viernes, 28 de noviembre de 2014

noviembre 28, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Un tipo le contó a sus amigos: “Mi abuelo tiene 80 años, y todo el año les hace el amor a las muchachas, menos en julio’’. “¿Por qué en julio no?’’ -se extrañó uno-. Explicó el otro: “Porque en julio sale de vacaciones su enfermero, que es el que lo pone arriba de las muchachas’’... El director de la orquesta que tocaba en el baile de coronación de aquella feria pueblerina apuntó en un papel el nombre de la próxima selección que el conjunto iba a tocar: “Blue Moon’’. El grandilocuente locutor leyó el nombre de la pieza y anunció en el micrófono con sonorosa voz: “¡Y ahora, respetable público, la Orquesta ‘Lira de Terpsícore’ interpretará para nosotros, como sólo ella sabe hacerlo, la bonita melodía intitulada ‘Blue Demon!’’... El párroco recién llegado al pueblo le dijo al terrateniente del lugar: “¿De manera, don Poseidón que usted y su esposa tuvieron 10 hijos?’’. “Sí, padre -respondió apenado el vejancón-. Ya sé que son muy pocos, pero es que mi mujer y yo nunca hemos congeniado”... Ni siquiera un año de casada tenía la muchacha cuando les informó a sus papás que se iba a divorciar. “¿Por qué, Dolicia?’’ -le preguntaron, consternados. Respondió ella: “Tengo un grave problema de comunicación con mi marido’’. “¿Problema de comunicación?’’ -repitió el papá sin entender. “Sí -confirmó Dolicia-. Alguien le comunicó que le estoy poniendo los cuernos’’... Himenia Camafría, madura señorita soltera, se topó en una calle del pueblo con el famoso luchador que esa noche iba a actuar en la arena de la localidad. Le dijo: “¡Qué guapo y fuerte es usted, señor! ¡Parece que está hecho de fierro! Nunca salga a la calle cuando esté lloviendo, porque se va a oxidar. Es usted Coloso Negro, el gran luchador, ¿verdad?’’. “Sí, señorita -respondió el otro. Le dijo Himenia con un mohín travieso: “¿Puedo echarle una llave?’’. “Vamos a ver -respondió divertido el gladiador al tiempo que simulaba que se ponía en guardia. “Aquí la tiene -le dijo entonces la señorita Himenia al tiempo que le echaba una llave en la bolsa de la camisa-. Es la de mi casa”. Quien haya leído la que antes se llamaba “historia patria” no se inquietará más de lo necesario al contemplar lo que está sucediendo en el país. Sabe que en el pasado México ha afrontado crisis peores que ésta por la que ahora atravesamos, y que cada conflicto ha servido para fortalecerlo, en vez de para debilitarlo. El gran drama del 68, por ejemplo, sirvió para ampliar el margen de libertades de los mexicanos. La crisis social y de política que enfrentamos ahora habrá de servir para que México se convierta en un estado de Derecho, donde impere la ley y no existan ya la corrupción e impunidad que tanto daño nos han hecho. Una de las características de nuestros gobernantes, sean del signo que sean, es que siempre se han sentido absolutos, vale decir, absueltos de cumplir la ley. Piensan que ésta obliga sólo a los gobernados, y no a quienes detentan el poder. Ese menosprecio del orden jurídico es una de las causas, la mayor quizá, que nos han llevado a la crisis que ahora estamos viendo. La gente protesta contra la soberbia de los poderosos, contra su prepotencia, contra el desdén que muestran por la ley y por los ciudadanos. No es ya en el fondo la cuestión de los desaparecidos de Ayotzinapa, con todo y ser ese tema de importancia capital. Tampoco es el asunto de la ya tristemente célebre “Casa blanca”. Es el hartazgo de la ciudadanía ante todos los efectos que derivan de la política mal ejercida: la inseguridad, el desempleo, la falta de oportunidades para los jóvenes, la pobreza. Siempre se ha dicho que el pueblo mexicano es paciente y abnegado. Parece ser que su abnegación su paciencia se están acabando ya. Llegó Babalucas a la papelería y le pidió a la dependienta: “Quiero un rollo de papel para muerto’’. “¿Papel para muerto? -se sorprendió la muchacha-. No sé que exista esa clase de papel’’. A otras cinco papelerías fue Babalucas, y en ninguna encontró lo que buscaba. Llegó a su casa y le dijo a su esposa, que se disponía a hornear unas galletitas: “No hallé lo que me encargaste, vieja. En ninguna papelería tienen papel para muerto’’. “Ay, Baba -suspiró la señora-. Te dije ‘papel parafinado’”... FIN