Octavio Rodríguez Araujo / La Jornada
El reciente y merecido homenaje a Arnoldo Martínez Verdugo me llevó a recordar viejos sucesos, incluido su secuestro en 1985. Dicho secuestro fue calificado por Carlos Pereyra como actividad delictiva y una pretendida actividad política de izquierda, y añadió: Más allá de las vicisitudes anecdóticas de unos cuantos millones de pesos producto de un plagio anterior (el de Rubén Figueroa), llama la atención el desenfado de cierta cultura política para incorporar acciones delictivas como parte de la actividad política (Carlos Pereyra, Atavismos en la izquierda, La Jornada, 26/07/85).
En efecto, los militantes del Partido de los Pobres (PDLP), fundado por Lucio Cabañas, fueron comparados, y no sólo por Pereyra, con delincuentes, por haber secuestrado a uno de sus exmiembros, Félix Bautista Matías, y luego a Arnoldo, entonces dirigente del Partido Socialista Unificado de México (PSUM). Si eventualmente el PDLP de los años 80 no era el mismo de los tiempos de Cabañas, asesinado en diciembre de 1974, eso no impide constatar un hecho objetivo: que el dinero obtenido por el grupo guerrillero por el secuestro de Rubén Figueroa fue en parte entregado, en resguardo, al Partido Comunista Mexicano, y éste lo invirtió al parecer en la compra de un edificio, de algunos automóviles y gastos operativos. Acción que, a mi juicio, no fue correcta.