jueves, 1 de mayo de 2014

mayo 01, 2014
Carlos Loret de Mola Álvarez / 1-V-14

A casi un año y medio de haber tomado el poder, la administración de Enrique Peña Nieto ya tiene un diagnóstico claro sobre las condiciones de seguridad en todos los estados del país.

Desde el arranque del sexenio, el presidente encomendó a su secretario de Gobernación, Miguel Ángel Osorio Chong, recorrer el país —particularmente las zonas más golpeadas por la narcoviolencia— y reunirse con los gobernadores para establecer estrategias conjuntas de combate a la criminalidad. 


En estas giras de mapeo inicial, que a veces se organizaban de un día para otro, estaban presentes también los secretarios de Defensa, general Salvador Cienfuegos, y de Marina, Vidal Soberón; el procurador general de la República, Jesús Murillo Karam; y el comisionado Nacional de Seguridad, entonces Manuel Mondragón, entre otros funcionarios de rango.


“Peinaron” el país en una primera vuelta y después se concentraron en los sitios con mayores problemas.

A estas alturas, a más de dieciséis meses de distancia, ya saben con quién cuentan y con quién no.

Según fuentes del más alto nivel en el gobierno federal, hay dos gobernadores a los que, sencillamente, no les tiene confianza el Gabinete de Seguridad del presidente Enrique Peña Nieto.

No han logrado establecer si es un tema de incapacidad, de inacción o de complicidad. Pero, en pocas palabras, saben que “no contamos con ellos”, como me dijo uno de los consultados para la elaboración de esta columna.

Uno es Jorge Herrera Caldera, gobernador de Durango.

Lo fueron a visitar desde el arranque del actual gobierno porque ya en diciembre de 2012 la zona de La Laguna (donde convergen varios municipios de Durango y Coahuila) estaba hirviendo en términos de ejecuciones, balaceras, secuestros, extorsiones y una sociedad arrinconada en sus libertades.

Cuentan algunos funcionarios federales presentes en las reuniones que el mandatario estatal permanecía indolente e inactivo ante la situación, lleno de pretextos y excusas, y que incluso una de las juntas terminó en gritos.

Otro es Egidio Torre Cantú, gobernador de Tamaulipas. El político, el carismático, el candidato era su hermano. Él era un poco el “cerebro” detrás de Rodolfo. Pero a Rodolfo lo mataron a pocos días de las elecciones, Egidio lo sustituyó y durante su gobierno se ha profundizado el control de la entidad a manos del crimen organizado.

El tercero —el orden es absolutamente aleatorio— es Ángel Heladio Aguirre Rivero, gobernador de Guerrero. El diagnóstico federal lo describe como ausente, alejado de su responsabilidad. Y que el que manda en realidad es su sobrino.

De sus reuniones con los mandatarios estatales, los hombres de confianza del presidente Peña llegaron a una conclusión: “Donde hay mal gobernador, hay malas condiciones de seguridad”.

SACIAMORBOS

Imagino que en la lista no figura Fausto Vallejo, de Michoacán, porque ni gobernador es. De facto, el gobernador se llama Alfredo Castillo Cervantes.