miércoles, 29 de octubre de 2014

octubre 29, 2014
Carlos Loret de Mola Álvarez / 29-X-14

Para mi inolvidable Gabriel Guerrero Traspaderne, q.e.p.d, un hombre de momentos clave.

No goleó ni hizo jogo bonito y tuvo que irse hasta los penales, pero al final ganó y aseguró cuatro años más a un proyecto político cuyo futuro era puesto en duda hace apenas cuatro meses.

Pese a escándalos de corrupción y fracasos mundialistas, Dilma Rousseff, la ex guerrillera de 66 años, superó los obstáculos y obtuvo este fin de semana su reelección como presidenta de Brasil. 


Ayudada por la aceitada maquinaria electoral que es el Partido de los Trabajadores (PT), derrotó por tres puntos, en segunda vuelta, a Aécio Neves, del Partido de la Socialdemocracia Brasileña (PSDB).


La Copa del Mundo Brasil 2014 motivó pronósticos de todo tipo, lo mismo entre quienes lo veían como el clímax de un gran trabajo de relaciones públicas internacionales de su gobierno, que entre los que esperaban que fuera el Waterloo del milagro económico de la dupla Dilma-Lula.

Antes del torneo, el gran tema era el descontento social por el gasto exagerado. Al final, lo eran los efectos políticos que tendría el fracaso futbolero.

Al comenzar la Copa, muchos dibujaban un inevitable destino común de las aspiraciones de Dilma y las del equipo nacional. En esta columna publicamos: "Los Mundiales ni ponen ni quitan gobiernos". Es un mito que los electores esperan el resultado de un partido de futbol para decidir por quién votan para Presidente.

En la recta final del campeonato, ya con la Verde-amarela vapuleada, abundaban los análisis que daban por hecho la derrota de Rousseff. En estas Historias de Reportero apuntamos: “…El daño (a Dilma) es menor, al menos en lo que se refiere a sus posibilidades de reelegirse en los comicios de octubre próximo”. Protestas, escándalos y golizas no bastaron para descarrilarla.

Lo que sí parecía claro era que los reflectores del Mundial dejaban saldos negativos. Tras la Copa del Mundo, Brasil tenía peor imagen internacional y el milagro brasileño parecía sólo un espejismo.

En esa rivalidad siempre presente entre México y Brasil, el panorama para nuestro país se veía más despejado hace cuatro meses.

Ahora, los estadios a medio terminar, los servicios deficientes y la infraestructura precaria de Brasil no son más que un juego de niños comparados con el desastre de imagen que enfrenta México tras las atrocidades de Iguala y Tlatlaya. El milagro brasileño aún respira. El mexicano no ha alcanzado a nacer.

SACIAMORBOS. “Es un privilegio servirle a México”. “Es un honor servirle a mi patria”. Con frases así —engolada la voz, erguida la figura, explotando el tórax— marinos y soldados contestaron al Presidente cuando les entregó reconocimientos por su trabajo contra el crimen organizado. En el templete varios funcionarios del gobierno federal se emocionaron intensamente. “Ojalá todos supieran que nuestras vidas y nuestras familias están defendidas por gente del pueblo con esta mística”, dijo, palabras más, palabras menos, uno de ellos.

carlosloret@yahoo.com.mx