viernes, 22 de noviembre de 2013

noviembre 22, 2013
José Sobrevilla
sobrevill@yahoo.com.mx

Quien vive como yo no muere: se acaba, se marchita,  se desvegeta.
El sitio donde estuvo sigue sin él estar allí, la calle por donde  Caminaba
sigue sin que él sea visto en ella, la casa que habitaba es habitada por no él.-Fernando Pessoa

Se presentó el 11 de febrero (2013) en Los Pinos. El comunicado 007 donde se anuncia, hace ver un Jorge Carlos Ramírez Marín llenito, rebosante, saco gris Oxford, camisa blanca, corbata roja; y junto a él la bandera mexicana. Atrás, en la pared, se lee: Política Nacional de Vivienda. Ese día el secretario de Desarrollo Agrario Territorial y Urbano (Sedatu) acompañó al presidente Enrique Peña Nieto en la presentación de la llamada Política Nacional de Vivienda.

Pero, ¿tenemos realmente una política nacional en la materia?


En busca de la respuesta, Forum en Línea consultó al arquitecto Enrique Ortiz Flores, quien preside HIC-AL (Coalición Internacional para el Hábitat América Latina, capítulo México) y es egresado de la Escuela Nacional de Arquitectura de la Universidad Nacional Autónoma de México.

En su modesta oficina, al cuestionar lo anterior, quien fuera director del Fideicomiso Fondo Nacional de Habitaciones Populares, Fonhapo, nos dijo que “No podemos seguir haciendo políticas sectoriales y menos de vivienda sin tomar en cuenta la tierra, la ciudad y a la gente, que son el punto clave”.

“Tampoco se puede seguir haciendo cosas tecnocráticas de arriba abajo. Ahora vamos a verticalizar y eso es hacer desarrollos privados con modelitos de casita repetidos miles de veces; se harán prototipos de edificios que se repetirán decenas de veces. Es más de lo mismo pero con más problemas”.

Compactar ciudades y hacer menos disperso el desarrollo urbano, para el especialista es importante porque es ya muy desordenado el crecimiento; sin embargo “nos hemos olvidado de la planeación, pensando que el mercado lo resolvería y no. Ello requiere la intervención del Estado”.

Pero no sólo eso, también hay que ver la distribución justa de los bienes que son comunes; “manejamos la tierra como mercancía, como lápices o leche; y la tierra no es así, es un bien limitado; es para la vida y no sólo para la especulación”.

Manejar la tierra como mercancía para alojar gente, hace que las ciudades se expandan hacia donde caiga. “Hemos construido conjuntos habitacionales por todos lados, en zonas lejanas, generando fuertes costos no dimensionados para las ciudades: expansión de infraestructura, vías de comunicación, transporte, servicios… haciendo que las familias se vuelvan más pobres”, detalla el arquitecto Flores.

Para quien fuera responsable del primer programa nacional de vivienda del país, “la gente pobre debe vivir cerca de su trabajo porque muchas veces gastan hasta 40% de su ingreso en traslados en transportes de mala calidad. ¿Te imaginas las mujeres solas que viven a la salida de Puebla y tienen que dejar solos a sus hijos para venir a trabajar?”

El expresidente del Comité de Acción sobre Vivienda y Edificaciones de Interés Social del Sela (Sistema Económico Latinoamericano), aseguró que además de la afectación económica y el impacto ecológico, se han roto los lazos familiares porque la vivienda se asigna individualmente; la gente, con tal de tener una casa propia, acepta irse lejos y dejar sus redes familiares”.

Respecto al impacto de estos conjuntos en la violencia, añadió que se debe a que “muchos no tienen equipamientos, servicios ni programas para jóvenes, quienes muchas veces ni estudian ni trabajan y se integran a bandas que son cooptables por el crimen organizado. Eso priva en muchas ciudades del país”.

Poner en vertical a los pobres será costoso

Hacer ciudades más compactas no implica que tenga que ser mediante verticalización, asegura quien fuera subdirector de vivienda de la Secretaría de Asentamientos Humanos y Obras Públicas (1976-1982); “en cualquier ciudad de México que vayas, encontrarás cantidad de terrenos baldíos al interior de las metrópolis.

“Por eso, antes de pensar en verticalizar hay que habilitar esas propiedades y para ello necesitamos una política de suelos, que capte plusvalía y evite la existencia de terrenos ‘a la engorda’. Hay que usar esa tierra para alojar a los pobres, cerca de su actividad económica, que es donde deben estar”.

Con la creación de la Sedatu hay una enorme oportunidad de hacer una buena política; “pero lo que veo y oigo no me acaba de convencer (…) Poner en vertical a la gente de bajo ingreso, será costoso; pero sobre todo favorecerá que suba más el precio de la tierra en la mancha urbana.

La Constitución habla de una vivienda digna y decorosa. ¿Qué es eso?

–No sé cuál sea la diferencia entre las dos palabras, pero lo que realmente deberíamos hacer es una política clave de derechos humanos. Si hiciéramos un ajuste estaríamos hablando de vivienda adecuada. Que no es sólo vivienda digna.

La vivienda adecuada habla del contexto, que son seis o siete cosas: seguridad de la tenencia, cómo generar servicios, equipamientos suficientes para un entorno que compense lo que la casa no tiene, que sea accesible a todos los niveles de ingreso, no sólo a quien pueda pagarlo. El derecho a la vivienda es universal.

La asequibilidad, que la gente pueda pagar. No es focalizar, es priorizar a los sectores de más bajo ingreso, pero no focalizar como lo han hecho los chilenos, donde hay programas de vivienda casi por decil de ingresos.

Adecuación cultural. Casi siempre olvidamos las distintas maneras de vivir una casa; no tenemos por qué aceptar que alguien nos diseñe la forma en que tenemos que vivir. “La fabricación de prototipos es un desastre porque a nadie le gustan, y luego empiezan a hacer parches. Chihuahua es muy diferente a Yucatán. No puede haber el mismo prototipo en un lugar extremoso, frio y caliente a otro que siempre es caliente y además usa hamacas”.

El lugar para colocar la vivienda es fundamental; sin embargo, no tanto como la habitabilidad, es decir, que las casas tengan espacio suficiente. “No tenemos por qué vivir en casas microondas, chiquititas y calientes, cada día peores y con menos habitaciones”.

Enrique Peña dijo “no va a haber viviendas de un cuarto; mínimo tienen que ser de dos”; pero yo diría que les falta una. Las familias no se especializan en niños o niñas; entonces necesitamos tres habitaciones. ¿Cómo generamos eso en la pobreza? Es el gran reto”, dijo el actual productor y gestor social del hábitat.

Una vivienda adecuada es buen diseño arquitectónico, espacios con luz, que no haya cuartos en cuyas escaleras peligra un viejo al no poder bajarlas. No es solamente pisos y paredes como producto industrial. Es algo mucho más integral y a eso la Organización de las Naciones Unidas (ONU) lo llama “vivienda adecuada” y no la “digna y decorosa” de nuestra Constitución.

Los monstruos de la vivienda

Para el arquitecto Ortiz Flores, “seguimos sin coordinar a los fuertes de la vivienda. Nunca en México una secretaría de Estado ha coordinado al Infonavit o Fovissste, quienes tienen otras coordinaciones y son quienes mueven más dinero, fijando la política de vivienda.

Sólo 30% de los ciudadanos puede ser derechohabiente de algún fondo. El resto no, y por tanto “se tiene que rascar con sus propias uñas”. Si tiene dinero accede a un crédito hipotecario de mercado; si no, se hacina en casa de los padres. Antes invadían terrenos, pero ahora es más difícil.

En HIC-AL “trabajamos por fortalecer la capacidad productiva de la gente para construir vivienda social, lo que ha demostrado que las personas hacen más con menos dinero, y muchas veces son mejores casas porque tienen asesoría técnica, financiamiento y subsidio. La gente puede organizarse y producir de otra manera.

La producción social de vivienda puede hacer muchos círculos virtuosos, “pero no hemos encontrado la atención suficiente para que a esto se le dé un valor; por ejemplo en el Programa Nacional de Desarrollo anunciado, no hay una sola mención de esto. Sin embargo, trabajamos para que el Programa Nacional de Vivienda sí lo incluya, porque son experiencias que sí permitirían dar salida a estas cuestiones en el marco de la política del nuevo gobierno.

¿Por qué cayeron las acciones de las desarrolladoras cuando se dio a conocer la Política Nacional de Vivienda?

–Porque tienen mucho suelo comprado y no cuentan con flujo de efectivo. “El hecho de que la política haya sido ‘ya no más expansión urbana’, asustó a todo mundo. Varias desarrolladoras tenían tierra hasta para 125 mil viviendas; y es esta tierra periférica que la nueva política quiere cancelar. Sin embargo, el presidente Peña Nieto les dio dos años de gracia y autorizaron el desarrollo de un 84% de esos terrenos.

“Para mantener su rendimiento, Casas Geo, a quien acaban de sacar de la Bolsa (Mexicana de Valores) tenía que producir cien viviendas diarias y lo estaban haciendo pero saturaron el mercado, y la gente ya no está comprando en periferias.

Es un problema también para los organismos públicos, porque ellos, los desarrolladores, ya recuperaron su dinero, pero el crédito a largo plazo lo tiene Infonavit.

Están en situación crítica, incluso ha habido mucha presión internacional para revertir esa política. Yo siento que fue bueno haber puesto ese alto; ojalá lo hagan efectivo, porque hay mucha presión para no hacerlo”.

¿Qué viene para las desarrolladoras?

–Buscan la manera de salir lo menos perjudicadas y que haya un cambio de política. Los desarrolladores sociales de vivienda también están resultando afectados; sobre todo los que dan asesoría.

Yo diría que como unos nueve o 10 con una alta experiencia que hacen cosas muy buenas, muy interesantes, muy bonitas, y ahora les paran el único recurso que estaba fluyendo, que era el de las casas populares.

Pero los organismos desarrolladores de vivienda no han acertado o no hay interés en generar un instrumento adecuado a esta lógica de la producción social. Tiene que ser un diseño distinto de cómo se otorga el financiamiento.

¿Qué planes tienen Hic-AL?

–El eje de trabajo de Hic-AL son los derechos humanos. Entrando por el hábitat se puede ingresar al derecho a la educación, a la alimentación, al trabajo y una cantidad de cosas; el derecho a la vivienda es el que está mejor definido por las Naciones Unidas. Tiene toda la estructura legal internacional para poder reclamar ese derecho.

También trabajamos el derecho al agua, que en México y la ONU es nuevo. No es un derecho que tenga mucho tiempo; también por un ambiente sano. Ojalá se reconociera el derecho al suelo como tal, porque como mercancía en el libre mercado, hace imposible que los pobres accedan.

También estamos por el derecho a la ciudad, que es la facultad que  tienen los habitantes a un buen vivir para poder acceder a bienes, servicios y oportunidades con base en criterios de justicia social, sustentabilidad, equidad y democracia participativa.

En Ecuador ya se logró el reconocimiento en la Constitución y, por varias actividades, los brasileños han sido los que empezaron a moverlo en el Foro Social Mundial. Eso y la producción social del hábitat, es lo que estamos trabajando para América Latina.

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