jueves, 25 de septiembre de 2014

septiembre 25, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre



Llegó un sujeto a la tienda de ropa íntima para mujer y compró un juego de sugestivas prendas de encaje negro y seda: brassiére de media copa, calzoncito crotchless, liguero, medias de malla, vaporoso negligé. La empleada que lo atendió le dijo: “Esto le va a gustar mucho a su esposa”. Replica el hombre, adusto: “Ya hizo usted que me remordiera la conciencia. Está bien: deme otro juego igual”. Empédocles Etílez llegó a su casa en horas de la madrugada. Venía, como de costumbre, más ebrio que una cuba. Que una cuba ebria, se entiende. Al subir por la escalera que conducía a su recámara empezó a hacer un ruido endemoniado. Desde la alcoba su esposa le preguntó, molesta: “¿Qué haces?”. Respondió el temulento: “Estoy tratando de subir dos cajas de cerveza”. “No hagas tanto ruido -lo conminó la mujer-. Súbelas mañana”. “No puedo -replicó el beodo-. Ya me las tomé”. El oficial de tránsito detuvo a una señora por exceso de velocidad. Le dijo: “Pasó usted de los 50”. “No es cierto -respondió ella con enojo-. Lo que sucede es que este vestido me hace ver mayor”. Entraron en un bar un cura, una monjita, un rabino, una rubia, un vaquero, un pato, un cocodrilo, un perico y un elefante rosa. Los mira el cantinero y les pregunta con enojo: “¿Qué clase de chiste es éste?”. Se discutía acerca de la utilidad de los condones para prevenir males y consecuencias indeseadas. “No son nada seguros -declaró Babalucas-. Yo estaba usando uno, y sin embargo se desprendió el candil del techo y me cayó en las nalgas”. La verdad sea dicha: a la pobreza no se le puede pedir moralidad. Menos aún se le puede exigir que se apegue a las leyes. “Necessitas caret lege”, dijeron los latinos. La necesidad carece de ley. De ese aforismo el pueblo hizo una linda traducción: “La necesidad tiene cara de hereje”. La tiene, en efecto. Quizá la pobreza lleve al Cielo, pero aquí en la Tierra constituye una molestia grande. Ciertamente es cierto lo que dijo Horacio: “Pallida mors aequo pulsat pede pauperum tabernas regumque turres”. La pálida muerte pisa con igual pie las chozas de los pobres y el palacio del rey. Pero mientras llega esa señora -siempre llega- es preferible vivir en el palacio real, donde hay agua corriente y excusado inglés, que en un tugurio miserable donde toda incomodidad tiene su asiento y todo triste ruido hace su habitación. Quien diga lo contrario es un redomado mentiroso o un supino hipócrita que quiere estar en lo políticamente correcto. La pobreza es cosa extraña: cuando eres pobre te avergüenzas de serlo, y cuando dejas de serlo te jactas de haberlo sido alguna vez. No alabemos la pobreza, como hacen algunos hombres de religión que jamás la han conocido: maldigámosla y luchemos por acabar con ella. De la pobreza derivan muchos males, entre ellos el crimen, la ignorancia, la insalubridad. Alguna vez un estudioso encontrará la relación que hay entre el atraso de los países de América Latina y las prédicas religiosas que en ellos se hicieron durante varios siglos, y que enseñaron al pueblo a mirar la riqueza con desprecio y a ver en la pobreza el camino seguro hacia la salvación. Cosas como las que se vieron en Los Cabos -la falta de solidaridad social, los saqueos- son fruto de esa pobreza que lleva al abandono de todo sentido ético y de legalidad, y que aprovecha la primera oportunidad para obtener por medios de violencia lo que las condiciones sociales imperantes no le han permitido conseguir. Mientras México siga siendo un país pobre seguirá siendo un país violento. ¡Uf! Tus últimas palabras, columnista, me provocaron un repeluzno que me bajó por la columna vertebral desde la nuca hasta no quiero decir dónde. Ea, inane escribidor: narra un chascarrillo final y luego pasa a retirarte como los merolicos de las ferias o de las esquinas. La señora le dijo a su marido: “Estoy cansada de lavar, planchar, barrer, hacer la comida, y todavía en la noche satisfacer tus apetitos de varón”. Ofreció el esposo: “Contrataré a una mujer”. Preguntó ella: “¿Para que lave, planche, barra y haga la comida?”. “No -repuso el individuo-. Para que por la noche satisfaga mis apetitos de varón”. FIN.