lunes, 24 de marzo de 2014

marzo 24, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

Entre las mil especies que hay de cuentos unos son tristes, surrealistas otros, y crueles algunos más. El que en seguida voy a relatar es al mismo tiempo triste, surrealista y cruel. Entró un elefante en una cantina y pidió un tequila. Doble, claro. En eso el pianista del local levantó la tapa de su piano y empezó a tocar "As time goes by". Gruesos lagrimones corrieron al punto por las mejillas del elefante. El cantinero, compasivo como casi todos los de su oficio, le preguntó, solícito: "¿Por qué llora, amigo? ¿Acaso esa inmortal canción le trae recuerdos de algún perdido amor?". "No -respondió el elefante sin dejar de llorar-. Lo que pasa es que en la teclas del piano reconocí a mi papá". ¡Desventurado proboscidio! ¡Era el tiempo en que las teclas de piano se hacían de marfil, y en ellas el elefante reconoció el de su señor padre! Ahora esas teclas se fabrican de otros materiales, de modo que los hermosos paquidermos pueden oír música de piano -o de órgano, para el caso- sin exponerse a una desagradable sorpresa. (También, con la misma tranquilidad pueden jugar billar o carambola)... Decía Babalucas, rencoroso: "Por culpa de Ignacio Zaragoza no sé hablar francés"... Nunca doy consejos que no me piden, y cuando doy alguno que me piden lo imparto -como decía El Parroquial, hoja diocesana, al calificar las películas de Tin Tan- "con serias reservas". Poco tiempo después de la muerte de Colosio los integrantes de un pequeño grupo de cercanos colaboradores suyos me preguntaron qué les recomendaba hacer ahora que su amigo y líder no estaba ya con ellos. Sin vacilar les dije que debían acercarse a Zedillo, el nuevo candidato, y ayudarlo en su campaña. Eran priistas, razoné, y como tales debían actuar con institucionalidad y disciplina. Decirles eso fue como mentarles la mamá, igual que si a unas monjas teresianas les hubiese yo aconsejado que fueran a laborar en un berreadero, casa de ahuianis, caleta de leandras, catera de las bondadosas, cantón de las pintadas, gan de las mirrúes, zumbido o foqui foqui pléis, que así se nombra en el caló del hampa de diversas partes del país lo que en lenguaje consagrado se denomina manfla, burdel o lupanar. Dijeron aquellos colosistas que no faltarían a la memoria de Colosio, y que preferían morirse de hambre antes que aportar su destacada personalidad, probado talento político y alquitarado patriotismo a la causa del nuevo candidato. De actitudes como ésa derivó la versión, vigente todavía, según la cual Zedillo hizo traición al PRI -y de pasadita a México- y entregó la Presidencia de la República a la reacción cuando reconoció el triunfo de Vicente Fox. Yo pienso que al hacer tal cosa Zedillo impulsó la causa de la democracia en México. La noche en que salió a los medios a hacer ese reconocimiento, acción oportuna y valerosa, evitó lo que habría sido un verdadero golpe de Estado, golpe que para mantener el dominio priista estaban prestos a dar los priistas de viejo cuño, aquellos que compartían la visión de Fidel Velázquez según la cual "Con las balas conquistamos el poder, y sólo con las balas nos lo podrán quitar". El vigésimo aniversario de la muerte de Colosio me llevó a evocar estas memorias ahora que la "sana distancia" del PRI con el gobierno, propugnada por Zedillo, se ha convertido en una "sana cercanía" que ha dado nueva vida a aquel ente que muchos creímos, equivocadamente, había desaparecido ya por los siglos de los siglos: el prigobierno... Relató un periodista de Hollywood: "Fui invitado a la boda, pero había tanto tráfico que apenas llegué a tiempo para el divorcio"... El barco vikingo se acercó a la costa. En sus bancos los remeros bogaban con energía y determinación. No todos. Los de los últimos tres pares de bancos se veían cansados, lasos, febles, abatidos, exhaustos y agotados. El jefe vikingo se dirigió a sus hombres: "Tenemos ya a la vista la aldea inglesa. Los que reman en los tres primeros pares de bancos se encargarán de liquidar a los enemigos. Los que reman en los tres segundos pares tendrán a su cargo el saqueo". Uno de los hombre que formaba parte de los últimos pares de bancos, los cansados, lasos, etcétera, le dice con voz débil a su compañero: "No me digas que otra vez somos los encargados de las violaciones"... FIN.(MILENIO)