miércoles, 22 de enero de 2014

enero 22, 2014
Historias de reportero | Carlos Loret de Mola Álvarez  |  22-I-14

Casi nadie se enteró. Muy discretamente estuvo en México hace unos días el hombre que dirigió hasta hace cosa de un año la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de Estados Unidos.

El general David Petraeus participa en un centro de investigación donde aprovecha sus conocimientos y, sobre todo, los contactos muy sólidos que mantiene dentro del gobierno de Estados Unidos. 


Petraeus es reconocido como el jefe militar cuya estrategia logró reducir dramáticamente la violencia en Irak y Afganistán, abriendo a Estados Unidos una puerta para salir de dos conflictos que ahogaron su política exterior. Un escándalo íntimo lo orilló a renunciar a la CIA en noviembre de 2012.


Según me confiaron asistentes, en una de sus reuniones privadas en México, Petraeus expresó su admiración por el manejo económico del país y por la aprobación de las reformas estructurales que otras administraciones largamente anhelaron.

Sin embargo, puso un “pero”: la seguridad.

Dijo que en Estados Unidos nadie entendía lo que estaba pasando en México —autodefensas que se crean, secuestros que aumentan— y que no existía desde el gobierno del presidente Enrique Peña Nieto ninguna comunicación eficaz para explicar las cosas.

Aprovechó para quejarse que el nuevo gobierno cerró las puertas hacia Estados Unidos que mantuvo abiertas de par en par Felipe Calderón durante su sexenio, particularmente cuando se trataban temas de seguridad.

Presentes en esa reunión, dos personajes: Alejandro Poiré, secretario de Gobernación en la recta final del gobierno anterior, y Emilio Lozoya, actual director general de Pemex. Ninguno reviró ni hizo mayor comentario.

“¡¿Qué pasa con la seguridad?!”, fue la frase emblemática del general Petraeus, relatan algunos de los presentes.

Por esos días, el diario más influyente en el mundo financiero internacional, el Wall Street Journal, publicó una pieza de su corresponsalía en nuestro país donde relata el secuestro en Michoacán de un ejecutivo de una poderosa minera multinacional, Arcelor-Mittal, y la torpe respuesta de las autoridades de todos los niveles de gobierno. El reportaje ("El narcotráfico en México vuelve a atemorizar a las multinacionales") exhibe a México como un país donde reina la impunidad.

La pregunta del influyente militar norteamericano y el largo artículo del WSJ convergen en la misma dirección: las buenas noticias económicas para inversionistas y mercados pueden empañarse por la violencia, de poco van a servir las reformas impulsadas por el presidente Peña si el Estado mexicano no es capaz de garantizar la seguridad de quienes traten de hacer negocio con las nuevas reglas en sectores tan atractivos como energía, telecomunicaciones y financiero.

Muchos estudiosos piensan que si hay crecimiento económico en consecuencia baja la inseguridad. Es casi un lugar común. Ojalá la realidad mexicana no desafíe ese postulado, porque desde fuera parecen ver que si no hay seguridad, no alcanzará el país su potencial de crecimiento económico.

SACIAMORBOS

El ministro Valls se reporta sin problemas de salud vigentes. Su hospitalización quedó en el verano de 2012.