miércoles, 12 de noviembre de 2014

noviembre 12, 2014
Carlos Loret de Mola Álvarez / 12-XI-14

Veo la fotografía y no la entiendo. Sobre una especie de sábana blanca tendida en el suelo de tierra, unos cincuenta objetos negros de distintas formas y tamaños, separados en filas y columnas.

¿Qué son esas piedras?, pregunto al perito federal mexicano. “No son piedras, son los huesos calcinados”, responde y me quedo helado. O debo decir: otra vez me quedo helado, dolido, frente a una imagen de las muchas que constan en el expediente de Ayotzinapa. 


Y empieza a explicarme: “Mira, estos no queda claro qué son”. Apunta varios. “Pero este es un hueso de cadera, este se ve que es un fémur, esta es una rótula”. Descubro que entre el despliegue de piezas óseas oscuras hay algunas blancas. ¿Y éstas? “Son las únicas que quizá, quizá puedan darnos algún ADN”. La repetición del adverbio enfatiza lo remoto de la posibilidad.


Con una narrativa bastante clara sobre qué pasó desde la noche del 26 de septiembre en Iguala, Guerrero, las autoridades federales tienen ahora el reto de convencer a los padres de familia de los 43 estudiantes desaparecidos de que sus hijos fallecieron atrozmente. Ellos exigen una prueba genética. El gobierno la ofrece, pero sus expertos les dicen que se quemaron a tal grado los restos que será difícil extraerles una muestra de ADN.

Según la misma fuente oficial, los peritos mexicanos, en coordinación con los argentinos (que son a quienes el grupo de padres de familia tienen confianza), definieron catorce piezas óseas para enviar a la Universidad de Innsbruck en Austria, donde se animaron a intentar obtener la información genética resguardada en ellas.

Aunque los europeos no se comprometieron a algún plazo para entregar sus conclusiones, en el gobierno federal esperan que estén listas en un lapso de entre dos y tres semanas.

Para la administración de Enrique Peña Nieto será clave lo que a partir de estos resultados puedan deducir los peritos argentinos y los enviados de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, porque han hecho equipo con los padres de los estudiantes.

Las protestas se multiplican y también los actos de violencia desprendidos de las manifestaciones pacíficas. La sensación de inestabilidad social se expande y la gobernabilidad enfrenta el más serio de sus desafíos. Entre dos y tres semanas son hasta 21 días de espera, de dolor, de rabia.

Para embalsamar el coraje, en nada han ayudado el viaje del presidente Peña Nieto a Asia, a pocas horas de haberse dado a conocer hacia qué destino trágico apuntan las investigaciones, ni la organización de un acto exprés en el hangar de la aeropista de Chilpancingo para notificar a los padres que sus hijos seguramente murieron secuestrados, asfixiados, baleados, quemados, triturados, embolsados y arrojados al río.

SACIAMORBOS. Hasta donde reviso el registro, Lázaro Mazón, padrino político y financiero de los Abarca, sigue siendo el precandidato de López Obrador —y de su partido Morena— a la gubernatura de Guerrero. Hubo un gran acto de unción hace cinco meses. No ha habido una declaración de deslinde. La elección es en junio.

carlosloret@yahoo.com.mx