jueves, 13 de noviembre de 2014

noviembre 13, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Loretela era una linda chica en edad de merecer. Tenía un hermano a quien llamaban Pansy, pues a más de ser algo regordete era gay. Sucedió que a Loretela le salió un guapo pretendiente, joven, viril,  fornido de cuerpo y de estatura procerosa. El apuesto muchacho la invitó a un baile. “Podrás ir -le dijo a Loretela su papá-, pero a condición de que Pansy te acompañe. No me fío de ese tipo”. “¡Pero, padre! -protestó ella-. ¿Qué va a decir Heraclio -así se llamaba el galán- cuando vea a mi hermano? Sus modales son demasiado femeninos. Parece Reina de la Primavera”. “Pues ya lo sabes -contestó, irreducible, el genitor-. O vas con Pansy o no vas”. Mal de su grado Loretela hubo de aceptar. Antes de ir a la cita, sin embargo, habló seriamente con su hermano. “Por favor, Pansy -le dijo-, cuando te presente con Heraclio no hables con tono aflautado, ni hagas los movimientos feminoides que haces. Procura asumir una actitud varonil”. Pansy le prometió que haría su mejor esfuerzo. En efecto, llegado el momento Loretela le dijo a Heraclio, algo nerviosa: “Te presento a mi hermano”. “Mucho gusto” -saludó el galán. Pansy, con voz ronca y gesto adusto, le contestó fijando en él una mirada penetrante: “¿Qué pasó, cuñao?”. Su tono y ademán fueron tan de macho que el otro se sobresaltó. Prosiguió Pansy con el mismo continente grave: “Mucho cuidado ¿eh? Mi hermana no está sola. Tiene quien vea por ella”. “Lo sé -respondió, inquieto, el pretendiente-. Pero quiero decirle que mis intenciones son serias y.”. “Se lo repito -le advirtió, severo, Pansy-. Tenga cuidado, porque si no.”. En este punto se interrumpió súbitamente. Volviéndose hacia Loretela le dijo con su voz mujeril de siempre y con femenino melindre de desesperación: “¡Ay no! ¡Yo ya me cansé!”. Lo mismo, aunque en otro contexto y en diferente tono, dijo el Procurador de la República, Jesús Murillo Karam, para poner fin a una entrevista que se le hacía sobre el caso de los normalistas desaparecidos. A posteriori dio una zonza explicación jalada de los pelos: el cansancio a que se refirió no era de cuerpo; era más bien espiritual. Estaba cansado ya de la violencia, etcétera. Pienso que ni siquiera eso lo debería cansar. Es humano ciertamente -él mismo recalcó su condición humana, por si alguien no la conocía-, pero es también funcionario público obligado a cumplir una función. Declararse cansado en cualquier forma es una muestra de debilidad sumamente inoportuna en las actuales circunstancias. Su expresión  fue un error grave, uno más de los muchos que los funcionarios han cometido en estos últimos días. Parecen aturrullados, poseídos por el nerviosismo. Otro de esos errores, igualmente inoportuno, fue el viaje de Peña Nieto a Australia y China, cuando México materialmente está ardiendo. El país se incendia, y nadie muestra capacidad para apagar el fuego. El día de la boda Florilí se sorprendió al ver que su prometido llegaba a la iglesia llevando su equipo de golf. Le preguntó asombrada: “¿Por qué lo traes?”. Replicó él: “Esto no va a tomar todo el día ¿verdad?”. El papá de Pepito vio sus calificaciones. “Reprobado en Historia -le dijo-. ¿Cómo explicas eso?”. Contestó el chiquillo: “La maestra se empeña en preguntarme cosas que sucedieron antes de que yo naciera”. Empédocles le comentó a Astatrasio: “No me lo vas a creer, pero una vez estuve 12 años sin fumar, sin beber y sin tener sexo”. Exclamó el otro: “¿De veras?”. “Sí -confirmó Empédocles-. Pero luego cumplí los 13 y.”. Aquel científico inventó un robot que le daba un coscorrón a quien dijera una mentira. Para probarlo le preguntó a su hijo adolescente: “¿Fuiste ayer a la escuela?”. Respondió el muchacho: “Sí”. ¡Zas! El robot le dio un coscorrón. “Está bien -confesó el mozalbete-. Me fui al cine”. Volvió a preguntarle el papá: “¿Qué película viste?”. Contestó él: “Harry Potter”. ¡Wham! -otro coscorrón del robot. El adolescente se apenó: “La verdad es que era una película porno”. Su padre lo reprendió: “A tu edad yo jamás vi una película de ésas”. ¡Klonk! El robot le propinó un duro coscorrón. La mamá del chico le dijo con acritud a su marido: “No es de extrañar que el muchacho haga todas esas cosas. Es tu hijo”. ¡Zok! El robot le propinó a la señora un coscorrón más fuerte que todos los demás. FIN.