domingo, 19 de octubre de 2014

octubre 19, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre


Tres hombres llegaron al mismo tiempo al Cielo. Dijo uno: “Me llamo Etelvino”. “No puedes entrar -lo detuvo San Pedro-. Tu nombre indica que te gustaba mucho el vino”. Dijo el segundo: “Me llamo Eudoro”. “Tampoco puedo admitirte-dictaminó San Pedro: “Tu nombre da a entender que te gustaba mucho el oro”. Dijo el tercero: “Creo que yo también estoy en problemas, San Pedrito. Me llamo Próculo”. En la cantina un tipo declaró en voz alta: “Todos los políticos son ladrones”. Al oír aquello un parroquiano se levantó de su mesa, fue hacia el que había dicho aquello y le habló en tono desafiante: “Retire sus palabras, señor mío. Me han ofendido”. Inquirió el otro: “¿Es usted político?”. “No -respondió el hombre-. Soy ladrón”. Los científicos han descubierto un alimento que reduce en un 90 por ciento el apetito sexual de la mujer. Se llama “pastel de bodas”.Un joven ejecutivo se desesperaba. Quería casarse ya, pero ninguna de sus novias era del gusto de su madre. Un amigo le sugirió: “¿Por qué no te buscas una chica que se parezca físicamente a tu mamá, y que tenga un carácter parecido al suyo? De esa manera seguramente ella la aceptará”. El angustiado joven prometió seguir la recomendación. Poco después fue con su amigo y le contó que, en efecto, se había hallado una chica que tenía un asombroso parecido con su madre. Hasta parecían hermanas. Preguntó el otro: “¿Y la aceptó tu mamá?”. “Inmediatamente -respondió el muchacho-. Pero mi padre la odió a primera vista”. Un turista visitó un parque nacional. Al ir por el bosque vio un cartel con grandes letras que decía: “¡Cuidado con los asaltantes sexuales!”. Más adelante vio otro letrero, éste en letras más pequeñas: “Cuidado con los asaltantes sexuales”. Se internó profundamente en la floresta y vio en el suelo un letrero escrito en letras tan pequeñas que tuvo que agacharse para poder leerlas. En ese momento se sintió asaltado, y oyó tras él una ronca voz de hombre: “Lo siento, amigo, pero ya había recibido usted dos advertencias”. Un actor de cine, inglés él, fue a Hollywood a hacer una película. Los artistas locales lo invitaron a formar parte del equipo de beisbol en el cual jugaban. En el primer partido le llegó al inglés su turno al bat. Para asombro de todos conectó el primer lanzamiento y mandó la pelota al otro lado de la barda. Sin embargo no se movió del home. “Corre” -le dijo uno. Respondió el inglés, calmoso: “No hay necesidad de correr. Con gusto pagaré el valor de la pelota”. Tres jóvenes mujeres que vivían en un puerto fueron a pasear por la playa. En una solitaria caleta vieron a un hombre totalmente desnudo que tomaba el sol. Al sentir la presencia de las jóvenes el tipo se cubrió apresuradamente el rostro con su toalla, para no ser reconocido. Las tres se quedaron viendo lo demás. Dijo una: “No es mi esposo”. Dijo la segunda: “Tienes razón: definitivamente no es tu esposo”. Y dijo la tercera: “No es ningún hombre del puerto”. El encargado del laboratorio de análisis clínicos llamó a la señora y le dijo: “Se nos revolvieron los resultados de las pruebas que le hicimos a su esposo, y ahora no sabemos si sufre de pérdida de la memoria o de herpes genital”. “¡Qué barbaridad! -se alarmó la señora-. ¿Qué puedo hacer?”. Le recomendó el sujeto: “Llévelo a cierta distancia de su casa y déjelo ahí. Si regresa no se acueste con él”. He aquí el decimoprimer mandamiento: “No dejarás que nadie se entere de que faltaste a uno de los otros diez”. Doña Macalota fue con el doctor Ken Hosanna y le contó que se sentía siempre débil, sin energía. Le indicó el facultativo: “Voy a recetarle hormonas masculinas. Pienso que con eso adquirirá usted vigor”. Unas semanas después el médico se topó en la calle con doña Macalota y le preguntó cómo le había ido con el tratamiento. “Bastante bien, doctor -respondió ella-. Desde que estoy tomando las hormonas me siento más fuerte, más vigorosa”. “Qué bueno” -se alegró el galeno. “Pero debo decirle algo -añadió ella bajando la voz-. Últimamente me ha estado saliendo mucho vello”. “Eso no debe preocuparla -afirmó el doctor Hosanna-. El consumo de hormonas masculinas provoca siempre un ligero crecimiento en el vello corporal. Dígame: ¿en qué parte del cuerpo le apareció ese vello?”. Replicó doña Macalota: “En los testículos”. FIN.