sábado, 15 de marzo de 2014

marzo 15, 2014


Un rico hacendado yucateco, de aquellos de la edad de oro que, embarcado por primera vez en su vida, se dirigía a La Habana en viaje de recreo, se acercó a un camarero y le preguntó misteriosamente por dónde se iba al patio en el vapor... Su asombro rayó en lo trágico cuando se enteró de que en los vapores no hay patio y, arrepentido, juró no volver a embarcarse en el resto de sus días.