sábado, 1 de marzo de 2014

marzo 01, 2014
Armando "Catón" Fuentes Aguirre

Hoy a las 11 de la mañana, en el hermoso salón llamado La Capilla, en el Palacio de Minería de la Ciudad de México, presentaré mi más reciente libro: La guerra de Dios. Dramática historia es la que narro en él; una historia de sangre y fanatismo llena de oscuras ambiciones, pero llena también de fe y de heroísmos. Narraré anécdotas inéditas, y diré cosas de mi vida que me llevaron a escribir esa obra editada por mi querida casa, Diana, del Grupo Editorial Planeta. Te espero ahí para agradecerte que seas uno de mis cuatro lectores, para firmar tu libro y para tomarnos juntos una foto. Al comenzar la noche de bodas el joven marido le dijo a su flamante mujercita: "Guardé para ti el impoluto tesoro de mi virginidad. Te lo entrego ahora, amada mía, como regalo en nuestra noche nupcial". Contestó ella: "Gracias, mi cielo. Por ahora no tengo nada qué darte, pero al llegar a casa te compraré una corbata o unas mancuernillas"... La esposa de Babalucas le preguntó: "¿Qué fue de aquel amigo tuyo, Pitorriel?". Respondió el badualque: "Está en la cárcel por muégano". "¿Por muégano?" -repitió ella sin entender. "Sí -confirmó Babalucas-. Tenía dos esposas". (¡" Por bígamo" quería decir el mentecato!). A Himenia Camafría, madura señorita soltera, le gustaba mucho la canción de Pedro Flores llamada "Obsesión", esa que dice: "Amor es el pan de la vida. / Amor es la copa divina.", etcétera. No conocía, sin embargo el nombre de la pieza. Así, en presencia de un trovador la señorita Himenia le pedía siempre: "Tóqueme el pan de la vida"... El marido le dijo a su mujer: "¿Te compraste otro vestido? ¿Cómo voy a pagarlo?". Respondió la señora: "Mi vida: ¿quién soy yo para darte asesoría financiera?". Pepito le preguntó a su mami cómo nacían los niños. La señora, algo turbada, trató de explicarle el milagro de la vida recurriendo al tradicional ejemplo de los pajaritos y las florecitas. Una semana después la familia de Pepito fue a una boda. El novio era flacucho y esmirriado, enclenque, raquítico y escuchimizado. La desposada, al contrario, era corpulenta, rebolluda, crasa, de profuso tetamen y opimo nalgatorio. Pepito se inclinó hacia su mamá y le dijo al oído: "Me parece muy poco pajarito para tamaña floresota"... No se explica la permanencia en el poder de un individuo como Nicolás Maduro, el torpe dictador de Venezuela. Las locuras de Chávez tenían el sustento de su carisma, pero este hombre es el depósito de todas las insuficiencias y mediocridades que en un político se pueden encontrar. Entiendo que el régimen dictatorial de Venezuela se ha apoyado en un paternalismo demagógico que llena de dádivas a los necesitados para obtener su apoyo, aunque eso arruine la economía del país. Pero eso no puede ya durar. Las condiciones de vida de los venezolanos se han agravado en modo tal que la mayoría terminará alzándose contra él. No existen ya las circunstancias que permitieron la perpetuación de un régimen totalitario como el de Castro en Cuba. La globalización del mundo, los nuevos sistemas de comunicación, la mayor conciencia política en la gente hacen que sea más difícil cada día que un gobernante como Maduro pueda sostenerse. Desde luego un golpe de estado no sería el remedio a los males de todo orden que padecen los venezolanos.  En las urnas, por el camino de la legalidad, el pueblo de Venezuela se librará tarde o temprano de este sandio que varias veces ha sido la irrisión del mundo, y que ahora es motivo de preocupación por la violencia que ejerce contra aquellos que se oponen a su tiranía. Doña Holofernes, matrona con mucha ciencia de la vida, amonestaba a su nieta mayor sobre los riesgos del trato con los hombres. Le dijo: "Si un individuo te invita a tomar unas copas no aceptes". "¿Podría acabar debajo de la mesa, abuela?" -le preguntó con una sonrisa la muchacha. "No, hija -replicó doña Holofernes-. Podrías acabar debajo del individuo"... Dulcilí, romántica muchacha, le dijo a Afrodisio, erótico galán: "¡Me tiemblan los labios, amor mío! ¡Están ansiosos de tu boca!". Respondió él: "Preferiría que te estuvieran temblando los muslos". (No le entendí)... FIN.