domingo, 5 de enero de 2014

enero 05, 2014



En aquella época de enconadas rivalidades entre los amigos y los enemigos del Gobernador Romero Ancona, había en Mérida un negro matón de oficio, a quien llamaban Martinico, tal vez por ser oriundo de Jamaica.

De él se valían los políticos para ciertas discretas supresiones, pero llegó un momento en que, por sus crecientes exigencias, se impuso suprimirlo a él.

Llevado con engaños a un bergantín noruego, lo echaron al agua a medianoche, ya lejos del puerto; pero era tan buen nadador, que al amanecer pisaba la playa de Uaymitún y al siguiente día se presentó en Mérida limpio y fresco. Hubo que esperar a que  Dios le pluguiese llevarlo a descansar, lo que no ocurrió sino varios años más tarde.