miércoles, 4 de diciembre de 2013

diciembre 04, 2013
Historias de reportero | Carlos Loret de Mola Álvarez | 4-XII-13

Fue una boda comentada en los círculos de la política nacional y en medios de comunicación. La joven estrella de la Procuraduría General de la República (PGR), Mariana Benítez, brazo derecho del titular Jesús Murillo Karam, se casó en Oaxaca hace unas semanas.

Asistió como invitado el gobernador de la entidad, Gabino Cué. A diferencia de otros mandatarios estatales que cuando se presentan a un evento social en sus entidades parece que llegó el monarca y se desata el besamanos, el arribo de Gabino, su salida de la recepción y su posterior regreso pasaron casi inadvertidos. Algunos de los asistentes cuentan que nadie le hacía caso. Era un invitado más. 


Este puede ser un síntoma de la sencillez de un gobernador. Un retrato loable en cualquier político. Pero también puede ser el diagnóstico devastador de un hombre sin poder. La radiografía de quien tiene cargo pero no mando, tiene despacho pero no tiene control, con Palacio pero sin gobierno.


Y ese parece ser el caso de Gabino Cué. Un personaje que por desafiar a lo más podrido del priísmo, representado en la despreciable figura del ex mandatario oaxaqueño Ulises Ruiz, generó entusiasmo en torno a sí antes, durante y después de las elecciones en las que ganó.

Lo que vino después ha sido penoso, por decir lo menos. Ha quedado claro que la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) es el gran poder fáctico de Oaxaca, que mantiene sometido al gobernador.

La CNTE puede anunciar actos de violencia contra padres de familia en una escuela y la policía manda poquitos agentes nomás a que atestigüen. La Coordinadora puede cometer sus delitos y luego presumirlos en conferencia de prensa, y el gobierno no actúa en su contra. La CNTE puede retener policías y ciudadanos, y el gobierno la exonera. La CNTE puede hacer un paro de labores, y el gobierno emite un comunicado respaldando totalmente a la Coordinadora. El gran encubridor se llama Gabino Cué.

El Instituto Estatal de Educación que en teoría controla el gobernador es manejado al antojo de la Coordinadora. Pone a su titular, distribuye a discreción su presupuesto y administra sus plazas magisteriales a manera de premio para los docentes que acuden a movilizaciones y acatan los constantes paros de labores.

Las políticas estatales del sector no pasan por el escritorio de Cué, quien no sólo avala todas las decisiones de la CNTE, sino que usa el aparato del Estado para que prevalezcan. Para los maestros que no van a clases el gobernador asegura el pago de salarios y bonos, y a los que se agrupan en la sección sindical contraria, la 59, les niega reconocimiento oficial.

Si un líder de la CNTE llega armado, dispara y hiere a una persona durante la “recuperación” de escuelas que ese grupo considera su propiedad y maneja como tal, el gobierno le asegura impunidad y recuerda a los maestros que sí dieron clases a los niños en acuerdo con los padres de familia que ellos no existen oficialmente.

Cuando un policía es retenido por los integrantes de la CNTE y despojado de sus pertenencias, el gobierno de Cué mira para otro lado.

La gobernadora CNTE mantiene en Palacio a un señor de celofán. Y éste acata.