sábado, 9 de noviembre de 2013

noviembre 09, 2013



En 1869, el Chelo Muñoz, coronel imperialista, sublevó la guarnición del Castillo de San Benito. Por hallarse casi moribundo el General Cepeda Peraza, Gobernador del Estado, y no encontrarse al Vice Gobernador don José María Vargas, asumió el Gobierno el Jefe de las armas, Coronel don José Ceballos, quien hizo fusilar sin formación de causa a ocho miembros de la mejor sociedad meridana, conocidos por sus ideas imperialistas; entre ellos figuraba don Joaquín González Gutiérrez.

Su hermano, don Eduardo, que residía en la capital, retó a duelo a Ceballos, que se presentó allí a explicar su conducta al Presidente. El mílite no aceptó el reto y salió para Centroamérica en misión diplomática.

Cuando once años después volvió ya General, Gutiérrez insistió en su desafío. Rehusóse de nuevo Ceballos, pero era entonces Presidente de la República don Manuel González y lo obligó a aceptar por el decoro del Ejército. Verificóse el lance a espada, en el corredor interior de un cuartel de México. Gutiérrez paró hábilmente los furibundos ataques de su adversario, retrocediendo siempre, hasta que al llegar a la pared atacó a su vez y lo hirió en el cuello abriéndole la tráquea. El General Ceballos vivió ocho años más, afónico y con una fístula respiratoria.

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