sábado, 17 de mayo de 2014

mayo 17, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

Simpliciano, mancebo candoroso, casó con Pirulina, muchacha sabidora de la vida. Antes de empezar la noche nupcial la tomó por los hombros, fijó en ella una mirada inquisitiva y le preguntó, solemne: "Dime, esposa: ¿conservas prístino, integérrimo e incólume el tesoro de tu virginidad?". Respondió ella: "Lo perdí hace tiempo. Pero ven a la cama; te va a gustar el cofrecito en que lo tenía". Pepito estaba comiendo dulces en la puerta de su casa. Pasó doña Panoplia de Altopedo, dama de buena sociedad, y reprendió al chiquillo: "No deberías comer tantos dulces, imprudente niño. Te van a hacer daño". Sin dejar de masticar contestó el chamaquito: "Mi abuela comía dulces a todas horas, y vivió hasta los 100 años". Frunció el entrecejo y otras partes la copetuda señora y replicó atufada: "¿Acaso piensas que llegó a esa edad porque comía muchos dulces?". "No -respondió Pepito-. Llegó a esa edad porque nunca se metía en lo que no le importaba". Capronio le dijo a su esposa: "Te seré fiel hasta la muerte, porque en vida está cabrón". Mañana estaré, Deo volente, en la tierra del uno tras otro. Explicaré esa frase. Mis tías solteras no usaban nunca la palabra "chorizo": intuían en ella connotaciones indecibles. Cuando iban a la tienda pedían: "Me da medio kilo de uno tras otro". Pues bien: mañana estaré en la bella ciudad del uno tras otro, del chorizo. Iré a Toluca, y en su Feria del Libro presentaré mi más reciente obra: "La guerra de Dios", que trata del conflicto cristero. Narraré anécdotas de ese terrible enfrentamiento y de mi propia vida, firmaré libros, me tomaré fotos con mis cuatro lectores, y si el tiempo me lo permite me compraré un kilo de -------. (Uno tras otro). No sé cuál vaya a ser el resultado de otra guerra, la elección de dirigente nacional del PAN, pero hasta donde recuerdo -Nota de la redacción: por lo que hemos observado, nuestro estimado colaborador recuerda hasta 4 horas antes del momento presente-, ese proceso electoral nunca ha sido tan enconado, tan lleno de violencias verbales y de inquinas como este de ahora. A mí me da igual quién sea el que gane, y -consecuencia lógica- también me es indiferente quién sea el que pierda. Me gustaría, sin embargo, que no perdiera el PAN. De otra manera dichas las cosas, espero que el resultado final de esta dura contienda no sirva para dividirlo aún más y para acentuar la belicosidad entre los diferentes grupos, bandos, tribus o facciones en que se han separado los panistas. Acción Nacional es importante para México. La vida política del país no puede concebirse sin la organización que fundó Manuel Gómez Morín, valioso mexicano. Es necesario que un sistema de frenos y contrapesos acote al partido en el poder. En esa tarea democrática el PAN es irreemplazable. Desde mi atalaya de observador imparcial, pues, exhorto a los panistas a retornar a la unidad después de concluida la acre contienda que tan profundamente los separó en las últimas semanas. También los exhorto a ir a la presentación de mi libro. He aquí un lindo cuento de traza surrealista. Tres murciélagos estaban en la rama de un árbol. Dos colgaban cabeza abajo, como hacen los quirópteros cuando no están volando. El tercero, por el contrario, se hallaba posado en forma vertical sobre la rama, igual que hacen las aves. Uno de los murciélagos que colgaban le preguntó al otro: "¿Qué le sucede?". "No sé -respondió el otro-. Estaba bien, y de repente se desmayó". Dos ciempiés machos iban por el jardín, y pasó a su lado un ciempiés hembra. Le dijo uno de los machos al otro: "¡Mira qué par de piernas, qué par de piernas, qué par de piernas.!". Don Languidio, señor de edad madura -rondaba ya los 80 años-, salió muy orgulloso del cuarto donde solía practicar su hobby, que consistía en elaborar ungüentos y pociones con hierbas curativas. Quien lo hubiera visto en ese momento se habría quedado estupefacto: no sólo iba completamente en peletier -quiero decir en cueros-; llevaba además pomposamente erguido, jactanciosamente enhiesto, grandilocuentemente levantado su atributo varonil. Al pasar por el espejo del pasillo se miró a sí mismo y luego exclamó con retador acento: "¡A ver qué dice ahora mi mujer de mis estúpidos experimentos!". FIN. (Milenio)