sábado, 26 de abril de 2014

abril 26, 2014
Juan Acuesta Rodríguez

Ya se sienten los tiempos político electorales dentro de los partidos en Yucatán.

Por una parte, en diversos camiones se ve la imagen de un Raúl Paz Alonzo; en otras están llevando a cabo una encuesta para ver si conocen a Mauricio Vila Dosal, ambos del PAN. Por otro lado, en algunas avenidas se ven espectaculares que dicen: "Así es como gobierna el PRI".

Es lamentable que los partidos y sus dizque políticos sólo se acuerden del pueblo cuando se acercan estos tiempos. Qué triste es que pregunten "¿Conoces a fulano o a mengano?" y la gente diga "Quién sabe quiénes son" y que de la contraparte digan "¡Ah! Son los que entregan computadoras".

En verdad, da pena que en pleno siglo XXI, 2014, se sigan haciendo politiquerías y no políticas de Estado. Siempre prometiendo cosas que no van a cumplir, tan sólo para llevar agua a su molino y se olviden en realidad de las verdaderas necesidades de la ciudadanía; que convoquen a la gente a participar en las campañas y que al concluir éstas olviden sus postulados, se olviden de toda esa gente que está en las trincheras y que tan sólo lleguen a puestos clave amigos, gentes allegadas o impuestos por algún grupo político, cuando muchas de estas personas ni siquiera conocen la declaración de principios de cada uno de sus partidos.

También es muy lamentable que el partido que gane imponga alguno de sus colores en edificios, en rótulos, en vehículos, en los logos de cada gobierno (como el de ahora, que parece promoción del carnaval o del Mundial de Brasil), cuando en realidad, al ganar, deben asumir con madurez ese resultado y dejar de un lado al partido al que pertenezcan en vez de privilegiar al pueblo y al Estado.

Sería muy conveniente que se legisle sobre esto. Montones de papelería van para la basura porque ya hay nuevo logo; el material de oficina se tira por el cambio en los colores de cada administración, lo que representa una enorme erogación económica por este concepto en la administración pública. ¿Por qué no establecer colores oficiales de por vida? Como podría ser un color café, un color morado, en fin, cualquier color menos el del partido que gane. ¿O por qué no incluir barras de todos los colores de partido en los membretes, si estamos hablando de una democracia, ¿no? Lo que representaría un gobierno verdaderamente del pueblo y democrático: un gobierno de unidad política.

Pero la realidad es otra. Sólo piensan en sus intereses personales, en sus intereses partidistas, y llegan mentecatos y sinvergüenzas a enriquecerse con el dinero del pueblo.

El día en que alcancemos esa madurez política, quizá podamos hablar de gobiernos de Estado y de una auténtica democracia.

Siempre vamos a ver las mismas caras en diferentes puestos, en diferentes cargos. Es una rueda de la fortuna que solamente va cambiando de posición y a los más viejos se les va reemplazando o relegando, pero la rueda de la fortuna sigue gira y gira, con gente que creo que en su vida ha trabajado.

Señores, un político de verdad, o un verdadero político, es aquel que atiende y entiende a su pueblo; es aquel que donde se pare se le arremoline la gente, ya sea a saludarle, ya sea a pedirle algo o que realice alguna gestión. No esos mequetrefes que están ahora y que todo lo solucionan con sus oficinas de enlace, gente que muchas veces ni en su casa los conocen, ¡ah!, pero sí son mal llamados políticos.

El partido que fuere, si quiere contender con probabilidades de éxito en las elecciones, tendrá que fijarse bien en a quién pone como candidato y no por ser el amigo del amigo del amigo es ya el candidato. O por tener el cobijo del gobernante sea ya el candidato mal llamado de unidad.

Cuántas veces he escuchado que nuestro país no merece esos gobiernos que tenemos.

Señores mexicanos, señores yucatecos, los mexicanos tenemos lo que merecemos, porque esas personas son electas en las urnas y no somos capaces de denunciarlos o demandarlos cuando no cumplan o incurran en algún delito. Aunque también es cierto que a algunos se les ha demandado, incluso se han dado las pruebas, y sin embargo se dice que no se encuentran los elementos para someterlos a un juicio político.

He visto políticos que derrochan de una manera escandalosa el dinero. Gente que, de abastecedores, llegan a ser terratenientes; que de dibujantes, llegan a la senaduría; que de analfabetas o idiotas, llegan a ser grandes empresarios; que de presidentes de partido, llegan a tener grandes constructoras; de gaseros, a gente de una muy cómoda economía.

Señores de partido, ya eliminen esos congresos de delegados que, más que delegados, son borregos aleccionados que sólo llegan a levantar la mano.

He visto cómo bajan del caballo a un buen candidato, al candidato natural, e imponen a uno al que quieren la cúpula y los grupúsculos políticos de cada Estado.

Señores ciudadanos, ustedes tienen mano y tienen la última palabra. Busquen entre sus huestes a la persona ideal, que no necesariamente tiene que ser de un partido, sino podría ser un candidato ciudadano con una verdadera visión de lo que es una política de Estado, de lo que son las necesidades reales de nuestro Estado, de nuestro país, de nuestro pueblo.

Es cuanto.