martes, 5 de noviembre de 2013

noviembre 05, 2013
pentagrama

Izamal se vistió de magia, luz y sonido con las notas de cada uno de los temas del gran músico internacional Yanni, quien con la energía de ese Pueblo Mágico se entregó al público y el público a él, con la sencillez que lleva en su persona y en su propio indumento.

Chelos, metales, bajo, baterías, percusiones, arpa, violines, teclados y piano se conjugaron para dignificar el emblemático Convento Franciscano de Izamal como un digno marco de veneración a la Santa Patrona de Yucatán.

De todos los conciertos a los que he asistido, desde Pavarotti a este último, éste ha sido el más bello y espectacular que jamás se haya dado en Yucatán.


Un músico en toda la extensión de la palabra, en cada una de las melodías ejecutadas; esa noche mágica, el público vibró y se compenetró como revolviéndose con la orquesta y los acordes, como un dulce néctar de los dioses. Su música es la inspiración del buen hacer, del positivismo y del amor. Por ninguna nota, por breve que sea el compás, se puede percibir alguna agresión en su arte. Hoy por hoy, Yanni es, si no el mejor, uno de los mejores y más grandes exponentes de la música contemporánea dentro del positivismo.

Su propuesta musical ha sido acogida no solamente por el público yucateco, sino internacional. Es un personaje que se involucra con cada uno de los lugares donde se presenta, como es el caso del Taj Mahal, su misticismo es muy notorio: Nightingale, inspirada en la Ciudad Perdida de China… no me extrañaría que en la próxima presentación, lo cual prometió (incluso ofreció filmarla), traiga alguna composición inspirada en las deidades prehispánicas.

Un momento en el cual demuestra su profesionalismo, su calidad de ser, es cuando se presenta una falla en la energía eléctrica, en la que algunas de las consideradas y llamadas ‘estrellas’, hubiese sido una hecatombe para su momento escénico. Yanni comentó simple y sencillamente: ‘Son situaciones que ocurren cando uno está en vivo’, y el público provee al artista de su energía propia cuando en ese momento le cantan el ‘Cielito lindo’ y le hacen la tan afamada "ola", lo cual él recibe con un aplauso y mucha satisfacción. Yanni saludó: "¡Hola, México!, ¡Hola, Yucatán!, Hola, Izamal!". Todos contestaron "¡Hola!" y cuando dijo "Izamal" fue un hola y un aplauso estruendoso. Una chica gritó: "¡Yanni, I love you!". "Yo también", contestó y la gente estalló en risa y aplausos.


Alguien del público lo proveyó de una Bandera de México, misma que acogió y se envolvió con ella. Yanni, entre melodía y melodía, narraba la razón de ser de cada una.

Sus músicos, excelentes, y muy profesionales, respetuosos del escenario que pisaron; cada uno de ellos tuvo un momento para denotar su virtuosismo con sus instrumentos:  el tecladista y pianista Kitaro, el chelo en un solo, los violines solos y a dúo (Mary Ellen Simpson y Samvel Yervinyan) , la trompeta, el bajo (Gabriel Vivas), el arpa (Víctor Espínola), las percusiones y quizá el más agotador y cansado de ellos, el baterista (Charlie Adams), quien con un derroche de energía demostró su maestría. Por cierto, éste, ataviado con el uniforme de la Selección Nacional de México, quien fue, obviamente, muy aplaudido. Y la presencia magnífica de la cantante Lauren Jelencovich.


Al reanudarse la energía eléctrica, Yanni cierra con tres melodías: "The Storm", "Nostalgia", en la cual se siente la melancolía pero a la vez la fuerza del autor y "One Man's Dream", dedicada a la Tierra sin fronteras, porque un astronauta mencionó: “Desde arriba, veo la Tierra tal cual es, sin ningún trazo ni línea divisoria”. Ojalá algún día en la historia se pueda dar esto.

Espectacular cómo entra Yanni: “Deliverance / Santorini”

“Truth of Touch”

“Keys to Imagination”

El amor fino, la dedicada a su mamá: “Felitsa”

”Voyage”

“The End of August”

“The Rain Must Fall”

”Cello Solo”

“Vértigo”

"Desire"

”Marching Season”

“Nightingale”, la belleza y el misticismo puro.

“Duet”

"Harp Solo"

“Within Attraction”

“Ode to Humanity”

"Niki Nana"

Yanni, te esperamos cuando regreses, ávidos de ese néctar que nos supiste dosificar.