martes, 16 de septiembre de 2014

septiembre 16, 2014
Gilberto Avilez Tax


Las distintas interpretaciones que se han hecho sobre la figura política de Elías Rivero me recuerdan a la distinción que Friedrich Katz hiciera sobre las tres interpretaciones de la figura política de Pancho Villa. Katz, en su primer tomo sobre la biografía definitiva de Pancho Villa, establece que sobre la figura de don Doroteo Arango vuelan las interpretaciones de la leyenda negra, las interpretaciones rosas, y la que menos se ha trabajado, la interpretación auténtica.[1] Para la figura de Rivero, podemos decir que igual existen estos tres tipos de interpretación, representados de este modo:

a) Una interpretación que hace énfasis en La leyenda negra de Rivero, y que se ejemplifica en los libritos de Máximo, “Maco” Sabido, Mis memorias de Peto; y en el librito de Arturo Rodríguez Sabido, Semblanza histórica de Peto. En estos libros, se desprecia, minusvalora, ningunea y hasta se execra y vitupera al Elías Rivero histórico, comparándolo como un simple bandido y un vulgar matón de pueblo. Las interpretaciones de estos dos libros, tal pareciera que fueran copia fiel de los documentos periodísticos y judiciales porfirianos, que llamaron “revoltosos”, “salvajes indios”, “bárbaros”, etc., a los revolucionarios petuleños.

Para Maco y Arturín, Rivero no fue el iniciador de la rebelión, cosa que sin duda es una vil mentira, y para Maco “Juan José Pérez Ruiz y Faustino Torres”, subalternos del general Rivero que morirían sin pena ni gloria, son “los auténticos precursores del movimiento de 1910”. El mentiroso de Sabido Ávila, tiene la desfachatez de decir, que los apellidos Pérez Ruiz y Torres figuran en la extinta Liga del Partido Socialista. La verdad, no he comprobado esta  última aserción, pero no me sorprende que Maco Sabido haya omitido, en su librito artesanal, que los restos del general Elías Rivero descansan en la Rotonda de los Socialistas Ilustres, donde comparte nicho eterno con otro fiero socialista, Pedro Crespo, vigilando hasta en la muerte al Dragón Rojo con ojos de jade de Motul, Felipe Carrillo Puerto. Elías Rivero y Pedro Crespo, a la par de Rogelio Chalé y otros socialistas genuinos, forman parte del selecto grupo de defensores de la Revolución desde el primer momento de 1911; y luego, Rivero y otros pocos, serían los únicos que tuvieron suficientes cojones para levantarse en armas y resistir el golpe de Estado que asesinó a Felipe Carrillo Puerto. Ni el padre de Máximo Sabido Ávila, que en 1911 estaba refugiado en su hacienda por temor al garrote porfiriano, ni ningún otro Sabido, ni nadie más de Peto, puede ser designado como genuino revolucionario que defendió hasta la muerte el legado carrilloportista. Rivero, en ese punto, no tuvo descendencia.

b) La interpretación "rosa" estriba en una visión romántica de “la vida ejemplar de un humilde campesino, sencillo y noble, que se llamó Elías Rivero”. Existen, que yo sepa, dos trabajos que intentan hacer un perfil de los hechos de Rivero. Uno, de Bustillos Carrillo, y otro de un profesor tzucacabense, Adriano L. Sosa, que escribió en la década de 1940, y que conoció a Rivero de cerca. Esta interpretación rosa está muy emparentada con las interpretaciones orales de la población maya del pueblo.

c) La interpretación oral de la figura de Elías Rivero, se da sobre todo en el estrato maya de la región petuleña: en ella se narran las gestas revolucionarias de un hombre que recorría los caminos del sur haciendo justicia a los pobres, diciéndoles que no vuelvan a la esclavitud, que él los cuidaría, y que se organicen para que no los mangoneen los ricos. En estas visiones orales de Rivero, se da hasta un proceso de mitificación del hombre: Rivero se libra de los soldados que lo persiguen, porque desde su casa hay “cuevas” donde se mete para salir a otro pueblo. O bien, Rivero se convierte en un huay miis (hombre que se convierte en gato) y sale sin que nadie se percate de él. O desde luego, Rivero combate del lado de los pobres en la Guerra de Castas, y Crescencio Poot es su amigo. O más bien, el “tsiris” (chaparrito) Rivero sobrevive a los balazos y al incendio de su casa de huano, metiéndose en unas tinajas llenas de agua.

El historiador que esto escribe, obviamente que combate con su pluma y sus documentos las interpretaciones criminales de La leyenda negra, escrita por las visiones conservadoras de los "catrines" del pueblo. Este historiador le hace caso a la interpretación rosa, y la coteja con fuentes documentales y orales de Rivero, para tratar de sacar una interpretación más creíble, diametralmente opuesta a la interpretación vacuna de los conservadores pueblerinos creadores y difusores de la Leyenda negra del general Elías Rivero.

[1] Katz, Friedrich, 1998 Pancho Villa, Tomo I México, Era.