sábado, 14 de diciembre de 2013

diciembre 14, 2013
Opinión de JMRM

Aunque me he opuesto a las medidas de la Secretaría de Seguridad Pública del Estado de Yucatán (SSP) desde que se pusieron de moda los retenes en agosto del año 2008, por considerarlas arbitarias, frívolas y violatorias de los derechos humanos, no puedo negar que mi experiencia personal ha consolidado y motivado mis objeciones a sus operativos.

Recuerdo de manera especial la mañana del domingo 14 de diciembre de dicho año, cuando fui blanco de una grotesca y perversa ilegalidad policíaca.

Tenía entonces 21 años. Esa mañana recorrí la avenida Correa Rachó, el rumbo de Altabrisa y Montecarlo y la avenida Cámara de Comercio tomando fotos en mi bicicleta, actividad que no era ilegal entonces ni lo es ahora.

Mi paseo se vio interrumpido de manera sorpresiva y sumamente desagradable por varios agentes de la SSP, quienes me alcanzaron y pararon en varios vehículos. Con su usual prepotencia, insistieron en revisar mis pertenencias y el contenido de mi cámara. Esto pasó a la altura de una escuela de Chefs en la colonia Benito Juárez Norte.

Minutos después llegó su superior, quien luego me enteré era el comandante Ángel Ocejo Castillo. De manera altanera y prepotente me dijo: "No quiero que le tomes fotos a comercios", tras lo cual procedió a ordenar a uno de sus hombres que borrara mis fotos y se robó mis apuntes (que me servirían para mapearlas en Panoramio).

Cabe señalar, aunque sea obvio, que Ocejo no tenía derecho a ordenarme eso. Ninguna ley en este país me prohíbe tomarle fotos a comercios ni a casas, avenidas, monumentos, etc.

Al reclamarle el robo y la destrucción de mi propiedad, Ocejo Castillo ordenó mi arresto, llamándolo un "Siete Siete" (que oficialmente significa "Disturbios", a pesar de que los policías y yo éramos las únicas personas en la calle). Luego descubrí que ese es el código para arrestar a alguien que simplemente les cayó mal.


En los separos de la SSP de la avenida Reforma fui incomunicado amenazado por sus hombres, quienes parecieron pensar que sus acciones estaban justificadas porque le "falté al respeto" al mencionado rufián. Allí hablé con un sujeto que dijo ser de la Codhey, quien me aseguró que la Comisión "apoya a la SSP en mantener la seguridad en Yucatán". Cuando le pregunté si eso significaba la supresión de las garantías individuales y derechos humanos dijo medianamente nervioso "no, no, para nada". A los pocos minutos de esa entrevista fui liberado.

Mientras tanto, mi bicicleta fue a dar al corralón, donde le robaron el velocímetro. Ocejo, con su desquite, dio pie a la comisión de varios atropellos buscando reprimir una actividad perfectamente lícita.

Tras mi liberación, un oficial tuvo la amabilidad de ayudarme a recuperarla, aunque eso no hace aceptable lo que hizo el comandante antes mencionado.

Por éste y otros incidentes menores cuenta con mi apoyo incondicional el canal de Twitter @retenesmerida. Sé lo desagradable y peligroso que puede ser estar en manos de la policía estatal.

Si puedo ayudar aunque sea a una persona a no pasar por un retén, a no ser interrogada arbitrariamente ni revisada ilegalmente, a no perder su tiempo por una denuncia anónima frívola y a desplazarse por la ciudad como si sus derechos constitucionales a no ser molestado y a transitar libremente significaran algo, no dudaré en hacerlo.

Veo a la SSP parar a gente humilde, a vehículos con dos o más hombres, a foráneos, etc. y me da un coraje y una indignación que sé que no muchos comparten, pero creo firmemente somos suficientes para ayudarnos mutuamente a no tener que soportar esos abusos.

Suena trillado, pero tiene que subrayarse, que las críticas contra la SSP disminuirían enormemente si se dedicaran a cazar a los verdaderos delincuentes (ladrones, narcomenudistas, etc.) en vez de hostigar e intimidar a quienes no han hecho nada malo.

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