viernes, 2 de mayo de 2014

mayo 02, 2014
José Sobrevilla

CUERNAVACA, Morelos, 24 de mayo, 2008. Desesperada, con voz entrecortada y reflejando sufrimiento, la autora de La rueda de la fortuna y Memorias, hija única de Octavio Paz y Elena Garro, denunció que el sobrino consentido de su mamá, Jesús Garro Velázquez, al parecer sin motivo aparente, le ha agredido físicamente, al grado de fracturarle un brazo y lastimarle el hombro; además de romperle el meñique derecho. En conversación telefónica en su casa de Cuernavaca, entre maullidos de gatos, la autora narra a detalle lo vivido con su primo y que califica como “un infierno”.


Más grato hubiera sido escucharla hablar de sus tiempos en Paris, Nueva York, Berlín o Tokio, donde la familia Paz Garro convivía con Henry Miller y André Bretón; o cuando Elena, madre, conoció a Albert Camus; las charlas de café con Jean Paul Sartre que documenta en su libro Memorias: Helena Paz Garro (Grijalbo, 2003). O mejor, su amistad con Christian Dior, o la pasión despertada en su mamá por Adolfo Bioy Casares. La muñeca del siglo XVI que le regalara en Tokio Kimitake Hiraoka, mejor conocido como Yukio Mishima.

De los recuerdos al presente media la angustia, la tragedia, el olvido. En su libro Memorias, en forma desgarradora, Paz Garro describe su infantil desgracia a los tres años cuando, en la calle de Saltillo, casa de tres pisos, ella se encontraba al cuidado de su abuela Pepa (madre de Octavio Paz) y su segundo marido, también primo hermano suyo, Pepe Delgado Lozano. En el inmueble también habitaba su tía Deva, esposo e hijos.


Cuenta Helena que hacía tiempo que no veía a su primo Jesús Garro Velázquez y que, cuando ella se desempeñó como canciller en el consulado de México en París, supo que Leticia, esposa de Jesús, se había suicidado, por lo que éste le pidió que lo invitara unos meses a la Ciudad Luz para olvidar su tragedia. “Me dio lástima porque, de niños, habíamos vivido varios años juntos, y entonces le mandé el boleto”.

La visita de unos meses se prolongó 10 años. Cierto día, los árabes de una tienda, al ver que la golpeaba de manera salvaje, le advirtieron a Helena que tuviera cuidado porque su primo fumaba hachís y era alcohólico; para ese entonces, la relación con él ya se había convertido en una pesadilla, afirma la escritora. “Golpeaba a mi mamá, sin embargo él siempre ha afirmado que quien lo hacía era yo; tal vez para disculparse y culparme porque soy testigo”.

Con su mamá, Elena Garro.

Comenta que hace dos años fue operada de cáncer en el estómago y le extirparon la mitad de este. “Y el monstruo, que me acompañó al hospital, no se quiso quedar conmigo. Yo necesitaba quien respondiera por mí en Nutrición y alimentara a mis gatos y perras durante mi estancia”. Al pedirle a Jesús que se hiciera cargo, dijo que cobraría 25 mil pesos por hacerlo, no obstante a considerarlo injusto, la escritora aceptó; sin embargo, ni él ni su nueva mujer se volvieron a parar al hospital y, por su culpa, una de sus perras murió.

En su convalecencia en Nutrición vivió totalmente sola, sin visitas familiares ni televisión. “Una enfermera gordota, prieta, muy buena gente, que se llamaba como yo, me llevaba a pasear en silla de ruedas por los jardines del hospital”.

Al salir del nosocomio, el doctor sugiere que la atienda una enfermera porque tiene una abertura muy grande del pecho hasta abajo. Entonces, su primo, gritando le espeta: “¡No gastes en enfermera!”, al tiempo que recomienda una persona que él conocía y que se fue con ella a Cuernavaca. Le ayudó a desinfectar y cauterizar la herida.

“Ella, a pesar de ser una naca, se portó muy bien; pero Chucho la corrió y se quedó aquí de mozo. A mí me daba lástima porque andaba vendiendo tacos en la calle”. Sin embargo, durante su estancia, su esposa y él, “me robaron 25 cartas de 1935 a 1937 de cuando mi mamá y mi papá eran novios; entonces yo, furiosa, llamé a la prensa y lo acusaron de robo”. Los registros públicos marcan febrero 2003.

Curiosamente, el 24 de abril de 2004, en su número uno, Confabulario, suplemento cultural de El Universal, que dirige Héctor de Mauleón, publicó las más de 20 cartas de amor dirigidas a Elena Garro, escritas entre julio y octubre de 1935 por Octavio Paz. El periodista cultural no menciona cómo las obtiene. Por otra parte, el 22 de abril de 1998, el periódico español El País, en una nota de Juan Jesús Aznárez, a propósito del fallecimiento de Octavio Paz, menciona la intensión de Helena Paz de vender las citadas cartas.

“Cuando estaba aquí, nunca me hablaba ni él ni su mujer –continúa Helena Paz. Habitaban un cuarto mal hecho, me daban una comida inmunda, horrenda. Me han dejado semi-inválida porque en dos años, cuando yo llegué del hospital, estaba muy anquilosada. La silla (de ruedas) me hizo mucho mal. El ortopedista dijo que me bajara y me ayudaran a caminar; pero cuando se fue el doctor, mi primo me gritó: ¡Huevona, cínica, camina tú sola; no quieres hacer nada!”

¿En qué situaciones fue agredida?

–No sé. Entraba, por ejemplo, en la mañana, y al saludarme le decía ¿me puedes dar un vaso de leche? Y me contestaba: ¡Vieja puta, cabrona, eres una mierda, no te doy nada! Pero sin que yo dijera nada. Sin motivo. Me ha hecho rodar por las escaleras y me he roto el hombro izquierdo y el brazo derecho. Y me reclama todavía que no me puedo mover. Yo tenía la mano entre las sábanas y entró, como loco, se me echó encima y empezó a darme de puñetazos en la mano derecha y me rompió el dedo meñique. Le tenía pavor.

Señala también que la despojaron de un piso que le dejó su mamá en Cuernavaca; “se instalaron a mis espaldas. Mi abogado dice que es muy difícil recuperarlo, porque el que vive en un departamento o casa, la ley mexicana le da todo el derecho. Hace dos semanas se largó y se instaló en el departamento; como ya lo conocía que es un malvado, fui a ver un abogado y me dijo que cambiara las cerraduras. ‘Si viene y le arma un escándalo, llame a la policía’.

“Vino, armó un escándalo y llamé a la policía pero ésta, como siempre, llegó tarde. En Cuernavaca es un desmadre la policía. Fue entonces que, por recomendación de un amigo, consulté otro abogado que me mandó a Conciliación y Arbitraje. Éste me preguntó: Cuando le pagabas, ¿te daba un recibo? No. ‘¡Hay Dios mío, Helena!’ Le dije, pues era mi primo”. Para solucionar el problema, Jesús Garro le pedía 169 mil pesos, sin embargo en las negociaciones acordaron un pago de 18 mil, ya que estaba cobrando como si hubiera trabajado nueve años.

¿Qué otras cosas se te han perdido?
–Las cartas de mi papá, los testamentos de mi mamá y el de mi abuela Pepa, que de nada le sirve y, además, fue muy difícil encontrarlo. Tuve que recurrir a Cuauhtémoc Cárdenas para obtenerlo.

También poemas, fotos de mis padres, así como más de 200 libros antiguos. No sé si usted se acuerde, pero mi mamá estaba estudiando la historia de la Revolución rusa. Entonces, ella y yo comprábamos libros editados por los grandes rusos en exilio. Esos libros valen una fortuna.

¿Ya no te ha ido a visitar?

–No. Yo ya no le hablo. No quiero volverlo a ver en mi vida.

¿Qué edad tiene Jesús?

–59 años

¿Está casado?

–Vive con una vieja horrible.

¿Tienes idea dónde está ahora?

–En el departamento que me robó.

¿Donde está ubicado?
–Junto a mi casa.

Finalmente, y pidiendo se haga público su problema, Helena Paz señala que si bien esto es sensacionalista, no lo hace en afán de demanda sino de protección, “porque me siento en peligro. Y si me pasa algo que sepan que fue él”.

Helena Paz nació y se crió en París pero una parte de su niñez la vivió en México al cuidado de su abuela paterna. Se educó en los mejores internados de Suiza cuando su papá, Octavio Paz, estaba en un momento ascendente de su carrera. Pero la vida de Paz con Elena Garro fue más que tormentosa. Ya divorciados, a principios de la década de 1960, el Nobel amenazó con pulverizarla. Con su hija ya adulta, la autora de Recuerdos del porvenir, se estuvo escabullendo lo mismo por Nueva York, París o Madrid hasta terminar en Cuernavaca, donde vivían humildemente en un pequeño departamento prestado por uno de sus hermanos, documenta la biografía del ILCE.

(Helena Paz Garro falleció el 30 de marzo de 2014, un día antes del centenario del nacimiento de su padre).


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