miércoles, 4 de septiembre de 2013

septiembre 04, 2013
Gilberto Avilez Tax

Se ha traducido a la palabra Dzonotchel como “cenote de tordos” (Cfr. La Razón del Pueblo, 21 de marzo de 1881). Además, hay un relato del repoblamiento de Dzonotchel recogido en mis entrevistas de campo a mediados de 2013.


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Se dice que el repoblamiento de Dzonotchel se dio a principios del siglo XX, gracias a que un grupo de chicleros que regresaban de los hatos del Territorio de Quintana Roo, pasaron cerca de un lugar donde se dieron cuenta que había un gran alboroto de urracas (o tordos), y eso les llamó la atención y decidieron explorar e indagar de dónde provenía exactamente el ruido ensordecedor que hacían las aves.

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No caminaron mucho y desembocaron en lo que fuera el antiguo pueblo de Dzonotchel, repleto de malezas, de arbustos, hierbajos, enredaderas reptantes y tremendos árboles que crecían en lo que eran las antiguas calles del pueblo y la pequeña plaza del lugar. El desolado pueblo de Dzonotchel –devastado por las arremetidas rebeldes en la década de 1870- todavía conservaba una pequeña iglesia, derruida y destechada, así como una “boca de noria” con los restos aun del cabestrante de recia madera podrida por los años y el clima húmedo de la región.

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Los chicleros, hombres violentos, hoscos y no dados a los afectos del sentimiento, se enternecieron como niñas enamoradas al ver cómo las parvadas de tordos (o ch’eles) entraban y salían del viejo cenote (dzonot) que sirvió de pozo a los viejos residentes del pueblo de Dzonotchel, y que sería uno de aquellos pueblos –así como Saban, Sacalaca, Ichmul y Tihosuco- que sería tierra de nadie por las defensas de la territorialidad de los de Santa Cruz en la segunda mitad del siglo XIX. Ese gesto que las aves hacían, “cantando fuerte” y entrando y saliendo del pozo, para los chicleros fue un presagio, una invitación para quedarse, que Dzonotchel era tierra de promisión, porque Dzonotchel reclamaba su repoblamiento; y así, en marzo de 1922 solicitarían tierras diciendo que ya habían comenzado a fomentar el viejo pueblo de Dzonotchel. Los chicleros, que para 1922 ya eran “vecinos del pueblo”, iniciaban su solicitud al gobernador de Yucatán, Felipe Carrillo Puerto, diciendo lo siguiente:

Los que suscribimos, vecinos del pueblo de Dzonotchel, del Municipio de la Villa de Peto ante usted con todo el respeto que se merece comparecemos y exponemos: Siendo esta una población antigua y abandonada por los habitantes a consecuencia de la constante amenaza que existía después de la guerra de castas y poseyendo la verdadera tierra especial para el cultivo de cereales, nos propusimos los más antiguos de veinte años a la fecha a poblar ésta con elementos que voluntariamente vinieran a este rincón del Estado.

Podemos decir, para acabar, que Dzonotchel, población perdida gracias a los ataques de los rebeldes de Santa Cruz, fue “reconquistada” de su tremenda soledad, por unos tordos que volando y gritando, atrajeron a los gambusinos de la selva, los chicleros.

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Fuente: Diario oficial del Gobierno del Estado de Yucatán, “Solicitud de tierras del pueblo de Dzonotchel”, marzo 8 de 1922.

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