viernes, 16 de mayo de 2014

mayo 16, 2014
MADRID, 16 de mayo.- Los brazos del pulpo están cubiertos por cientos de ventosas que se pegan a casi cualquier cosa, con una excepción importante: el propio pulpo. Si sucediera lo contrario, este animal de impresionante flexibilidad se encontraría rápidamente enredado sin remedio.

Ahora, investigadores de la Universidad Hebrea de Jerusalén han descubierto cómo los pulpos logran esta hazaña, incluso cuando el cerebro del animal no es consciente de lo que sus brazos están haciendo. Una sustancia química producida por la piel del cefalópodo impide temporalmente succionar a sus ventosas, afirman en la revista Current Biology.


«Nos sorprendió que nadie antes que nosotros hubiera notado este fenómeno tan fácil de detectar», dice Guy Levy, uno de los investigadores. Y «nos sorprendió totalmente por la solución brillante y simple del pulpo a este problema potencialmente muy complicado»


El equipo había trabajado con pulpos durante muchos años, centrándose especialmente en los brazos flexibles y el control del cuerpo. Los experimentos han demostrado que los pulpos no saben dónde están sus brazos exactamente, de la misma manera que ocurre con las personas u otros animales. Esto plantea una pregunta intrigante: Con tantas extremidades, ¿cómo evitan hacerse un nudo?

Para responder a esta pregunta, los investigadores observaron el comportamiento de los brazos amputados de un pulpo, que siguen siendo muy activos durante una hora después de la separación. Estas observaciones muestran que los brazos nunca agarraron la piel de pulpo ni tampoco las placas de Petri cubiertas con piel de pulpo que los investigadores pusieron a su alcance. De igual forma, se adhirieron a placas cubiertas con extracto de piel de pulpo con mucha menos fuerza de lo que lo harían a cualquier otro objeto.

«Los resultados muestran, por primera vez, que la piel del pulpo impide que sus brazos se adhieran entre sí», afirman los investigadores. Una señal química específica en la piel media para que las ventosas no succionen.

En contraste con el comportamiento de los brazos amputados, los pulpos vivos pueden reemplazar ese mecanismo automático cuando les conviene. Por ejemplo, en el experimento, los pulpos a veces agarraban un brazo amputado, y parecían ser más propensos a hacerlo cuando ese brazo no les pertenecía.

Los investigadores aún no han identificado el agente activo en esta conducta de los pulpos, pero creen que es una nueva demostración de la inteligencia de este animal. Esta estrategia de auto-evitación podría incluso ayudar al diseño de un robot bioinspirado.

«Los robots blandos tienen la ventaja de que pueden reconfigurar su cuerpo», dice Nir Nesher, coautor del estudio. «Esto es especialmente ventajoso en entornos no familiares con muchos obstáculos». De hecho, los investigadores comparten sus hallazgos con el proyecto STIFF-FLOP de la Comisión Europea, con el objetivo de desarrollar un manipulador quirúrgico flexible con la forma de un brazo de pulpo. (ABC)