jueves, 16 de octubre de 2014

octubre 16, 2014
Carlos Loret de Mola Álvarez / 16-X-14

El caso Guerrero se enreda y se vuelve aún más truculento.

Son desgarradores los testimonios de los padres de jóvenes desaparecidos que han recogido los medios de comunicación en las últimas semanas. Sufren por no saber qué ocurrió con sus hijos, porque las autoridades poco o nada les informan y narran cómo en su vida de pobreza la esperanza de un avance era que ellos estudiaran para ser maestros y aspirar a una vida mejor. 


Por si fuera poco, denuncian algunos de ellos cómo “el Comité” de la Normal Rural de Ayotzinapa abusaba de los jóvenes de nuevo ingreso. Todos los desaparecidos están en ese grupo de los recién inscritos.


El testimonio de María, madre de uno de ellos, recogido por la reportera Ana Lucía Hernández para Contraportada de Radio Fórmula, es contundente:

Como parte de los méritos para poder quedarse en la matrícula de la normal, los estudiantes son obligados por “el Comité” a salir de Ayotzinapa hacia donde les indiquen a pedir dinero para “la causa”.

Se les prohíbe en esa tarea obligatoria usar zapatos tenis. Tienen que usar huarache cruzado –se infiere– para motivar a la donación de recursos con su aspecto pobre.

La tarde del 26 de septiembre, su hijo le avisó a María que no iba a regresar a su casa esa noche ni a descansar el fin de semana como le habían prometido, porque tenía que regresar a la escuela para ir a la “actividad fuera”.

Después supo que se los llevaron a Iguala a “botear” —pedir aportaciones— y fue ahí donde los policías los atacaron. Le angustia lo de los huaraches que tenía que usar: “Ningún joven ha de haber llevado tenis a esa actividad que supuestamente los mandaron… todos llevan huaracha cruzada… yo creo que ni pudieron correr porque es imposible correr con chanclas, con huarachas”.

Gregorio, que trabaja de peón, padre del joven desaparecido Mauricio Ortega, dice que apenas ahora se enteró de que los habían mandado a Iguala y que era una actividad obligatoria para permanecer en la escuela: “de eso no sabía nada sino que estoy allá en mi pueblo y pues uno no sabe cómo hacen, qué movimiento tienen aquí. Hasta apenas me enteré que fueron a botear y ahí los agarraron”.

María afirma que al ingresar a la normal durante un mes los mandan a actividades y nadie sabe de ellos. Cuando regresan, son enviados a botear y repartir información seguido y “son los primeros en echar punta y los últimos a veces hasta de comer, porque en sí aquí les hacen feo”.

Tragedia sobre tragedia. Jóvenes que quieren salir de la pobreza y son literalmente carne de cañón política, electoral y hasta de las movilizaciones del grupo que promete liberarlos de su condición.

Eso como puerta de entrada al infierno de la descomposición institucional, del sometimiento de la política al crimen organizado, de policías fungiendo como sicarios de los cárteles y políticos cuidando sus traseros como prioridad ante la tragedia.

SACIAMORBOS

Un león puede ser un hilo para comprender más. Ya hablaremos de ello.