viernes, 6 de junio de 2014

junio 06, 2014
Simón Hernández López

En aquellos días nosotros los alumnos que entramos en la antigua administración de la Facultad de Química nunca escuchábamos cuchicheos de pleitos ni divisiones, de quejas contra el personal, los horarios o las materias, ¿a qué se debía esto? No a que no sucediera nada, sino a que al estudiante no se le escuchaba, no se le tomaba en cuenta y ante cualquier queja los oídos se volvían sordos y sí verdaderas venganzas caían sobre aquel que se atreviera a siquiera mencionar algún comentario negativo, sobre los que ostentaban el poder. Las asociaciones estudiantiles, los cuales sus líderes no se vendían o cedían a presiones, carecían de poder representativo, ya que las solicitudes se quedaban en el escritorio del anterior administrador, el cual debemos recalcar era intolerante a cualquier punto de vista distinto del propio. Esto sucedía una y otra vez, y en la punta de la flecha, siempre estábamos los estudiantes.

En ese entonces sí se nos privaba de nuestro derecho a expresarnos, por miedo a represalias y teníamos que contener el coraje que daba el hablar contra la pared, de nuestros problemas, No me dejarán mentir, la gran cantidad de estudiantes que tuvieron problemas con la penúltima ex coordinadora de licenciatura, que con una actitud siempre autoritaria y arrogante negaba la inscripción a alumnos que se encontraban irregulares, bajo pretexto de que “se dedicaran a aprobar sus materias”, lo cual representó el atraso de un año a estos compañeros, cuando muy bien se pudiera haber cursado materias optativas y o libres, permitiendo evitar dicho atraso, y que decir de las “preinscripciones” que eran prácticamente la inscripción, ya que la misma ex coordinadora nos negaba la carga de materias a las que no nos hubiéramos preinscrito sin justificación alguna, aun hubiese cupo en dicha asignatura, y llego al grado de dar de baja a alumnos que muy bien pudieron adelantar materias en verano a las que no se preinscribieron, al final observábamos salones con 10 o 15 estudiantes y muchos que deseábamos estudiar simplemente nos quedamos dos meses de brazos cruzados, por la intolerancia de esta diminuta persona, y esto sucedía una y otra vez.

Cuando pensábamos en “armar” nuestros horarios nos encontrábamos que independientemente del promedio, del cual depende el orden de carga, aun el de mayor puntaje, se vio en la necesidad de tener que pasar hasta 12 horas en la facultad, ya que nadie se preocupaba que iniciáramos las clases a las 7 de la mañana, hubiera espacios vacíos de 2 a 3 horas, luego otra clase, de nuevo espacios vacíos de etc. etc. los famosos “huecos” que hacían tediosas y cansadas nuestras clases, sobre todo en el famoso 5 semestre, el cual en el tiempo que lo curse era el más pesado por dichas anomalías de horario, nadie protestaba y esto sucedía una y otra vez.

Recuerdo muy bien cuando hice mi primera carga académica, larga era la espera, duro el escrutinio y más duro era cuando por el más pequeño detalle, nos enviaban de nuevo con el tutor o en el peor de los casos a pedir autorización de la secretaria académica, donde a veces después de largas explicaciones, obteníamos la firma, muchas veces ya tarde por que el cupo al salón donde necesitábamos inscribirnos ya estaba lleno, el cual minutos antes veíamos a la mitad del cupo, era en verdad frustrante, y se volvía de una romería a un caos, cuando pasaba el horario de inscripción y le tocaba al siguiente grupo, nos retrasaban y al siguiente grupo y así sucesivamente, con quien quejarse si nadie escuchaba y esto sucedía una y otra vez.

Así batallábamos por lograr nuestra meta, terminar nuestra carrera, brincando obstáculos que no debieron estar, pero que aún así lográbamos pasar, sin ningún apoyo, más que el consejo de los buenos maestros que tuvimos, sobre todo en ciencia básica, que si se preocupaban por nuestra educación buscando la mejor manera de hacer amena su clase aun engorrosa o tediosa que esta fuera, como calculo con el Prof. !!!, muchos sabrán a quien me refiero, otros no tuvieron la suerte de disfrutar su clase, consejos que nos daban desinteresadamente, sólo con el fin de que sigamos adelante, lo que aliviaba en mucho la carga que ponían sobre nuestros hombros acéfalas personas de mezquinos y egoístas intereses, y esto sucedía una y otra vez.

Al día de hoy, ya prácticamente a días de mi egreso puedo decir que me sorprende el escuchar y leer por distintos medios, de cómo llueven quejas de alumnos inconformes ante cualquier situación aún sea la más efímera, por no decir tonta, como tener dos o más exámenes el mismo día, cuando a generaciones pasadas nos aplicaban dos o más exámenes, en lo personal llegué a presentar 3 parciales en una ocasión y dos ordinarios en otra, y dábamos la talla, no nos quejábamos porque como ya mencioné nadie nos hacía caso y sí nos ponían la etiqueta de revoltosos, lo que empeoraba la situación; de que si los salones no tienen aire acondicionado, que la cafetería no les gusta, que está lejos la facultad, que el polvo, que por qué “sacaron” a una maestra, que no les gusta el plan de estudios, cosas tan bobas que más parecería estar escuchando y leyendo comentarios de adolescentes de preparatoria y de académicos frustrados que se disfrazan de estudiantes para lanzar su veneno, que de universitarios comprometidos con la sociedad como el que escribe estas líneas. Y esto está sucediendo una y otra vez en esta nuestra querida facultad.

Nadie es perfecto, todos en algún momento tendremos errores, mas sin embargo como estudiantes debemos ser autocríticos y críticos, no criticones, el autocritico se cuestiona así mismo, el crítico propone cambios reales y el criticón sólo habla por que puede articular palabras, observen compañeros sobre todo los de los primeros semestres, cómo era la vida en nuestra facultad cuando nosotros ingresamos, (5 años) pregunten a los que ya vamos de salida, y comparen lo que tienen ahora con lo que tuvimos nosotros entenderán por qué les observamos con otros ojos, pónganse en nuestros zapatos de ese entonces y verán si les hubiera gustado haber pasado por todo ello, porque de no hacer esa reflexión, las cosas seguirán sucediendo una y otra vez sin un rumbo fijo.

De cosas que sucedieron, nosotros fuimos participes, de cosas que suceden y sucederán los que vienen detrás de nosotros lo serán, los mejores recuerdos me llevo de esta querida facultad, los malos se los dejo aquí plasmados como un recordatorio a aquellas malas personas que hicieron hasta lo imposible para frenar la carrera, de individuos para ellos insignificantes, como yo, que solo éramos una matrícula más, un número, una estadística, recordándoles que no somos eso, somos personas con sentimientos, ilusiones y metas, una de las más importantes, nuestra carrera.

Con orgullo digo, ¡Yo soy UADY!, yo soy Químico y estudié en Facultad de Química.