miércoles, 12 de febrero de 2014

febrero 12, 2014
Historias de reportero | Carlos Loret de Mola | 12-II-14

Se fue el número dos de Pemex. No renunció: le mostraron la puerta de salida.

El organigrama no marca con esa contundencia la existencia de una especie de segundo funcionario o brazo derecho por encima de los demás, pero en la práctica, desde hace tres sexenios, Carlos Morales Gil lo era.

No sólo porque encabezó durante casi 10 años la subsidiaria que más dinero maneja en Petróleos Mexicanos, la nombrada Pemex Exploración y Producción (PEP), sino porque en ausencia del director —se llamara Luis Ramírez Corzo, Jesús Reyes Heroles, Juan José Suárez Coppel o Emilio Lozoya— era este ingeniero coahuilense quien salía a dar entrevistas, explicaciones, discursos, comparecencias.

Carlos Morales Gil

A eso se pude sumar la contundencia de los números de los reportes financieros: en el tercer trimestre del año pasado, PEP recibió una inversión de 194 millones de pesos, comparados con las otras subsidiarias: 16 millones que se canalizaron a Pemex Exploración, 5 millones a Petroquímica y poco más de 2 millones a Gas y Petroquímica Básica.


Según fuentes muy bien informadas en el actual gobierno, esta posición de poder transexenal pudo haber confundido a Morales y su equipo, quienes ya no siempre respondían a las indicaciones de la Dirección General, encomendada por el presidente Enrique Peña Nieto a uno de sus más íntimos colaboradores y de mayor confianza, Emilio Lozoya Austin.

El asunto va más allá. De acuerdo con algunos directivos de Pemex que pidieron el anonimato para no entorpecer las investigaciones, la nueva administración de la paraestatal detectó que en PEP había lo que fue catalogado como problemas serios por una sospechosa concentración de contratos a favor de ciertos proveedores que parecían favoritos: Oceanografía (inhabilitada y multada ayer mismo por la Función Pública por faltas legales en sus contratos públicos), Blue Marine, Schlumberger, Weatherford y Perforadora México.

No existe una denuncia formal, interna ni externa, por esta probable irregularidad. El objetivo, más que un escándalo público, parece ser el de “meter orden” y mandar una señal de que todas las subsidiarias, por poderosas que sean y por directores generales que se llamen quienes las encabezan, deben responder a un gobierno central.

La semana pasada Francisco Rojas fue despedido de la Dirección General de la Comisión Federal de Electricidad. Dos factores comunes tiene esa salida con la de Carlos Morales: el relevo generacional y las sospechas sobre la manera en que se ejecutaban algunos asuntos administrativos. A lo de Rojas hay que agregar, quizá en primer término, su oposición a la reforma energética del presidente Peña Nieto (ver estas “Historias de Reportero” del 6 de febrero pasado, “¿Primeros pleitos en el gabinete?”).

SACIAMORBOS

Varios alcaldes michoacanos deben estar preocupados. El gobierno federal sí va sobre ellos. Hay una primera lista de sospechosos. Aseguran los bien informados que no necesariamente va a estar “repartidito entre partidos” como aquel “michoacanazo” del entonces presidente Felipe Calderón.