lunes, 23 de junio de 2014

junio 23, 2014
MÉRIDA, Yucatán, 23 de junio.- Queja publicada por el usuario decart lagranch en otro portal:

Quiero contar cómo me fue en CIMAT. Todo iba bien hasta que me enfermé. Me tuve que ausentar por mucho tiempo de clases. Seguramente me enfermé por el estrés que no supe controlar. Elegí estudiar un posgrado en esta institución porque quería hacer cosas aplicadas, porque yo estudié algo muy teórico y abstracto. Pero qué sentido tiene hacer algo que te gusta cuando a final de cuentas te enfermas. De qué me sirve hacer lo que me gusta si a lo mejor paso enfermo toda la vida por culpa de la presión y el estrés. Eso me puso muy triste. De qué sirve tener sueños, si luché tanto por ellos que me enfermé. Y mi caso no es el único, conozco muchos compañeros que me han contado que también se han enfermado: asmas, colitis y gastritis están a la orden del día, y también las terapias psicológicas. 

Antes me encantaba estudiar, ahora ya no tanto: me acuerdo de esas largas noches haciendo proyectos y yo revolcándome en el suelo por mi enfermedad. Eso nadie lo sabe, obvio no cuento esas cosas a mis amigos, pero pasó realmente. Un consejo a los que lean esto: no descuiden su salud por estudiar. Es una tontería. La ciencia no es como te la cuentan cuando eres niño: cuando acuerdas eres un tipo treintañero o cuarentón sin vida que anda con pantalones elegantes, unos tenis y una mochila parecida al caparazón de una tortuga.

Creo que los problemas realmente importantes en el mundo no se resuelven frente a un escritorio. La verdad no vas a descubrir nada novedoso a la ciencia, eso sólo ocurre en casos aislados. Quizá publiques papers, pero la verdad, están muy rebuscados, algunos están fundamenteados por conceptos que apeeeenas se cumplen, y que son detenidos por alfileres, no tendrán ninguna aplicación: una mesa hecha por un carpintero trae más satisfacciones a las personas que tu artículo, así están las cosas. Y no estoy generalizando, hay personas que realmente hacen cosas muy interesantes en instituciones de este tipo. Conclusión: en México, soñar despierto es un SUICIDO.