lunes, 8 de septiembre de 2014

septiembre 08, 2014
BUJUMBURA, Burundi / ROMA, Italia, 8 de septiembre.- Tres monjas italianas de la orden de las misioneras javierianas fueron salvajemente asesinadas en dos diferentes momentos en el convento de Kamenge; un delito cuyas motivaciones todavía no se conocen y que ha desatado profundas emociones en la población local, que apreciaba mucho a las religiosas.

Un crimen que provocó la inmediata reacción de Papa Francisco. El Pontífice, en un mensaje dirigido a la superiora general de las javierianas, sor Inés Frizza, se dice «profundamente afectado por la trágica muerte» de las monjas Lucía Pulci y Olga Rachietti (a las que se habría sumado después Bernardetta Boggian) e indica que espera que «la sangre derramada se convierta en semilla de esperanza para construir la auténtica fraternidad entre los pueblos». El Papa asegura «su viva participación en el profundo dolor» de los familiares y de las javierianas y reza por estos «generosos testimonios del Evangelio».


Según los medios italianos, que citan como fuentes a las autoridades de Burundi, las monjas fueron violadas y apuñaladas y una de ellas decapitada.

Las religiosas habían prestando sus servicios en Burundi durante siete años, después de trabajar durante muchos otros en República Democrática del Congo.

Sor Olga. (ansa)

Los motivos y la dinámica de los tres asesinatos todavía no han sido aclarados. Se han manejado las hipótesis de un posible robo, del furor de algún desequilibrado o "un trágico intento de robo por parte de una persona con problemas mentales". Pero por el momento los investigadores siguen dando palos de ciego.

Sor Bernadette. (AFP)

El padre Mario Pulcini, superior de los misioneros javierianos en Burundi, cuenta cómo fueron descubiertos los cuerpos. «Un episodio del todo inesperado, un enorme dolor», dijo el religioso a la MISNA, la agencia de noticias de los javierianos. «Hacia las 16.00 de ayer, la hermana Bernardetta vino a mi despacho para preguntarme si tenía noticias de las hermanas Lucía y Olga, que se habían quedado en la casa mientras ella y la hermana Mercedes habían ido al aeropuerto para recoger a otras dos hermanas que volvían a Burundi del capítulo general en Parma. Estaban preocupadas, sobre todo porque dentro de la casa no había señales de vida, todo estaba cerrado y las cortinas estaban cerradas», indicó el padre Pulcini.
 
Sor Bernadette con un pequeño. (ansa)
El religioso intentó llamar a las hermanas, pero no hubo respuesta. «Los guardianes del portón no las habían visto salir. Una rápida búsqueda por el barrio, en las casas de algunas personas enfermas que recibían la visita de las hermanas sobre todo los domingos, no dio resultados. Estaba frente a la entrada con la intención de forzar la cerradura cuando la puerta se abrió y apareció Bernardetta, destruida. Había encontrado una puerta de servicio lateral de la casa abierta y, una vez adentro, los cuerpos sin vida de las hermanas Olga y Lucía». Inmediatamente lanzaron la alarma a las autoridades civiles, militares, judiciales y religiosas. La policía llegó al lugar de los hechos y comenzó con las averiguaciones e interrogatorios, en particular al personal de la casa. Las religiosas decidieron quedarse a dormir en sus residencias habituales a pesar de lo sucedido. «Después, esta noche –dijo el padre Pulcini–, las hermanas volvieron a llamarme, porque temían que el agresor siguiera en la casa. Me vestí y fui en compañía de un hermano. Entramos y revisamos las habitaciones: encontramos a sor Bernardetta en el suelo en su habitación y en la misma posición que las otras dos».

«Aquí todos estamos en estado de shock», prosiguió el padre Pulcini. «Es algo demasiado grande, puede ser una venganza; puede ser que haya habido algo con alguien… Pero no logramos encontrar ninguna justificación para estos delitos tan brutales. Estamos buscando en los barrios, preguntamos a diestra y siniestra».

Un testigo, Jean Marie Niyokuru, indicó que había visto «a un hombre escalar el muro del convento y después había gente que decía que las hermanas habían sido decapitadas con un cuchillo». Las tres monjas habían vuelto a Burundi a pesar de sus condiciones de salud, que no eran de las mejores. «Eran tres misioneras ancianas con grandes problemas de salud que acababan de volver a Burundi porque deseaban volver a estar entre su gente», contó sor Giordana, la directora general de las Javierianas de Parma. La religiosa añadió: «Estamos muy afectadas y horrorizadas. La población local está tan sorprendida como nostoras, y la misión está llena de gente que va a expresar su solidaridad a las religiosas».

Sor Bernardetta Boggian, una de las tres monjas italianas asesinadas brutalmente en Burundi, fue decapitada. Lo indicó a la agencia France Press el vicedirector general de la policía de Burundi Godefroid Bizimana, que reveló además detalles macabros sobre el caso de las tres religiosas.

Un "acto vil y execrable perpetrado contra quienes estaban en Burundi para ser intérpretes, a costa de grandes sacrificios, de los más altos valores de la fraternidad y la solidaridad con los más necesitados," calificó los asesinatos el jefe de Estado italiano, Giorgio Napolitano, en una mensaje enviado al cardenal Pietro Parolin, Secretario de Estado de la Santa Sede; el cardenal Angelo Bagnasco, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana y la hermana Ines Frizza, superiora general de los Misioneros Javerianos. (Vatican Insider / EFE)