martes, 15 de octubre de 2013

octubre 15, 2013
MADRID, España, 15 de octubre.- Cincuenta y siete años han esperado las víctimas españolas de la talidomida para llevar a juicio a Grünenthal, el laboratorio alemán que fabricó y comercializó la talidomida. Pero ayer bastó una sola vista en un juzgado madrileño para que su caso quedara visto para sentencia. Casi doscientos afectados, hijos de las mujeres que tomaron ese medicamento para aliviar las náuseas del embarazo y dormir mejor, han reclamado al laboratorio 204 millones por las graves malformaciones que sufrieron. Una indemnización que nunca habían reclamado.

Bebé con focomelia debido a que su mamá fue medicada con talidomida durante el embarazo.

Más de 10,000 niños –3,000 en España– nacieron en todo el mundo mutilados, con muñones en lugar de brazos y piernas. El laboratorio Grünenthal y el Gobierno alemán crearon entonces una fundación para indemnizar a los afectados, fuera cual fuera su nacionalidad, aunque esa información nunca llegó a España y pocos reclamaron. El laboratorio sólo asumió reclamaciones para las familias afectadas entre finales de los años 50 y 1961, fecha en la que oficialmente se retiró el fármaco. Ayer el abogado de las víctimas, Ignacio Martínez, aseguró que el medicamento se siguió vendiendo en España «sin que la farmacéutica hiciera nada para transmitirle a la sociedad que era «veneno».

Caso prescrito

Para la compañía farmacéutica, las reclamaciones de las víctimas españolas llegan «tarde». La representante legal de Grünenthal recordó que los hechos ocurrieron hace más de 50 años, por lo que la legitimidad de cualquier procedimiento legal podría verse seriamente comprometida. «Es una injusticia que se juzgue en 2013 un asunto de 1961», dijo la abogada, quien criticó que no se reclamara entonces.

Uno de los afectados es José Alcaráz Martínez, de 62 años, vecino de Torrepacheco (Murcia). "Solo espero que se haga justicia. Las pruebas son evidentes", señala mostrando su brazo derecho (solo tiene hasta el codo). "Nos usaron como cobayas", sentencia. La Asociación de Víctimas de la Talidomida (Avite) lucha ahora por una indemnización de 204 millones de euros para 180 afectados, aunque puede haber actualmente unos 1,000 en toda España (otros 2,000 ya habrían fallecido).

Según la compañía, falta documentación básica para relacionar, al cien por cien, las malformaciones de los demandantes con la talidomida de Grünenthal. La farmacéutica también niega que sean responsabilidad suya los efectos colaterales del medicamento en los niños concebidos después de 1961. Esto dejaría a gran parte de los afectados fuera de una posible indemnización.

«Era el bicho raro»
Rafael Basterrechea es una de esas víctimas tardías de la talidomida. Tiene 48 años y es el afectado más joven de la tragedia de la talidomida. Nació en 1965, en ese periodo que Grünenthal niega haber vendido su medicamento. «A mi madre se lo recetaron porque dormía mal. El medicamento, además de eliminar las náuseas tenía un efecto sedante y era inocuo para los ginecólogos de la época».

Sofía García, catalana de 42 años. Nació sin piernas ni brazos. "Pasé un mal embarazo y me dieron los fármacos. Cuando Sofía nació así, me hicieron pruebas y me dijeron que no era genético. No había antecedentes en la familia y pensaron que todo lo pudo causar un virus", señala Antonia, su madre. "Yo me enteré de que me hija era víctima de la talidomida hace diez años, y no ha sido reconocida oficialmente", concluye Antonia. Sofía cobra una pensión no contributiva de 530 euros y vive en una residencia subvencionada del Gobierno catalán. Las 24 víctimas reconocidas cobraron entre 30,000 y 100,000 euros.

Él nació con los dos brazos más pequeños de lo normal por aquél medicamento. Se ha pasado toda la vida luchando con esa diferencia de nacimiento que le convertía en el «bicho raro» del lugar allá donde fuera. Escuchar, como escuchó ayer los argumentos de la compañía Grünenthal, le han dejado un amargo sabor de boca. «¿Cómo pueden echar la culpa a nuestras madres por no haber reclamado en su momento? Esa abogada joven que ha defendido al laboratorio parece no saber cómo era la España de aquella época. Nadie informó a las familias. Ni el laboratorio ni los médicos que lo recetaron. Sólo conozco dos casos que reclamaron en los años 60 a Alemania. Una mujer a la que le recetó la talidomida su hermano ginecólogo y conocía todo el problema y una trabajadora social. Mi madre era ama de casa y mi padre albañil. ¡Cómo iban a saber ellos cómo reclamar!».

Su madre, como otras 3,000 que tuvieron hijos con malformaciones por intentar aliviar las molestias de la gestación, vivieron con la culpa de haber provocado la tragedia. «El daño moral no lo reparan los doscientos millones que reclamamos», señala este niño de la talidomida. Confía en obtener una sentencia justa: «Avite ha demostrado punto por punto que en España se vendió talidomida». (ABC / 20 minutos)

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