jueves, 24 de abril de 2014

abril 24, 2014
Carlos Loret de Mola Álvarez / 24-IV-14

Por esta columna, alguna presidenta municipal me atacará en público, algún director de comunicación social buscará las vías para presionarme, recibiré mensajes agresivos en Twitter y un sinfín de cabildeos legítimos y ataques virulentos.

Lo sé porque ya me pasó. Porque me pasa cada vez que digo que Tamaulipas es el estado con peores condiciones de vida en México. Pero ni modo de hacer como que no me llegan las denuncias. 


Mi vida cotidiana, mi vida de reportero, lleva años impregnada de historias de gente que se me acerca en el parque cuando estoy con mi familia, durante la comida en un restaurante con algún amigo, en lo que espero en una sala de cualquier aeropuerto, al terminar alguna conferencia, a través de las redes sociales o en mensajes a la televisión, la radio, el periódico o la página de internet.


Todas y todos llegan con rostros desesperados. Son tamaulipecos. Algunos se mudaron al Distrito Federal, otros a Yucatán u otro estado, hay quien confiesa que pudo comprarse una casa en Texas y los más dolientes me dicen que siguen viviendo ahí, en Tamaulipas, en narco-Tamaulipas, porque no han tenido de otra.

Tamaulipas, gracias a varios pésimos gobiernos consecutivos, es un territorio donde manda el crimen organizado. Una entidad que de facto ya no forma parte del Pacto Federal mexicano. Un estado fallido. Una simulación de normalidad.

Se organizan elecciones pero suelen ganar los candidatos que llevan el visto bueno de los capos. Los empresarios tienen que pagar una doble tributación: a Hacienda y a los narcos. Se ha sepultado la libertad de expresión a punta de sangre. Los doctores no pueden ir a sus clínicas porque los “levantan” los maleantes para curar a sus heridos. Las clases en las escuelas y universidades están supeditadas a que no haya balacera en las avenidas. Las fiestas y salidas con amigos se sustituyen por grupos de oración dentro de casas, para encomendarse ante lo inesperado.

Los narcos tienen derecho sobre todo: propiedades, productos, vehículos, restaurantes, bares, antros. Tienen derecho también sobre las mujeres y los hombres. Y quien no acata: le advierten, lo golpean, lo secuestran y lo matan, generalmente en ese orden.

Los criminales operan en Tamaulipas, pero viven en el sur de Texas. El territorio conjunto binacional conforma una especie de tercer país donde no se aplican las leyes de México ni las de Estados Unidos, sino las que el cártel va dictando.

Antes del rebrote reciente de violencia, hubo un largo periodo de relativa calma. No había tantos ejecutados en la calle. No porque no hubiera guerra sino porque la guerra ya la habían ganado los narcos. La pax narca, que le dicen. Y las propias autoridades divulgaron que lo que hizo renacer la violencia no fue la acción del Estado sino Los Zetas desafiando a los de El Cártel del Golfo.

SACIAMORBOS

Un cacique, un narco, un cómplice, un inepto. Y en una de esas me quedé corto.