jueves, 26 de junio de 2014

junio 26, 2014
CIUDAD DEL VATICANO, 26 de junio.- En la Iglesia no existe el «hazlo tú mismo», no existen «jugadores libres», porque, a pesar de que haya algunos problemas con algunos hermanos o hermanas, no existe la comunión «con Dios» sin la comunión «con la Iglesia»: lo explicó Papa Francisco durante la audiencia general de ayer en la plaza San Pedro.

En el Vaticano, el papa Francisco volvió a mostrar su gusto por el futbol al recibir una playera de Argentina durante la audiencia del miércoles. (Reuters)

En la catequesis dedicada a la “pertenencia” del cristiano, la segunda de un ciclo de catequesis dedicado a la Iglesia, el Papa subrayó que esta pertenencia se expresa desde «el nombre que Dios atribuye a sí mismo. Respondiendo a Moisés, en el estupendo pasaje de la “zarza ardiente” se define de hecho como el Dios de los padres. No dice “soy el Omnipotente”, no, dice soy el Dios de Abraham, Dios de Isaac y Dios de Jacob. De este modo Él se manifiesta como el Dios que ha forjado una alianza con los padres, permanece siempre fiel a su pacto y nos llama a entrar en esta relación que nos precede. Esta relación de Dios con el pueblo nos precede a todos nosotros». En este sentido, «no estamos aislados y no somos cristianos a título individual, cada uno por su cuenta: ¡nuestra identidad cristiana es pertenencia! Es como un apellido: si el nombre es “soy cristiano”, el apellido es “pertenezco a la Iglesia”».


Recibimos, explicó Bergoglio, la fe de nuestros padres, de nuestros antepasados, que «nos la enseñaron», y, si pensamos bien, «cuántas personas queridas pasan ante nuestros ojos, en estos momentos: puede ser el rostro de nuestros padres que pidieron el Bautismo para nosotros; el de nuestros abuelos y nuestros familiares que nos han enseñado a hacer el signo de la cruz y a recitar nuestras primeras oraciones. Yo recuerdo muchas veces el rostro de la religiosa que me enseñó el catecismo, está en el Cielo seguro porque era una santa mujer… yo la recuerdo siempre y doy gracias a Dios por esta buena mujer. O bien el rostro del párroco, u otro sacerdote, o una religiosa, un catequista, que nos ha transmitido el contenido de la fe y nos ha hecho crecer como cristianos… Esta es nuestra Iglesia: es una gran familia, en la que se nos acoge y se nos enseña a vivir como creyentes y como discípulos del Señor Jesús».

Además, se trata de un «camino» que «podemos vivir no solo gracias a otras personas, sino junto a otras personas. En la Iglesia no existe el “hazlo tú mismo”, no existen los “independientes”. ¡Cuántas veces el Papa Benedicto ha descrito la Iglesia como un “nosotros” eclesial! Alguna vez oyes a alguien decir: “Creo en Jesús, en Dios, pero la Iglesia no me interesa…”. ¿Cuántas veces hemos escuchado esto? Pero esto no está bien. Hay quien considera que es mejor tener una relación personal, directa, inmediata con Jesucristo, fuera de la comunión y de la mediación de la Iglesia. Son tentaciones peligrosas y dañinas. Son, como decía el gran Pablo VI: dicotomías absurdas. Es verdad que a veces caminar juntos cuesta, a veces es cansado: puede pasar que algún hermano o hermana nos cree un problema o nos escandalice… Pero el Señor ha confiado su mensaje de salvación a personas humanas, a todos nosotros, a todos los hermanos y hermanas con sus dones y sus límites, y viene hacia nosotros y se da a conocer. Esto significa pertenecer a la Iglesia». Es decir, «no se puede amar a Dios sin amar a los hermanos; no se puede estar en comunión con la Iglesia sin estarlo con la Iglesia y no podemos ser buenos cristianos sino junto con todos los que tratan de seguir al Señor Jesús, como un único pueblo, un único cuerpo». (Iacopo Scaramuzzi / La Stampa)