martes, 6 de mayo de 2014

mayo 06, 2014
Juan Acuesta Rodríguez

De las reformas que se han hecho dentro de la administración del actual Jefe del Ejecutivo nacional, quiero hacer algunos comentarios y reflexiones.

Se pretende llegar en nuestro país a una educación, si no de excelencia, sí de un buen nivel. No sé cómo puede lograrse algo de este tipo con las características y el modelo educativo que prevalecen hasta el día de hoy, y digo esto porque en las aulas vemos un número muy elevado de alumnos, sobre todo los de educación básica, que están entre los 30 a 40 estudiantes por maestro y por salón, cuando para poder atender como debe ser a los educandos, se recomienda entre 15 a 20 alumnos por maestro y por aula.

Y qué decir que dentro de las escuelas existentes en el país hay las llamadas USAER, que son escuelas en las cuales a los salones acuden niños --tanto en primaria como en secundaria-- con alguna discapacidad, llámese esta auditiva o de visión, o alguna de otro tipo. No sé cómo quieren que el maestro atienda a estos alumnos teniendo al mayor número sin alguna discapacidad, por llamarla de alguna manera.

No es que sea discriminatorio; con anterioridad existían las escuelas avocadas a este tipo de alumnos que se les preparaba de una manera profesional y que podían competir con la generalidad de los jóvenes en bachilleratos y en licenciaturas. Estas escuelas de un plumazo desaparecieron; si no me equivoco, durante el período del Lic. Carlos Salinas de Gortari y hasta donde sé, todo fue más que nada para que ante los ojos de la UNESCO y de la ONU nuestro país entre en otro plano en materia educativa, como si no existieran estos niños y jóvenes con estos problemas, lo cual, desde mi punto de vista muy particular, fue un grave error. 

Pero la realidad es la que estoy describiendo.

Esto es por un lado. Por el otro, existen las escuelas unitarias, donde el mismo maestro atiende todos los grados existentes en la comunidad.

Y qué decir de las telesecundarias, en las cuales los maestros se vuelven todólogos.

Esto con respecto a Educación Básica.

Pero la situación se agrava más aún en esas escuelas del interior de cada Estado, en los municipios y comisarías recónditas o perdidas, en las cuales la pobreza es extrema, en donde la alimentación no es la que debe ser para un niño en formación académica. Y esto lo pueden constatar visitando las regiones de cada uno de sus estados, en los cuales no solamente existe esta problemática, sino también la barrera del idioma.

Todo esto se refleja en los niveles superiores, donde los índices de reprobación y deserción son mayores, pues la mayoría de quienes cursan la primaria y secundaria no llegan a ellos.

En los niveles superiores, la oferta educativa en escuelas oficiales se ve completamente rebasada, por lo que los que no aprueben la famosa prueba CENEVAL o la prueba de admisión que se les aplique, gran número de jóvenes quedan excluidos de este derecho. Los que cuenten con una mejor economía acudirán a instituciones privadas que oferten bachilleratos y licenciaturas. Los que logren ingresar a alguna licenciatura, llámese oficial o privada, inician con la expectativa e ilusión de que al concluir su formación puedan desenvolverse en sus profesiones o ingresar a alguna institución que los contrate, lo cual, verán con desencanto gran parte de ellos, que la oferta de trabajo es muy reducida y cuando la obtienen, es muy mal pagada.

Creo que se deben llevar a cabo replanteamientos que activen una verdadera economía en el país, que permitan a las cabezas de familia poder obtener los suficientes recursos, primero para alimentar adecuadamente a sus hijos. Con esto, que los niños puedan obtener mejores resultados en sus calificaciones y, por ende, disminuir los índices de deserción y reprobación.

Nuestro país, desde hace sesenta años está en vías de desarrollo y nunca alcanza la plenitud de éste. Cada gobierno entrante cree que llega con la fórmula mágica para componer lo que tenemos en materia de educación.

Qué podemos decirle a un pueblo como el nuestro que, según las estadísticas, tiene un 53% de niños con hambre y un 48% de jóvenes profesionistas desempleados o subempleados.

Se siguen abriendo más y más licenciaturas y no las fuentes de trabajo. Al joven que termina una licenciatura, si bien le va, le ofrecen trabajos de $5,000 o $6,000 mensuales, con lo que difícilmente pueden sortear la crítica situación económica que nuestro país padece.

He visto abogados, ingenieros, maestros, veterinarios, economistas, etcétera, etcétera, trabajando en todo, menos para lo que estudiaron.

Creo que debe hacerse una planeación integral en la cual se reactive la producción, la industria, el comercio, el campo, y obviamente la educación, para poder hablar en realidad de una verdadera y auténtica reforma nacional.

Nuestro país se caracteriza por mano de obra y servicios baratos, mal pagados, lo cual permite sean mayores los márgenes de utilidad para los que ofertan los trabajos. En tanto sigamos con aulas repletas de alumnos, con escuelas con las características ya mencionadas, seguiremos padeciendo en todos los renglones que se puedan dar en México.

Es prioritario y necesario tomar nota de todo esto y revolucionar también la enseñanza en nuestras normales, que deja mucho que desear.

Si se lograra alcanzar aunque sea un 40% de lo antes mencionado, y estoy dando un margen muy bajo, quizá podremos hablar de un país ya en pleno desarrollo y no un país subdesarrollado o mal llamado, no sé por qué ni de dónde surge, del tercer mundo.

Definitivamente, discrepo totalmente de lo expresado por la Sra. Rosario Robles. No con la norma establecida, porque ésa, sí es cierto, así está dada, sino con la forma y la manera tan discriminatoria, puesto que ella no es quien para establecer ningún modelo de familia, sobre todo que estas situaciones se dan más bien en el campo y en las regiones donde la marginación educativa y económica es muy grande, amén de todo lo sociocultural que existe en esos lugares.

Es cuanto.