jueves, 19 de junio de 2014

junio 19, 2014
RÍO DE JANEIRO, 19 de junio.- Dos horas antes, desde el último anillo de Maracaná, ya se veía venir todo Chile en un océano de olas rojas. Salían de los atestados vagones del Metro y ascendían por las rampas de acceso como si comunicasen directamente con las redes de Casillas. Uno a uno, metro a metro, más de 40,000 hinchas fueron traspasando los controles, mientras otro buen puñado se atrás quedó sin entrada y sin consuelo.

La proporción con la afición rival era de 100 a 1. Simplemente el anticipo de lo que sucedería sobre esa sagrada pradera, dos veces maldita ya para los muchachos de Del Bosque. Cuando atronó el himno, como ocurre habitualmente con Brasil, la organización desconectó los acordes mientras todas esas gargantas chilenas continuaban por su cuenta. Nada ni nadie iba a pararles esta vez. Qué importaba que España, la creadora de un fútbol legendario en el último lustro, fuera quien tomara su querida equipación roja. Qué demonios importaba, porque iba a ser derruida con una contundencia proporcional a la que un día fue la grandeza de su juego.

Eduardo Vargas marcó el 1 a 0 de La Roja ante la Selección Española en el Estadio Maracaná a los 19 minutos del primer tiempo.

Antes del descanso, Charles Aránguiz hizo el 2-0 para Chile (42)(Getty Images)

Iker Casillas se estira en vano ante la jugada de Aránguiz. (AFP)

Aránguiz festeja. (Getty Images)

La selección de Chile celebra en el pasto. (Getty Images)

Sergio Busquets tuvo en sus pies el descuento de España ante Chile, pero increíblemente la falló cuando se encontró solo frente al arco desguarnecido de Claudio Bravo. (Getty Images)

Semejante todo al tormento de hace casi un año en la Confederaciones, cuando según el propio Del Bosque, la barrida se inició desde el mismo momento de los himnos. España, como entonces, cayó de bruces ante un rival extremadamente físico, bien pertrechado, con la novedad del osasunista Gato Silva como tercer central y poderoso en la presión alta, una seña de identidad de este equipo desde los tiempos de Marcelo Bielsa.

Necesitaba aire fresco Del Bosque tras el 1-5 ante Holanda, así que pensó en ensanchar el rectángulo con la presencia de Pedro. Una variante que habitualmente causa problemas a laterales tan habitualmente adelantados como Isla o Mena. Satisfecho con el sacrificio y los desmarques de Diego Costa ante Holanda, mantuvo su apuesta por el ariete. Y pensó en Iniesta podría ofrecer la frescura mental que durante muchos minutos faltó a Xavi ante Holanda.


La idea parecía casi calcada a lo visto hace justo un año ante Uruguay en Recife. Era el estreno en la Confederaciones y el equipo abrochó su última gran actuación oficial a gran altura, un 2-1 a Uruguay con fútbol de salón y ocasión por doquier. Un año y dos días después de aquello, ante un centro del campo mucho más poderoso que el charrúa, España fue barrida sin contemplaciones.

Busquets y Alonso nunca encontraron el ancla por detrás de Iniesta. De hecho, una pérdida del madridista, enlazada con la mala coordinación de los centrales, desembocó en el gol de Vargas. Poco después, una patada a destiempo sobre Isla le costó la tarjeta, la definitiva excusa que necesitaba Del Bosque para cambiarle en el descanso.

Era el turno de Koke, el debut más amargo en el Mundial para uno de los volantes más dominadores del año en Europa. Demasiado tarde para el canterano del Atlético, que apuntaba a posible titular antes del campeonato. Con Thiago Alcántara fuera por una lesión de rodilla y Xavi lejos de su mejor forma, no parecía descabellado, sin duda. Hubo incluso quien pidió a Del Bosque la inclusión en la nómina de 23 a su compañero Gabi, autor de una esplendorosa final de la Champions en Lisboa.

Desde luego que se añoró mayor agresividad en la línea de volantes española, superada sin contemplaciones por Díaz, Aránguiz y sobre todo Vidal. Pronto se vio que El Rey Arturo había recuperado el aliento que le faltó contra Australia. Antes de la media hora se había ganado una tarjeta por obstaculizar el saque de una falta a Javi Martínez. No le faltaban revoluciones al Rey Arturo y en Turín suspiraban por que su rodilla lastimada no se resintiera de nuevo.

Volvió a parecerse Vidal a ese 'bulldozer' implacable capaz de dominar por sí solo al hasta hace nada mejor centro del campo del mundo. Tan pronto quitaba como salía de primeras. Incluso se asomaba a la primera línea de presión y tomaba el pulso a los nervios de Casillas y su siempre impredecible juego con los pies. El vendaval se había concretado antes del descanso. No había más que ver observar el gesto cabizbajo y la mirada perdida de Casillas, Silva o Iniesta en el túnel, antes de que arrancase el segundo acto. Chile había concretado su masacre en Maracaná. (Miguel A. Herguedas / El Mundo)

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