sábado, 24 de mayo de 2014

mayo 24, 2014
AMÁN, Jordania, 24 de mayo.- «Papa Francis, Papa Francis…». El día de la fiesta de independencia del país, los megáfonos del estadio de Amán lanzan sobre la multitud la ovación acompañada con ritmos pop de sabor árabe para saludar al cuarto Pontífice que visita Jordania.

El Santo Padre besa a una pequeña.

Un mar de banderitas saludan a Francisco mientras ingresa en el papamóvil. Lo acogen, entre los alrededor de 30 mil fieles (20,000 según EFE. Se habían distribuido 30,000 invitaciones), muchos refugiados de Palestina, Siria e Irak. La minoría cristiana de Jordania representa una comunidad muy significativa en el Medio Oriente.


Por decisión del Santo Padre, no hubo auto blindado para él ni para su comitiva. Una decisión que asustó al ministro del interior jordano Hussein Almajali, quien sabe que As Nasra, el ala radical de Al Qaeda en Siria, está en Deraa, en la frontera jordano siria, a 90 kilómetros de Amman. "Lo que hizo más difícil esta visita fueron los requerimientos del Vaticano: el Papa quería estar abierto a la gente, a los jordanos. Que lo vieran. Para compensar había que poner gente de seguridad en la calle.Y es lo que hicimos", explió el ministro a Clarín mientras esperaba al Papa.

EN la homilía de la misa, durante la que 1400 niños recibieron la primera comunión, el Papa habló de la cercanía en el lugar del Bautismo de Jesús, y citó su «misión caracterizada por el estilo del siervo humilde y manso, listo para compartir y para donarse totalmente». «La misión del Espíritu Santo –explica Francisco– es la de generar armonía y de operar la paz en los diferentes contextos entre sujetos diferentes. La diversidad de personas y de pensamiento no debe provocar rechazo ni obstáculos, porque la variedad siempre es enriquecimiento».

Cada diez metros había un soldado: desde el aeropuerto hasta el Palacio. También blindados con ametralladoras en ciertas esquinas en un esquema de seguridad que conformó al Vaticano. Al menos, 10,000 hombres estaban desplegados bajo un sol rajante para preservar la seguridad del Santo Padre.

A los cristianos, el Papa recordó el ejemplo y la palabra del Nazareno, de la que se puede obtener una indicación para el futuro y para el futuro de la convivencia del país: «Se necesitan gestos de humildad, de hermandad, de perdón, de reconciliación. Estos gestos son la premisa y la condición para una paz verdadera, sólida y duradera».

"Con el conocimiento y profundo lamento de la continuidad de las tensiones en Oriente Medio, yo agradezcó a las autoridades del reino por todo lo que hacen y los aliento a perseverar en sus esfuerzos para encontrar una paz duradera en toda la región. Este gran objetivo requiere que una solución pacífica sea encontrada en Siria como una justa solución en el conflicto palestino israeli", dijo el Santo Padre, ante los aplausos del heterogéneo auditorio de cristianos y musulmanes, más los cardenales de su comitiva.

«Pidamos al Santo Padre –añadió– que nos unja para convertirnos plenamente en sus hijos, adecuándonos a Cristo, para sentirnos todos hermanos y alejar de nosotros rencores y divisiones y amarnos fraternalmente».

En italiano, el Papa anunció en la homilía: "La paz no se puede comprar, no se vende. Es un don que se construye con pequeños gestos de la vida cotidiana". Un prelado la tradujo al árabe. Los cristianos se abrazaban. Los musulmanes aplaudían. Sus palabras se confundían con el llamado desde los minaretes de las mezquitas a la "salat", la hora del rezo que se repite cinco veces por dia en el Islam. Después rezaban el Padre Nuestro en árabe.

Con una imagen que le es muy preciosa, Papa Francisco habló sobre la paz y sobre el compromiso de todos en su construcción: «La paz no se puede comprar: es un don que debe ser buscado pacientemente y construido “artesanalmente” mediante pequeños y grandes gestos que involucren nuestra vida cotidiana.  El camino de paz se consolida si reconocemos que todos tenemos la misma sangre y que formamos parte del género humano; si no olvidamos que tenemos un único Padre celeste».

Imanes, arzobispos, patriarcas, padres con mitras ortodoxas, cruces de esmeraldas, rubíes y oro, y sheiks shiítas hicieron a un lado sus diferencias para recibir al Santo Padre.

El Papa saludó a los refugiados. Dijo: a Jesús «pidamos que prepare nuestros corazones para el encuentro con los hermanos más allá de las diferencias de ideas, lenguas, culturas y religiones». (La Stampa / EFE / Clarín)