miércoles, 25 de junio de 2014

junio 25, 2014
Carlos Loret de Mola Álvarez / 25-VI-14

¿Han visto al Piojo en cámara lenta? Es indescifrable. Sin audio ni contexto no se sabe si está festejando un gol o reclamando al árbitro. Si raspa las cuerdas vocales porque lo rebasó la alegría o lo atormenta el dolor. Si celebra o denuncia. Si agradece o fustiga.

El Mundial está enamorado de los gestos de Miguel Herrera. Las televisoras de países inimaginables repiten sus exabruptos, las páginas web de los periódicos más prestigiados le dedican galerías de fotos y Paul Aguilar derribándolo tras una anotación fue Imagen del Día. Pero eso es sólo el coqueteo mediático. 

Ricardo Peláez y Miguel Herrera a finales de enero.

Nadie en el planeta del balón estaría tan divertido con El Piojo si México no le hubiera empatado a Brasil. Su hazaña futbolística justificó la difusión del éxtasis. Lo voltearon a ver por su inusual euforia. Se le quedaron viendo porque empató con Brasil. Está en la mira porque pasó sin derrota a la siguiente ronda.


Hace tres meses, Herrera tomó un equipo a un paso de no ir al Mundial, una escuadra dividida en dos grupos internos: los que juegan en México y los que juegan en Europa. Se sentaban en diferentes mesas a comer y hasta dos estrellas se fueron a las manos.

Hoy los futbolistas de verde dicen que tienen en su director técnico a un hombre cuyo trato cercano restableció la unidad, franco, que sin desdibujar la frontera entre el jefe y el amigo, se muestra atento a sus familias, sus carreras, sus estados de ánimo.

Habla con ellos. Les explica por qué no alinean cuando es el caso. Les resta presión concediéndoles más días con los suyos. Les amortigua los golpes externos con votos de confianza. Los suelta para que regresen. Los libera para ganarse su lealtad.

En la chamba, la otra mitad de Miguel Herrera se llama Ricardo Peláez. El Piojo nació en cuna humilde. De jugador fue siempre guerrero, luchón. De técnico, más. Por eso cuando el equipo de futbol América entró en crisis y se barajaban nombres de figuras multimillonarias nacionales e internacionales para ocupar su dirección, Ricardo Peláez, al frente de las Águilas, apostó por Herrera.

No eran amigos. Apenas conocidos. Pero Peláez quería un América más ofensivo. La pura filosofía de Miguel Herrera. El Piojo way.

Ricardo Peláez es un hombre muy de familia, simpático y divertido incluso involuntariamente, tenaz, preocupón, hiperactivo. Los jugadores agradecen su disponibilidad, su cercanía, su calidez. Él se encarga de estar cerca de ellos, de bajarles los humos, y hacer lo mismo con El Piojo. Es el equilibrio para que esas explosiones a un lado de la cancha no hagan estallar el vestidor.

En su campamento de Santos, Brasil, los jugadores de México, no importa el continente del equipo que les da playera, ya se sientan juntos, se ríen y se abrazan fuerte cuando meten gol.

En el equipo de nuestro país hay mística de arriba abajo, y viceversa. Quizá sólo la mística le puede hacer frente a la máquina perfecta.