momentos, el PRI y el PAN en el congreso federal desean volverla delito, como sucede actualmente en Quintana Roo con la Ley Anti marchas salida de una de las bravuconadas del Calígula de Quintana Roo, Roberto Borge Angulo-, han dado un ejemplo de civismo y compromiso social no sólo a sus padres, sino también a la mafia de sus profesores.

El Movimiento Estudiantil, como indican sus administradores, no surgió posterior a Ayotzinapa, sino mucho antes, un año antes para ser precisos, cuando se dieran para 2013 las movilizaciones generales de los maestros defendiendo una educación “gratuita, científica y popular”. Desde ese momento, el Movimiento Estudiantil tuvo sus orígenes en esta nueva generación de estudiantes de la UQROO, que desde las redes sociales, poco a poco fueron consolidando su conciencia política, reforzando aquella necesaria “responsabilidad social”.

De ser un movimiento social estudiantil de indignados por lo de Ayotzinapa, el Movimiento Estudiantil pronto evolucionó a un Movimiento, tal vez, en pro de la autonomía universitaria. Y la causa de este feliz acontecimiento se debió a la autoritaria y para nada inteligente respuesta de la rectora Coral Castilla y la secretaria general, Nancy Quintal, ante una propuesta del Movimiento Estudiantil de querer realizar un evento cultural en solidaridad con Ayotnizapa llamado “Todos somos Ayotzinpa: la indignación a través del arte”. Este acto se realizaría, al parecer, el día 20 de noviembre en la UQROO posterior a una marcha en Chetumal en solidaridad con los padres de los normalistas desaparecidos en Guerrero. Sería “un paro simbólico en el que se pretendía dedicar el día en remembranza de nuestros hermanos de Ayotzinapa, mediante actividades artísticas, culturales y democráticas dentro de la UQROO”. Al saber esto, la respuesta del rectorado satrapezco de las dos lideresas de colonia del PRI local en la UQROO (la rectora y su secretaria), fue suspender clases los días 19, 20 y 21 de noviembre, supuestamente para combatir plagas del dengue, del paludismo y la Chikungunya en las instalaciones de esa universidad, pero que tenía, como objetivo directo y claro, el “calmar las ansias de la comunidad universitaria para que ésta se vea privada de su más alto y puro deseo de trascender nuestra cultura hacia la deliberación política”. Con esta suspensión de clases que tenía intereses no de salud sino políticos, los del Movimiento Estudiantil no tienen dudas de que los funcionarios de la UQROO –rectorado y sus jefes de carrera y departamento-, a tono con las políticas autoritarias que se destilan en la rupestre clase política cozumeleña y chetumaleña del PRI local, van en contra de “un inminente surgimiento de un espíritu crítico político dentro de la comunidad estudiantil en Quintana Roo”, y están convencidos que “ciertas autoridades políticas y académicas se muestran intolerables y reaccionan con medidas de suspensión y desprecio de este movimiento”.


Si como decían los estudiantes, de que en la UQROO los funcionarios no mostraron una postura de apoyo y atención a los familiares” desde el día 26 de septiembre, también es cierto que no sólo los funcionarios de la UQROO, los que ostentan un cargo de poder fueron omisos a eso, sino que no se dejó oír en más de dos meses una muestra, ¡vaya!, ¡ni una muesca de solidaridad! ante la tragedia de Ayotzinapa por parte del Colegio de Académicos de la UQROO. Y cuando los estudiantes en torno al Movimiento Estudiantil comenzaron a movilizarse, horrorizados tal vez por la “normalidad” tropical y el Chetumal time de los profesores y rectorado de la UQROO, los profesores tampoco movieron un ápice de su pachorrudo cuerpo de conchudos apoyando a sus estudiantes. Y esto, considero que no sólo se explica porque a los profesores el rectorado y los jefes de Departamento les prohibieron acercarse al Movimiento Estudiantil, sino que se explica por el grado de inmadurez política, el vil y degradado nivel de adocenamiento académico que se destila entre las mafias de la UQROO. Esto no es nada nuevo, sucedió cuando en tiempos de Pepe Pech se descarriló de raíz una propuesta de sindicato universitario, se expulsó a sus organizadores de la UQROO, y el Colegio de Académicos y las Comisiones de deshonor de la UQROO guardaron un total silencio cómplice.

Sin embargo, a pesar del aparente estado “huérfano” (huérfano de sus maestros) del Movimiento Estudiantil, estos valientes muchachos han dado cátedras de civismo, de cordura, de lucidez, desde el pasado día 19 de noviembre se han convertido en “una plaga”, sí, pero en una plaga de rebeldía y de ejemplo democrático tanta para sus adocenados maestros como para el rectorado actual (mi idea es simple, el rectorado actual de la UQROO es un reflejo prístino de su profesorado), como para la sociedad quintanarroense actual. Sin tener de forma explícita la autonomía universitaria, esta va implícita cuando dicen los estudiantes que “la causa que persiguen con devoción” es “la transformación de la vida política de la comunidad estudiantil”, algo que sólo es posible de llevarse a cabo con la condición sine qua non de la autonomía universitaria. Entre la mafia profesoral y el autoritarismo rectoral, la autonomía universitaria es la tercera vía necesaria.

El día 3 de diciembre, en los jardines de la UQROO el famoso Colegio de Académicos de la UQROO, después de más de dos meses de lo ocurrido en Ayotzinapa, y después de casi dos semanas de que los estudiantes del Movimiento Estudiantil decidieran acampar como protesta en la UQROO, al fin dieron muestras de su existencia y de que sí tienen un poco de sangre en sus venas. Sin embargo, mediante un comunicado[2] demasiado pulcro, sin comprometerse más que con los “procedimientos admnistrativos” y sin manifestar claramente su rechazo al autoritarismo de la rectora y su secretaria general, decidieron acercarse al Movimiento Estudiantil “respaldando su protesta pacífica”. Acto seguido, con una muestra de su olímpica vulgaridad, estos “académicos”, llevando agua al molino de su mezquindad, le recordaron a la rectora que se apurara con los ascensos y las definitividades a sus hijitas (el presidente del Colegio de Académicos tiene una hija, al parecer antropóloga, dando clases en esa institución), a sus parientes, etc. 

Termino este artículo transcribiendo una pregunta que les hice a los del Colegio de Académicos de la UQROO en la página misma del Movimiento Estudiantil:

La pregunta que no se ha hecho, es la siguiente: ¿cuánto tiempo tardó en reaccionar el inefable y gris Colegio de Académicos de la UQROO? El 26 de septiembre fue lo de Ayotzinapa, al día siguiente estudiantes y académicos de diversas partes del país -entre ellos, El Colegio de México, A.C. (COLMEX), generoso desde el primer momento con el genocidio ocurrido en Ayotzinapa- mostraron su indignación, su molestia, su repudio a los actos de salvajismo de la narcopolítica en Guerrero, así como la descarada omisión sistémica del gobierno federal. Hoy, a más de 2 meses de la tragedia, se deciden los "académicos" y administrativos de la UQROO a mostrar su repudio y a solidarizarse con los estudiantes de la UQROO. Que nadie se engañe, este acto de los omisos y cacasenos académicos de la UQROO, con retraso descomunal que demuestra a las claras su indiferencia respecto a los asuntos nacionales -sin qué decir de los locales- es otro triunfo, y muy triunfo, del movimiento estudiantil de los dignos y valientes estudiantes de la UQROO, no de sus profesores. Sin embargo, es bienvenida la salida de ellos de su letárgico deturpamiento....

[1] Un ejemplo, el deficiente grupo de artículos aparecido en el libro coordinado por Antonio Higuera Bonfil, 2006, Trabajo de campo: la antropología en acción, México, UQROO-Plaza y Valdés, donde se habla de migraciones, antropología política, religión, indios y turismo, pero no se esclarece nada de lo que significa el trabajo de campo.
[2] Comunicado “Todos somos Ayotzinapa”, del Colegio de Académicos de la UQROO.