viernes, 22 de noviembre de 2013

noviembre 22, 2013
Gilberto Avilez Tax

El borrador de la tesis doctoral que presento hoy, titulado de manera tentativa como Avatares de una región de frontera. Peto 1840-1940, comenzó su investigación después del primer coloquio de 2011. A partir del segundo semestre de ese año, inicié con el periodo de obtención de datos, de búsqueda afiebrada para dar con documentos de una región que puedo decir que conozco geográficamente a la perfección porque se trata de mi “matria” que hoy se ha convertido en mi objeto y sujeto de estudio.

El análisis en que se enmarca la documentación y la bibliografía consultada, lo expongo en la introducción de esta tesis, y aquí quisiera obviar el apartado metodológico para no ser redundante en lo que he expuesto en el cuerpo de las páginas que han leído mi directo de tesis y mis lectores. Sin embargo, quisiera señalar el objetivo que he intentado realizar en estos más de dos años de brega con los documentos: a saber, analizar los “avatares”, las mudas, remudas, los saltos y contracciones, los cambios y continuidades, de una región sureña de la Península. Entre el estudio de la cuestión agraria de un sur pocas veces, por no decir, ninguneadas veces estudiado, al principio no tenía bien claro que lo que comencé a hacer cuando decidí analizar esta esquina de la Península, concordaba con propuestas de yucatecólogos como Gilbert Joseph, quien en su ensayo bibliográfico De Guerra de Castas a lucha de clases: la historiografía del Yucatán moderno, se preguntaba cómo habían sorteado la segunda mitad del terrible siglo XIX yucateco, los pueblos que se encontraban más allá de la región donde el henequén impuso su dominio avasallante. Joseph citaba algunos trabajos pioneros de Carlos Bojórquez, pero la cosa –salvo trabajos del siglo XX de Margarita Rosales sobre Oxkutzcab, entre algunos dos más- quedaba ahí, en el aire. Esto no lo sabía al momento de comenzar mi investigación, al momento mismo en que elegí como tema de estudio la región de Peto con sus pueblos comarcanos.

Después, con la documentación que fui encontrando en los diversos repositorios locales y nacionales, con señalizaciones tangenciales de la bibliografía secundaria, el rostro de una región rasgada por la guerra se me fue apareciendo a base de los indicios que se engarzaban, entretejían y cruzaban, y en un momento determinado del análisis de los datos, visualicé a esta región apartada de Mérida como un espacio de violencia manifiesta en la segunda mitad del siglo XIX, pero al mismo tiempo como una sociedad precaria cuyos pueblerinos sortearon de un modo distinto el proceso individualizador que se gestaría a partir de la segunda mitad del siglo XIX en los pueblos del noroeste henequenero. Pretendí descentrar la mirada y discurrir el trabajo a una subregión distinta a la que la historiografía yucateca del siglo XIX y XX había apacentado a sus rebaños de historiadores de la ciudad letrada. Si el sur fue partícipe del primer proceso capitalista mediante el cultivo intensivo de la caña de azúcar en lo que Howard Cline denominó como el periodo azucarero de la primera mitad del siglo XIX, y si el sur fue uno de los escenarios donde se dieron los procesos individualizadores de la tierra más agudos, y si fue en el sur donde la guerra venida de los montes de Tepich había crecido de forma expansiva, me preguntaba ¿qué había pasado después de la “quema de los cañaverales” en la región de Peto? Situando la problemática investigaba en los contornos de una villa, cabecera de un partido cuyos pueblos sufrirían la violencia de la guerra de castas, inquirí sobre el proceso social, demográfico, económico y político de esta región iniciando el análisis años previos al año axial de 1847 hasta terminar en el año de 1940 en que Cárdenas había llegado a la Villa de Peto: ¿qué hubo en ese periodo, en ese intervalo de tiempo? El análisis de los datos me llevó a establecer estos procesos por los cuales la villa de Peto y sus pueblos comarcanos recorrieron, y los cuales trabajo a lo largo de la tesis:


a) La brecha individualizadora abierta por los denuncios de tierra en una de las regiones de la Península más ricas, más fértiles para el cultivo de la caña (1820-1850) y otros productos forestales. La región sureña convertida en un frente pionero.

b) La irrupción campesina de 1847 en el tiempo en que los cañaverales serían casi eliminados por la tea de los campesinos levantados en armas.

c) La creación, mediante la resistencia, incursiones periódicas, amenazas y presencias ubicuas de los de Chan Santa Cruz en la región, de Peto y su región como un partido de frontera, como un partido del miedo donde sus habitantes se foguearían en el arte de la guerra, similar a otras regiones de frontera al norte del país como Janos y Namiquipa.

d) El status quo agrario de esta región en el que el poco capital local, hasta 1890, posibilitó una forma de convivencia “agraria” con los hombres encargados de cuidar este “dique de la civilización yucateca”.

e) A partir de 1890, se dio en la región una recapitalización producida por el “Declive de la Montaña rebelde”; esto es, por el poco peligro que comenzaron a representar a los pueblos de frontera los de Chan Santa Cruz.

f) De 1892 a 1924, la región daría ejemplos de una resistencia agraria y política de los campesinos defendiendo lo que ellos consideraban lo justo. Se dieron unos brotes de levantamientos, motines y rebeliones de los pueblerinos contra políticas agrarias, exacciones caciquiles, y pugnas con opositores del “antiguo régimen”.

g) Sin embargo, de 1930 en adelante, los viejos “notables del pueblo” que en el siglo XIX habían copado las estructuras de poder, poco a poco se fueron insertando en las nuevas estructuras de poder creadas por el periodo postrevolucionario.

h) Un último proceso que analizo, es la forma como llegaron los pueblos al reparto agrario, y en este punto indico que varios pueblos de la región llegaron con sus antiguos ejidos.

i) Y si la región no pasó por las horas del henequén, la resina del chicozapote convertiría a los pueblos de la región de Peto en pueblos chicleros.

En el proceso de trabajo de esta tesis, el cual hoy presento una introducción, tres capítulos y un tercio del capítulo cuarto, faltándome por redactar el capítulo último donde estudiaré el reparto de tierras y todo lo que desencadenó la “reforma agraria”, así como analizaré el periodo o “la época del chicle”, trabajé varios archivos. En la ciudad de México trabajé en el AGN el fondo Presidentes para las primeras décadas del siglo XX, y visité la Mapoteca Orozco y Berra para el mapeo de la región. En Mérida, a lo largo del año 2012 pasé de 8 de la mañana a 2 de la tarde expurgando el rico fondo Poder Ejecutivo para la segunda mitad del siglo XIX, así como otros fondos de esa institución; y en la avenida Cupules pasé largas horas fichando y tomando fotos a los documentos agrarios de los pueblos, en el RAN, Mérida. La rica colección hemerográfica y bibliográfica de la biblioteca Carlos R. Menéndez me dieron nuevos datos para tener una visión del siglo XIX yucateco, y a finales del 2012 comencé casi hasta vivir de 9 de la mañana a 8 de la noche, en la Biblioteca Yucatanense. Sin embargo, a pesar de que la bibliografía y la documentación consultada comenzaba a abultarse, pensaba que algo hacía falta, y era el que no podía dejar a un lado la memoria de los “subalternos”. Y así, para finales de 2012 y casi todo este 2013, en visitas periódicas a los pueblos de la región comencé por hacerme de material oral entrevistando a personas mayores de la región. Grata sorpresa fue observar que, en algunos casos, lo que me decían los documentos, estaban impregnados todavía en las palabras de aquellos abuelos como los chicleros don Raúl Cob, don Francisco Poot Aké, o el ex comisario del pueblo de Chacsinkín, don Vicente Cab Ek . Sin duda, uno de los elementos metodológicos por los cuales preferí entrevistar a segmentos de la población maya de la región y no al segmento mestizo, se debió a que la memoria oral está más presente en estos estratos. Y para no dejar cabos sueltos, a la par que hacía mis entrevistas, fichaba documentos y subrayaba libros, quise conocer más de cerca los lugares que los documentos me hablaban: esto es, pueblos, ranchos, haciendas. Recorrí entonces esta región para tomarle fotos a la herencia material dejada por los procesos históricos por los cuales esta región pasó de 1840 a 1940.

Para acabar este pequeño boceto de la presentación del trabajo investigativo que hoy se comentará, sólo me resta decirles, a los presentes, muchas gracias por su atención.

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