jueves, 2 de octubre de 2014

octubre 02, 2014
Carlos Loret de Mola Álvarez | 2-X-14

En el tema de seguridad, las cosas no han cambiado mucho respecto del sexenio de Felipe Calderón.

Es cierto que la comunicación es diferente porque ya no declaran tooodos los funcionarios sobre el tema.

Es verdad que mejoró la coordinación interna porque ya no se la viven peleados los del gabinete. 


Pero las estrategias son en su mayoría iguales, las cifras no son alentadoras. Y las respuestas del gobierno de Peña Nieto ante las crisis de violencia como las de estos días se parecen mucho a las de su predecesor.


Cuando se “calienta” un lugar envían por centenares —a veces miles— soldados, marinos, policías federales, gendarmes. Se intensifican los patrullajes y operativos. Se apaga el fuego, se repliegan o huyen los delincuentes, pero el problema de fondo no parece cambiar mucho.

Tamaulipas es el mejor ejemplo. Desde hace años hay una virtual inexistencia de las instituciones locales y cuando hace crisis se mandan operativos federales especiales, se concentran policías y tropas. Pero la gente no ve un cambio de fondo.

En Michoacán hubo una respuesta más innovadora, en parte debido al fenómeno de las autodefensas y la figura del zar que envió la Federación. Pero también hubo concentración de fuerzas y si bien se detuvo o abatió a líderes importantes del cártel que dominaba la región, el número de efectivos se ha reducido sensiblemente, no puede decirse que el problema se resolvió y no hay garantía de que las cosas no se vuelvan a descomponer.

En cuanto a las cifras. Han presumido una baja de más de 15% en las ejecuciones. Pero en los secuestros y extorsiones, la realidad no respalda la promesa oficial: la cosa está peor.

En esta atmósfera de inseguridad, suelen surgir casos emblemáticos que sacuden a la opinión pública y reviven el descontento generalizado por el temor cotidiano.

Salvárcar, el Casino Royal, San Fernando, el Tec de Monterrey, fueron en el calderonato lo que las autodefensas, Tlatlaya o Iguala están siendo en el actual sexenio.

El caso ocurrido en el Estado de México es grave. Ya hay confirmación oficial de que hubo ejecuciones extrajudiciales por parte de elementos del Ejército y hay un mando y tres soldados acusados formalmente de homicidio en la justicia civil. Qué bueno que se proceda. Queda para el registro que la acción para esclarecer y castigar vino sólo después de un proceso de intensa presión social, de los medios y de organizaciones, primero internacionales y luego nacionales.

Lo de Guerrero es también muy grave. Policías municipales de Iguala que se comportan como sicarios y atacan a balazos autobuses secuestrados por normalistas. Seis muertos, decenas de desaparecidos. Un alcalde indolente si no es que coludido, un gobernador que busca lavar su ineficacia culpando a los gobiernos municipales en las principales ciudades del estado y un presidente llamando al mandatario local a asumir su responsabilidad... como lo hacía Calderón con frecuencia.