martes, 27 de mayo de 2014

mayo 27, 2014
Juan Acuesta Rodríguez

Desde hace ya algunos años se ha hablado del acoso de los niños por los niños, del maltrato entre ellos, de la violencia intraescolar llamada ahora bullying. Este fenómeno ha ido en aumento en todos los confines de la República Mexicana y es el resultado de la desatención de los niños en las casas, del mal uso de las computadoras a través de las redes sociales, de la violencia de los programas en las televisoras, llámense policiacos, caricaturas, telenovelas; de la violencia en el país y qué decir de las mismas escuelas.

Como podrán ver, es un fenómeno social muy delicado y que ha penetrado en las mentes de los niños, quienes no reciben la atención como es debida, acorde a su edad, y que esta situación a mayor tiempo se potencializa al grado de crear niños y jóvenes delincuentes sumamente violentos.

Recuerdo que, cuando niño, en el seno de mi familia no se pronunciaba, y mucho menos se permitía, un vocabulario soez. Es más, sólo con la mirada de mis padres dábamos por entendido un severo llamado de atención.

Hoy, esas actitudes han dejado de existir. Los padres llegan a un grado de consentimiento y a una desatención tal, que los niños lo reflejan en sus actos dentro y fuera de la escuela. Incluso me ha tocado escuchar pláticas de madres de familia con un vocabulario entre ellas y para con sus hijos que deja mucho que desear. Y este vocabulario y actitudes se han vuelto comunes en el seno familiar.

El caso es que, al llegar a la escuela, este efecto hace presencia en las aulas. Niños groseros, prepotentes, altaneros, por lo que los maestros se ven hasta cierto punto rebasados. Imagínense 40 niños por salón, 200 o 500 por escuela, si es que no más. Y los maestros, con las normas de hace ya algunos años --en las cuales no pueden ni siquiera dar una mirada severa a los escolares y qué decir del simple hecho de tomarlos del brazo para separarlos o reprenderlos-- se hacen acreedores a demandas ante Derechos Humanos, incluso penales, a actas administrativas por parte de la institución; cuando los Derechos Humanos olvidan que el derecho de respeto hacia una persona termina cuando ésta violenta la integridad de otro niño y de toda una comunidad estudiantil.

Si los profesores reprenden o reportan a los alumnos, los padres, ofendidos, llegan con reclamos airados a las escuelas, incluso con demandas ya hechas.

Y todo esto porque se han perdido los principios y los valores fundamentales que rigen en la sociedad y el ser humano.

Me ha tocado ver muchachitas con "caguamas", hoy llamadas "misiles", en las manos ¿y los padres? Bien, gracias.

El problema del bullying es una situación que ha calado y penetrado en todos los niveles sociales. Creo que la única forma de contrarrestarlo es que de nuevo se dé la censura a programas violentos, que los padres sean más responsables y compenetrados con sus hijos; que estos equipos, que son una maravilla, computadoras, celulares, etc. tengan un candado para que cuando el programa detecte algo indebido o violento, automáticamente lo bloquee. Sé que esto es muy difícil, pero sí es posible de lograr.

Una cosa es la libertad de expresión y otra cosa es generar violencia de forma masiva y la falta de respeto.

Estamos viviendo tiempos sumamente difíciles en lo económico, en lo social, en lo político, en lo familiar, en lo escolar. Creo que si retomamos los sistemas educativos y de enseñanza de antaño podríamos forjar una nueva generación de niños y jóvenes para el bien de la Nación.

Pienso que los psicopedagogos tuvieron su momento dentro del sistema educativo y de enseñanza, pero éste ha sido rebasado por su mal entendimiento y comprensión.

En lo que respecta a los maestros, directivos y funcionarios, deben señalar hasta dónde una acción es correctiva para el educando y hasta dónde es violenta.

En lo que compete a Derechos Humanos, hacer respetar los derechos de las mayorías, que son afectadas por las acciones negativas de una minoría. En una clase, la mayoría de las veces hay cinco o seis individuos que sólo están fastidiando y le parten el alma a treinta y cinco compañeros. Y esto es común en casi todos los salones de clase y se da en ambos géneros.

Yo me pregunto cuántos de mi generación y anteriores a mí "se traumaron" en el proceso de enseñanza-aprendizaje. Puedo decir que hay brillantes científicos, excelentes profesionistas, gente muy trabajadora y buenos maestros de esta generación de que les hablo.

De veinte años para acá, he visto cómo la niñez y la juventud se ha torcido y se ha deteriorado, y esta generación es la que nos sigue; imagínense las que vienen detrás de ellos cómo van a ser.

Me ha tocado ver a padres alcahuetes, sobreprotectores, incluso a padres que le temen a sus hijos.

Convoco a padres, autoridades, maestros y sociedad a hacer una cruzada en pro de la dignidad y del verdadero derecho de vida en la educación y en la familia para nuestra niñez y nuestra juventud.

Es cuanto.