jueves, 3 de abril de 2014

abril 03, 2014
Carlos Loret de Mola Álvarez / 3-IV-14

En la escalinata que desciende al restaurante The Palm del hotel Presidente Intercontinental del Distrito Federal se encontraron dos senadores del PRI.

Habían pasado unas cuantas semanas del avionazo en que perdió la vida el entonces secretario de Gobernación, el panista Juan Camilo Mouriño, y seis personas más.

Mouriño, nacido en España y naturalizado mexicano, tenía un gran amigo campechano entre los senadores priístas y estaba empujando para que se volviera gobernador de la entidad por el PRI pues el PAN no tenía posibilidades reales de ganar la elección. 


Ese senador se llama Alejandro Moreno Cárdenas. Le dicen Alito. Él iba bajando las escaleras del hotel cuando se topó de frente con su coordinador de bancada, el senador Manlio Fabio Beltrones.

Alito le dijo que llevaba días pidiendo cita con él, que quería su apoyo para ser el candidato priísta al gobierno de Campeche.

Beltrones, que estaba molesto por el acercamiento del personaje con el entonces gobierno federal panista a través de Mouriño, le contestó: “Alito, tú fuiste el octavo pasajero en ese avión”. Y siguió su camino.

Alito no fue candidato del PRI. Lo fue el actual gobernador, Fernando Ortega Bernés. El candidato del PAN que perdió esa contienda tuvo un fascinante premio de consolación: Mario Ávila Lizárraga se convirtió, gracias a la intercesión de la familia Mouriño, en el encargado de todos los negocios marítimos de Pemex y manejó un presupuesto de 12 mil millones de dólares al año.

Tan pronto llegó el nuevo gobierno encabezado por el presidente Enrique Peña Nieto, Ávila Lizárraga fue despedido de su cargo. Alito, convertido ahora en diputado federal por Campeche, cabildeó para que ¡su propio hermano! ocupara la vacante.

Alito no pudo meter a su hermano a Pemex y Mario Ávila es hoy prófugo de la justicia por el escándalo de Oceanografía. El diputado sigue buscando la gubernatura de Campeche que se “juega” el próximo año. El actual mandatario no lo quiere. Por estos episodios, tampoco es bien visto en el gobierno federal.

Ya se ha publicado que el señor Carlos Mouriño, padre del extinto secretario de Gobernación, fue quien pidió como favor personal que Ávila Lizárraga fuera contratado en Pemex para tan estratégico cargo.

Lo que parece que no se recuerda mucho es que en la primera sesión en la que Ávila fue propuesto para el cargo, el Consejo de Administración de Pemex —con marcada oposición de su entonces director, Juan José Suárez Coppel, y del dirigente sindical, Carlos Romero Deschamps— rechazó contratarlo porque carecía de experiencia (su currículum lo ubicaba como vendedor de coches y delegado estatal de la Sedesol).

Meses después, a la siguiente sesión del Consejo se presentó la entonces jefa de la Oficina de la Presidencia, Patricia Paty Flores Elizondo. Con la representación de Los Pinos presionó hasta conseguir que Ávila fuera nombrado.

SACIAMORBOS

Cuentan que juntó 200 millones de pesos entre empresarios campechanos a quienes prometió negocios porque la familia ya estaba en la paraestatal… y resultó que no.