domingo, 14 de diciembre de 2014

diciembre 14, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Don Geroncio, señor de edad madura, fue a una mancebía, burdel, congal, zumbido, ramería o lupanar, y contrató los servicios de una de las señoras que ahí profesaban el muy antiguo y noble mester del meretricio. Con ella fue a uno de los habitáculos o accesorias del local. Pasó una hora; pasaron dos y tres, y la mujer y su provecto cliente no salían del cuarto. La dueña del establecimiento, inquieta, fue y dio unos discretos golpecitos en la puerta. Preguntó: "¿Se puede?". Desde adentro respondió don Geroncio con voz feble: "Se trata". Cierto marido llegó a su casa y encontró a su esposa en peletier, o sea sin ropa, respirando agitadamente y con una lámpara de forma extraña en la mano. Le preguntó: "¿Qué haces?". Respondió ella: "Estoy limpiando esta lamparita". Dijo el hombre: "Solamente vine por mi raqueta. Voy al club; regresaré para la cena". Y así diciendo se marchó. Tan pronto salió el marido la señora dijo: "Ya se fue, genio. Sal de la lámpara y sígueme cumpliendo mi deseo". La maestra iba a proponerles algunas adivinanzas a los niños. Le ordenó a Pepito: "Tú no contestes. Te las sabes todas; siempre te adelantas, y no das oportunidad a los demás niños de que participen". Así diciendo propuso la primera adivinanza: "Agua pasa por mi casa, cate de mi corazón". "¡El aguacate!" -respondió al punto Pepito. La profesora le indicó, molesta: "Te dije que no contestaras". Y dirigiéndose a los niños: "Ahí va otra: 'Lana sube, lana baja'". "¡La navaja!" -se apresuró a responder Pepito. La maestra, irritada, lo despidió llena de enojo: "¡Se me sale y no regresa!". Y respondió Pepito triunfalmente: "¡Un pedito!"... Después de examinar a don Languidio Pitocáido le dijo el médico: "Sufre usted de agotamiento general, señor. Debe renunciar a la mitad de su actividad sexual". La esposa del senescente caballero le preguntó al facultativo: "¿A cuál mitad debe renunciar, doctor? ¿A la mitad que recuerda o a la mitad que quisiera tener?"... El buen padre Arsilio amonestaba paternalmente a la muchacha de cascos ligerísimos. Le dijo: "Lo que debes hacer, Pirulina, es pensar en el más allá''. Respondió ella: "Pienso mucho en eso, padre. Cuando estoy con un hombre siempre quiero que llegue más allá"... Una muchacha le preguntó a otra: "¿Conoces a Facilicia, mi compañera de cuarto?". Respondió la otra: "La conozco". Le dijo la muchacha en tono de confidencia: "Descubrí que practica el nudismo con su novio". "¿De veras? -se interesó la amiga-. ¿Pertenecen acaso a un club nudista?". "No, -precisó la chica-. Pero ayer entré en el cuarto y los hallé hechos nudo". Doña Chalina, la chismosa del pueblo, propaló la versión de que un señor del pueblo era alcohólico. Explicó que había visto su camioneta estacionada durante varias horas frente a una cantina. El señor no dijo nada, pero ese mismo día estacionó su vehículo frente a la casa de doña Chalina, y lo dejó ahí toda la noche. Don Añilio, maduro caballero célibe, tenía un perico. Iba a salir de vacaciones, y le encargó el loro a su vecina, la señorita Solicia Sinpitier. Sucedió que el tal loro era muy mal hablado, y a toda hora soltaba sin más ni más sus sonorosas maldiciones. La señorita Sinpitier lo amenazó: "Si sigues hablando así te voy a encerrar". El maldiciente cotorro no hizo caso, y siguió profiriendo vocablos de grueso calibre. Una mañana el señor cura llamó a la puerta de Solicia. Vio ella quién era el visitante, y temerosa de que el perico maldijera delante del sacerdote fue a encerrarlo. No encontró dónde, y como el señor cura seguía tocando la puerta metió a toda prisa al loro en el refrigerador. Había ahí un pavo congelado que la señorita Sinpitier había comprado para la Navidad. Lo vio el perico y exclamó con temeroso asombro: "¡Uta! Pos éste ¿qué diría?". Un loco escapó del manicomio. El director del establecimiento hizo que la policía lo buscara, pero la búsqueda fue inútil. De pronto sonó el teléfono en la oficina del director: era su esposa. "Viejo -le dijo en voz muy baja como para que no la oyera alguien que andaba por ahí cerca-. Creo que el loco que andas buscando se encuentra aquí conmigo". "¿Cómo dices?" -se asombró el director. "Sí -confirmó la mujer-. Se metió a la casa, me trajo a la recámara y me está haciendo el amor como loco"... FIN.