miércoles, 6 de agosto de 2014

agosto 06, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

Un señor de edad madura llegó a una farmacia y le pidió al encargado un frasco de Sex-Lax. El farmacéutico sonrió y corrigió al añoso caballero: “Querrá usted decir Ex-Lax. Es un laxante”. “No -insistió el cliente-. Quiero Sex-Lax. Con las salidas no tengo problemas. Los tengo con las entradas”. (No le entendí)... Libidiano Pitongo, hombre proclive a la lubricidad y la libídine, fue a una clínica a que le hicieran un examen médico. Lo atendió una guapísima doctora de esculturales formas. Luego de pedirle que se desvistiera le puso la mano en la garganta y le ordenó. “Diga 33”. Dijo Libidiano: “33”. La doctora le puso la mano en el corazón y le pidió: “Diga 33”. Repitió Libidiano: “33”. Luego la bella profesionista le puso la mano en el abdomen y reiteró la orden: “Diga 33”. Volvió a decir Pitongo: “33”. Finalmente la hermosa médica le puso a Libidiano la mano en las partes pudendas y le volvió a ordenar: “Diga 33”. Empezó él: “Uno... Dos... Tres...” Astatrasio Garrajarra, ebrio con su itinerario, llegó a su casa midiendo paredes, o sea deteniéndose en ellas para no caer. Su esposa lo recibió con acritud. Le dijo hecha una furia, los brazos en jarras y el semblante descompuesto: “¡Son las 5 de la mañana!”. “¿Ah sí? -se interesa Garrajara-. Y ¿cuál es la temperatura?”... En el restorán se quejó el cliente: “¡Camarero! ¡Hay una mosca en mi sopa!”. Respondió el tipo: “¡Vaya que esa mosca sabe lo que es una buena sopa!”... Casó Simpliciano, joven inocente, con Pirulina, muchacha con mucha ciencia de la vida. Cuando entraron en la habitación del hotel donde pasarían la noche de bodas Simpliciano se dio cuenta de que no había televisor en el cuarto. Le dijo a Pirulina: “Voy a pedir que nos envíen uno”. “Pero, Simpli -objetó ella-. ¿Para qué queremos un televisor en nuestra noche de bodas?”. “Mi vida -contesta el cándido mancebo-. En algo tenemos que entretenernos”... Una ingenua estudiante del conservatorio le contó muy llorosa a su mamá: “Tú me dijiste que la música amansa a las fieras, mami, pero ni siquiera había acabado de sacar mi violín del estuche cuando Afrodisio ya estaba encima de mí”... La señorita Himenia Camafría tenía un canario, y se le murió. Pesarosa le contó a su vecina: “Se me murió el pajarito”. Le dijo la vecina: “Déjeme llamar a mi marido. Usted y él son compañeros del mismo  dolor”... Rosilita, equivalente femenino de Pepito, es aún más pícara que él. Un día Pepito le dijo: “Si me adivinas qué traigo en la mano te la enseñaré”. Contesta Rosilita: “Si es lo que pienso, y te cabe en la mano, no me interesa”... La turista le dijo al escocés vestido con su tradicional kilt: “Siempre he querido saber qué llevan ustedes abajo de su faldita”. Responde el hombre: “Permítame su mano, señora: la práctica le dirá más que la teoría”... El fuero es una institución que en México se ha desvirtuado. (¡Cuántas instituciones se han desvirtuado en México!). El espíritu del legislador concibió el fuero como una protección constitucional para que los representantes del pueblo pudieran expresar sus opiniones sin afrontar el riesgo de ser perseguidos por los detentadores del poder. Ahora el fuero es una patente de corso que en ocasiones ha servido incluso para dar carta de impunidad a delincuentes. Debería acotarse en forma muy precisa el alcance del fuero, para evitar que quienes lo tienen se sientan por encima de la ley. Ante la ley no debe haber ciudadanos de primera y de segunda. Todos por igual debemos someternos a su imperio. Aplicada rectamente, la ley no hace distinción de personas. Mal entendido, el fuero parece hacer de algunos privilegiados personas absolutas, es decir mujeres y hombres absueltos de cumplir la ley. No hay tal. Afuera el fuero, si va a seguir sirviendo como escudo para cometer abusos... La esposa se quejó con su marido: “Durante el día hago todas las tareas de la casa: el aseo, la comida, la limpieza y planchado de la ropa, todo, y luego en la noche debo cumplir mis deberes de esposa. Me canso mucho, no puedo continuar así”. “Está bien -dijo el marido-. Contrataré a una mujer”. Preguntó la señora: “¿Para que haga las tareas de la casa?”. “No -replicó el tipo-. Para que en la noche cumpla tus deberes de esposa”... FIN.